Atlético-Real Madrid
Thomas pone a jugar al Atlético
El africano continúa su crecimiento y brilla tanto por despliegue físico como por visión
Un derbi sin riesgos
A Simeone hay que reconocerle una cosa. Desde su llegada, hace ya treinta derbis, el Atlético afronta los partidos ante el eterno rival de una manera muy diferente a como solía. Esa vena marcada en la frente y ese colmillo afilado llevan el sello del argentino. Al vecino se le trata de tú a tú y sin remilgos. Luego se puede caer, incluso con estrépito, pero que nadie les pueda acusar de haberle quitado la cara al partido. A veces, hasta sale bien.
Con esa ambición saltó al campo el Atlético, donde le esperaban 68.000 almas enardecidas y al borde de la afonía desde una hora antes del pitido inicial. En ese ambiente los colchoneros supieron estar a la altura, especialmente en un primer tiempo plagado de virtudes. La marcha de más que imprimieron al inicio les permitió dominar y meter miedo al Madrid. A la intensidad característica sumaron la presencia imperial de Thomas como pivote . Gracias al ghanés, el juego del Atlético tenía un sentido, una intención. Bastante más entonado que Koke y Saúl, el africano empieza a resultarle imprescindible a Simeone. No abundan tipos así, tan solidarios y contundentes en defensa como peligrosos en ataque. A él le correspondió dar salida al balón, buscar con insistencia a los laterales y, cuando las fuerzas se lo permitían, incorporarse a la última línea. Con 26 años, y casi 150 partidos de rojiblanco, ha ganado en experiencia. Cada vez se le pueden reprochar menos cosas a un jugador que solía cortocircuitarse provocando errores de bulto y algún que otro conato de infarto en la grada. Su crecimiento, al que aún no se le adivina un final, ha mandado al banquillo a dos de los fichajes llamados a dejarle a él fuera del once día sí y día también. Ni Marcos Llorente ni el mexicano Herrera convencen tanto a Simeone como esta joya pulida a base de sacrificio. Solo Thomas sabe lo que le ha podido exigir y exprimir Simeone desde que le ascendió a la primera plantilla. Ahora empiezan a verse de verdad los frutos de ese trabajo intensivo sobre un futbolista cuyo valor de mercado se ha multiplicado por diez en los últimos años. Sus últimos minutos, completamente agotado y con todos los cambios hechos, fueron un sufrimiento.
Falta de pegada
Ocurre que al Atlético no le bastó solo con el gran partido de Thomas porque le faltó una mayor pegada. Cuando Diego Costa no se encuentra al Atlético le resulta difícil concretar sus acciones de ataque. Y el brasileño sigue apareciendo con cuentagotas. Ante el Madrid pasó casi inadvertido durante los noventa minutos. Tampoco Joao Félix termina de ser una amenaza. Los dos disparos más mordaces del Atlético llevaron su firma, aunque ambos le salieron demasiado cruzados y sin ver puerta.
Tampoco tuvo su día Vitolo , que volvía a ser titular en detrimento de Lemar pese a que el francés descansó en Mallorca. Al canario se le vio impreciso y fue sustituido en el descanso por Correa .
El tremendo despliegue físico de la primera mitad provocó que las revoluciones bajaran de forma considerable a la vuelta de los vestuarios. El Atlético comenzó a verse cómodo sin el balón en los pies y le entregó esa responsabilidad al Madrid. Más tarde Simeone ordenó un cambio ya habitual. Joao Félix volvía a marcharse antes del final, dejando su puesto a Llorente. La grada, que había aceptado a regañadientes este cambio en ocasiones anteriores, esta vez estalló y cuestionó la decisión de su entrenador con una sonora pitada.
Con el partido en el filo de la navaja apareció el que faltaba. Oblak se exhibió con una palomita perfecta para impedir el gol de Benzema y salvar a su equipo. Entonces se supo que ya estaba todo vendido .