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Eran 65.000 almas a quienes se les había metido, entiéndase bien, el asesino en casa. No ha habido otro futbolista más letal contra el Atlético en toda su historia. Cristiano Ronaldo les ha arrebatado dos Champions y presume de las más de dos decenas de goles que le ha marcado a los rojiblanco, que es, también el rival al que más veces ha derrotado. Así, el hostigamiento al que fue sometido el portugués era presumible. Incluso, entendible. No lo fue tanto la reacción del fustigado. La prudencia aconsejaba a Cristiano permanecer ajeno a los gritos y aguantar el chaparrón. No lo hizo. Prefirió dar la nota y responder tanto en el campo, ante un estadio lleno, y en la zona mixta, ante cientos de periodistas que se hicieron eco de inmediato de su pataleta.

El Wanda fue extremadamente hostil con Cristiano desde su primera salida al terreno de juego para calentar. Nada distinto a cuando el luso jugaba en el Madrid y ya era el centro de las críticas de los aficionados rojiblancos. Pese a los silbidos, Cristiano se veía cómodo en su papel de ogro.

Ya vestido de corto, saltó al campo del Metropolitano el último de la fila en la Juventus . Saludó a sus allegados, presentes en un palco, mientras sonaba el himno de la Champions y se sonó los mocos de forma ostentosa antes de chocar las manos con todos los jugadores del Atlético.

Después, llegó tarde al corrillo motivador de su equipo y bebió agua en la banda. Fue el último de todo un catálogo de gestos antes incluso de que comenzara el partido.

Ya en faena, Cristiano escuchó gritos, insultos y cánticos sobre su castigo fiscal, y llegó un punto en el que el cóctel que se le atragantó. Cristiano , acostumbrado a cientos de noches así a lo largo de su carrera, decidió no callarse esta vez. El portugués entró al trapo y contestó al graderío donde se ubica el Frente Atlético enseñando los cinco dedos de su mano derecha. Cinco Champions lucen en su estantería. El nuevo gesto no pasó desapercibido y fue recibido con otra monumental bronca solo comparable a la que se llevó cuando se retorció de dolor en el suelo a causa de un pisotón de Juanfran.

Su partido en sí fue bastante menos atractivo que su disputa con la grada. Con libertad absoluta de movimientos en el ataque, peleó con Juanfran, Filipe, Giménez y Godín de manera indistinta. A ninguno pudo superar. Sus dos accionesn más claras fueron un disparo de falta desde treinta metros que salió como un misil y que despejó Oblak con apuros y un cabezazo en los estertores del encuentro que se marchó alto.

Salió el último al campo, pero se marchó el primero. A toda prisa se metió en la bocana, casi sin saludar a los jugadores del Atlético. Después, cruzó también a toda prisa la zona mixta. No iba a hablar, pero los focos le cegaron y antes de desaparecer del Wanda dejó la frase sin que nadie le preguntara: «Yo tengo cinco Champions; el Atleti, cero» . ¿Y pasará la Juventus? «Ya veremos».

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