Veinte años del maratón «casi» perfecto

El 10 de agosto de 1997, Abel Antón y Martín Fiz fueron oro y plata en el mundial de Atenas

Aquella carrera, cuyo final sigue generando debate, inició una rivalidad legendaria entre ambos

El equipo español de maratón ganó la copa del mundo en el Mundial de Atenas 1997 Efe
Jorge Sanz Casillas

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Veinte años es mucho tiempo para quienes se han pasado la vida corriendo y mirando el reloj, pero tampoco es tanto si se trata de hacer memoria. El 10 de agosto de 1997, un grupo de atletas de edades y procedencia parecidas consiguió una de las mayores gestas del deporte español. En los mundiales de atletismo de Atenas 1997 , España se proclamó campeona del mundo de maratón después de colocar a tres de sus hombres entre los seis primeros. Abel Antón y Martín Fiz fueron oro y plata en una carrera que dio paso a una rivalidad visible e inspiradora para cientos de atletas.

A comienzos de 1997, el seleccionador nacional tenía mucho donde elegir. La convocatoria de Luis Miguel Landa estaba llena de motivos para creer. Contaba con Martín Fiz, campeón del mundo en Goteborg solo dos años antes. Le seguían Alberto Juzdado y Diego García, buenos amigos, con quienes compartía semanas de concentración y risas en Navacerrada, Madrid, a 1.200 metros de altura. También estaban José Manuel García, que era pura resistencia, y Fabián Roncero, que era puro nervio. Y por último estaba Abel Antón, que había empezado a correr maratones solo unos meses antes, a finales de 1996. «Metí a Abel Antón en el equipo cuando era, creo recordar, el décimo del ránking. Me decían: “¿Pero cómo no has puesto a otro?”. Pero mira, luego resultó» , recuerda Luis Miguel Landa, seleccionador hasta el año 2012.

Volaron a Grecia unos tres días antes de la carrera. «Fue un viaje bastante intenso porque éramos los grandes favoritos para ser campeones del mundo. Ni kenianos ni etíopes ni eritreos», recuerda Martín Fiz, campeón del mundo y rival a batir en Atenas. «Abel Antón venía de ganar el maratón de Berlín en su debut y éramos favoritos. Entre el entusiasmo de la selección también se respiraba la rivalidad que pudiéramos tener él conmigo y yo con él».

Aunque la carrera comenzó a las 8 de la mañana, en el centro de Atenas había 29 grados y un 48% de humedad

A Martín Fiz siempre le gustó repartir las cartas. Se consideraba un líder y en carrera era un hombre hablador, de los que manda. Que le saliera el enemigo en casa le tenía inquieto. «Cuando te sale un rival en maratón piensas que será un africano, un etíope... pero para mí era muy raro enfrentarme en un mundial contra una persona que vivía a 200 kilómetros de mi casa . Porque entre Vitoria y Soria no hay más de 200 kilómetros. Yo sabía de antemano que mi máximo rival iba a ser Abel Antón por delante de los atletas africanos», asegura Fiz.

Se alojaron en el Hotel Grande Bretagne, pegado al Jardín nacional de Atenas (donde salían a soltar las piernas) y a un kilómetro en línea recta del Estadio Panathinaikó , sede de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna y lugar donde estaría la meta el domingo.

La organización diseñó un maratón acorde con su leyenda. Saldrían de Maratón y acabarían en Atenas, simulando el trayecto que realizó el mensajero Filípides antes de caer desplomado. Martín Fiz se presentó en la salida como hacía siempre, con barba de una semana . Lo hacía para endurecer su expresión e intimidar a los rivales. «Así parece que has pasado mucha hambre y que estás demacrado. Los demás piensan: “Este tío ha entrenado”», explica el vitoriano.

Al contrario que la mayoría de seleccionadores, Luis Miguel Landa pudo seguir la carrera desde un coche. Se encontró con Jorge Touriño , juez medidor español, y este le ofreció un sitio. Si no es por Touriño, un autobús hubiera recogido a Landa 30 minutos antes de la salida y le hubiera llevado hasta la meta. Fue un golpe de suerte, aunque tampoco había una estrategia que hiciera imprescindible su presencia en carrera: « La única estrategia era que hablasen entre ellos . Porque en un maratón es muy difícil tener estrategia», asegura Landa.

Susto en el avituallamiento

La carrera de Abel Antón se pudo arruinar de la manera más tonta en el kilómetro diez, cuando un atleta africano quiso robarle el avituallamiento. «No era ni keniano ni etíope, creo que era tanzano», explica Antón. «No había puesto botella de avituallamiento y cogió la mía justo delante de mí. Era mi botella . Se veía perfectamente porque iba rodeada con la bandera de España».

«Abel dio un acelerón y le pegó una palmadita en la espalda . Bueno, fue más fuerte que una palmadita», recuerda Martín Fiz, que iba cerca del atleta soriano. «Pero ahí está la importancia de los avituallamientos, porque cuando hay que beber es al principio de la carrera. Si te quedas sin beber por algo así empiezas a darle vueltas a la cabeza, porque hasta dentro de otros cinco kilómetros no tienes avituallamiento y hay 29 grados de temperatura. Esos pequeños detalles deciden si puedes ganar o no puedes ganar».

Poco después cayeron Diego García y Alberto Juzdado . «Creo que fue el primer y último maratón en el que me he parado», recuerda Juzdado, bronce europeo en 1994. «Al principio me encontraba bien. Estaba atento al grupo pero no respondí a los ataques. Me encontraba “bien”, pero no podía ir más rápido de lo que mi cabeza pedía. A partir del kilómetro 15 las sensaciones fueron malas. Fue algo extraño . No tenía dolores pero sí una pesadez de estómago extraña. No era diarrea ni calambres, pero me quedé vacío. Creo que me deshidraté».

Aunque la carrera empezó a las 8 de la mañana hora local, en Atenas había una temperatura de 29 grados y un 48% de humedad. Para entonces, Martín Fiz y Abel Antón ya habían cazado a Fabián Roncero (escapado en torno al kilómetro 20) y se marchaban sin nadie que les siguiera.

Veía difícil seguir el ritmo que ponía Martín. Pero al cambiar la pendiente empecé a encontrarme mejor. A pensar en ganar

Abel Antón

«Hice lo que pude a muerte. Llevaba el gemelo derecho reventado. Lo que intentaba era sobrevivir porque, cuando quedaban quince kilómetros, yo veía que no iba mal físicamente pero que tenía la pierna un poco tocada. De esto que notas que se te va subiendo el gemelo, que se te carga», explica Roncero, el más joven del equipo con 26 años. «Sabes que tienes que seguir. A mí lo que me animaba es que, aunque iba mal, seguía sexto o séptimo. Pensaba: “Joder, voy mal, pero por detrás no me cogen”. En el kilómetro 35 o 36 iba con un tanzano, Zebedayo Bayo , que se desplomó delante de mí. Se cayó. Se desmayó y entró con una minutada por detrás».

Zebedayo Bayo terminó la prueba antepenúltimo ( 68 de 70 ) con un tiempo de 3:11:19 , a casi una hora de Fabián Roncero. Tardó unos 90 minutos en hacer los últimos siete kilómetros.

«No discutáis»

Martín Fiz lideraba la prueba con Abel Antón pegado a él. Parecía parte de una coreografía. El pequeño vitoriano al trote y una sombra de casi 1,80 copiándole las zancadas. «Al terminar la subida, en torno al kilómetro 30, empecé a encontrarme mal. La suerte es que cambió el circuito y empezó una bajada larga», recuerda Antón, que daba por buena la plata. «Lo primero que pensé es que el segundo puesto lo tenía prácticamente en el bolsillo, que ser segundo en mi primer campeonato del mundo de maratón estaba bien. Pero claro, eso lo pensé cuando me encontraba mal, que Martín tiraba y tiraba y veía difícil seguir su ritmo. Pero al cambiar la pendiente empecé a encontrarme mejor y a pensar en ganar».

«Yo traté por todos los medios quitármelo de encima», añade Martín Fiz . «Pensábamos que el circuito de Atenas se le podía hacer bastante duro porque es un circuito sinuoso y yo podía adaptarme mejor. Lo intenté varias veces pero, a falta de tres o cuatro kilómetros, no es que me sintiera derrotado , pero sabía que tenía muy pocas opciones. Sabes que es la prueba de maratón y que hasta que no cruzas la meta puede suceder cualquier cosa: un descalabro, una subida de gemelo, una deshidratación... Continué hasta el final porque había que continuar, pero a cada paso que daba sabía que lo tenía difícil».

Aquella manera de resolver la carrera dividió a los aficionados de manera espontánea. Los partidarios de Fiz sostenían que Antón se estaba aprovechando de él. Los defensores de Antón, que esto es atletismo y que sálvese quien pueda .

«Me sorprendió Martín, porque yo no hubiese tirado», valora con el paso del tiempo Fabián Roncero , miembro de aquel equipo. «Yo me hubiera abierto como hacen los ciclistas. Aunque me ganase. Me pararía totalmente aunque me cogieran por detrás. Es verdad que Martín jugó sus bazas, como es normal, pero me sorprendió». «Yo se lo he dicho muchas veces a Martín: que él también quería dejar a Abel (Antón) atrás», añade Alberto Juzdado . «Es verdad que como españoles podrían haber ido hombro con hombro. Pero al final fue la ley del más fuerte».

En una de esas, pasó Luis Miguel Landa con el coche junto a la cabeza. «Les dije que no discutieran. Me parece que en el vídeo de Televisión Española se me oye una vez chillarles». Por detrás venía Steve Moneghetti, un veterano corredor australiano, y no podían distraerse. Fiz y Antón (siempre por ese orden) corrían ya por el centro de Atenas. «Martín me pidió relevo, pero yo le dije que el tercero venía muy lejos y que no había necesidad de correr más. Así se lo dije . Todo lo que fuera correr más era ir en perjuicio mío y en beneficio de él», explica el atleta soriano, que se lanzó a por el oro cuando quedaban 300 metros para meta.

Bajé a la pista y venían discutiendo. Me puse entre los dos con una bandera de España y les pedí que se callaran para, por lo menos, salir bien en la foto

Luis Miguel Landa

Visto por televisión, Abel Antón no tuvo mucha dificultad para poner entre los dos veinte metros que le permitieran entrar en meta celebrando. «En ese momento tienes sentimientos de impotencia, de rencor hacia tu rival », comenta hoy Martín Fiz. «Porque quieras que no has estado trabajando durante 2 horas y 12 minutos y en ese tiempo la “pelota” la tuve yo. Que te pasen en el último 200 te genera rencor, odio, impotencia... Pero al poco tiempo reflexionas y te das cuenta de lo que te ha podido pasar. Abel y yo no somos atletas de récord, pero hemos sabido leer muy bien las carreras. Si volviera a correr esa carrera haría la misma táctica».

Cervezas frías

El seleccionador Landa ya estaba en el estadio y bajó corriendo a pista. Allí les pidió lo mismo que desde el coche: «Bajé a la pista y venían discutiendo –recuerda el entrenador–. Yo llevaba una bandera de España y me puse entre los dos para celebrar. En la televisión se ve cómo les pido que se callen para, por lo menos, salir bien en la foto».

Antón y Fiz, llegando a meta Efe

Tras los controles antidoping, el descanso y la comida, la celebración del equipo fue moderada. Cada uno tenía sus motivos para estar contento: Antón oro, Fiz plata, Fabián Roncero sexto siendo protagonista, José Manuel García decimoquinto tras superar momentos de verdadera dificultad... Hubo cervezas en el barrio ateniense de Plaka, pero el mano a mano entre Fiz y Antón seguía muy presente. «Quedamos, dimos una vuelta y estuvimos a gusto», asegura José Manuel García. «Aunque a nivel de Martín y Abel... Pues hombre, había una pequeña tensión . Al final son tácticas de carrera. Había una tensión más o menos sana que interesaba mucho a los medios pero que al final se quedó en nada. Eso dio mucho juego y siempre dará que hablar».

En efecto, de cara a la prensa la rivalidad entre Fiz y Antón fue un instrumento buenísimo para vender un deporte del que la mayoría ruidosa se acuerda cada cuatro años. De puertas para fuera se vendía normalidad entre los dos campeones, pero de puertas para dentro había un pequeño cisma. España volvió de Atenas con la copa del mundo en la maleta, varios ceniceros del Hotel Grande Bretagne y una herida abierta. «Recuerdo que en el aeropuerto se me acercó Diego (García) y me dijo: “Mira, Landa, antes éramos un equipo y ya se ha roto” . Yo le dije: “Bueno, tranquilo, a lo mejor tiene arreglo”. “¿Pero cómo va a tener esto arreglo, hombre?”, me decía. Yo tuve que suavizar y decir que había muchos más campeonatos a los que podíamos ir».

Abel y Martín no tardaron mucho en volver a ser amigos. Su rivalidad vino además muy bien para promocionar el mundial de Sevilla 1999 , que muchos vieron como una reedición del duelo. Hoy los dos imparten conferencias, ayudan a otros atletas y se profesan respeto mutuo. «Hemos llevado una vida un tanto paralela –resumen Martín Fiz–. Hicimos campo a través, luego pista y luego maratón. Y aún seguimos, como un matrimonio , en lo bueno y en lo malo».

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