Europeo de balonmano
La trastienda de Jordi Ribera
Un grupo cohesionado de fisioterapeutas, coordinadores y analistas allanan el camino de España hacia las medallas ocupándose de lo que no se ve
Durante los partidos de la selección de balonmano, los jugadores corren, paran o marcan. En el banquillo es el rostro serio y concentrado, rodillas flexionadas, de Jordi Ribera quien alimenta los primeros planos con el tiempo parado. Detrás de ellos, hay un séquito de profesionales que ni marcan, ni paran ni dirigen el encuentro, pero sin los que sería más difícil que España estuviera tan cerca de alcanzar las semifinales en este Europeo.
Cuando los jugadores empiezan a desperezarse, Juan Caamaño y David Barrufet ya llevan unas cuantas horas despiertos. El delegado y el mánager del equipo trabajan hoy, pero para el futuro, pensando ya en la mejor combinación posible para viajar de Bratislava a Budapest en caso de que se cumpla en la pista hoy ante Polonia (15.30 horas, TDP) y se pase a semifinales. Están atentos por si hay que relacionarse con los patrocinadores o con la Federación Internacional de Balonmano; o modificar los horarios de los entrenamientos o indicar a la organización alguna lesión o gestionar que Daniel Sarmiento que se incorpore al torneo, en menos de 18 horas, con una PCR hecha porque Ian Tarrafeta y Joan Cañellas han dado positivo por Covid.
También serán los últimos en irse a dormir, preparado el día siguiente con todo el material necesario para entrenamientos y partido: ropa de competición, zapatillas, pega (el ungüento que usan los jugadores para afianzar el balón y no resbalarse), petos, material médico, suplementación alimenticia, camillas de los fisioterapeutas o incluso los 18 balones (con dos más de recambio) con los que los jugadores se entrenan cada día. «Unos 550 kilos de material», admite Caamaño, delegado de la selección, a este periódico, documento excel e inventario milimetrado para que no falte nada. Incluso más: «Tenemos una reunión cada mañana y hasta controlamos los lugares donde poder salir a comprar lo que les haga falta en cualquier momento: pasta de dientes, unas zapatillas, cereales adicionales... Anticipamos los problemas que puedan surgir . Hay noches que, como mucho, son tres o cuatro horas de sueño». Hay otro inventario, igual de escrupuloso: el de las comidas que toma el equipo. «La organización lleva un registro aprobado, pero tienes que saber lo que comen los jugadores por si hay una intoxicación alimenticia y corregir enseguida el problema. Y el médico también está en alerta constante por si hay alguna sustancia prohibida que pueda afectar al control antidopaje», continúa Caamaño.
![De izquierda a derecha: David Barrufet, Juan Caamaño y Manuel Weber (guía del equipo)](https://s3.abcstatics.com/media/deportes/2022/01/24/equipo-balonmano-U27643752168Cnj-510x349@abc.jpeg)
Ayer, ni Emilio Martín ni Francisco Daniel Llorente , los fisioterapeutas, tuvieron jornada de descanso. Mientras los técnicos César Montes y Jordi Ribera organizaban el entrenamiento en la pista, ellos atendían a tres jugadores en fase de recuperación; Ignacio Torrescusa , el preparador físico, mantenía en tensión a uno de los porteros; el doctor Juan José Muñoz preparaba partes de lesión para enviar a la Federación por un tema de seguros.
El domingo, los jugadores terminaron el partido ante Noruega sobre las 22.15, ocho o nueve pasaron por las camillas de Martín y Llorente. De sus manos depende que el cuerpo de los jóvenes esté como nuevo en menos de 48 horas y el de los veteranos lo menos castigado posible. Un Europeo es un mes y medio entre concentraciones y torneo y con partidos de máxima exigencia cada dos días.
Entre medias, la labor de Fermín Iturri , encargado de monitorizar y captar en vídeos cortos todo lo que Jordi Ribera necesita para analizar al rival y explicárselo a los jugadores: «Graba también todos los entrenamientos. Y recopila el análisis técnico y táctico; es decir, todos los datos de efectividad, paradas, lanzamientos de un lado o de otro... Llegamos con vídeos de cada rival, pero es mejor analizar los últimos partidos, ya in situ. Tenemos todos los rivales del otro grupo cortados como si fuéramos a llegar a la final, con los posibles equipos de semifinales o quinto y sexto puesto. También duerme pocas horas, va con tres ordenadores...», bromea Caamaño.
Pero el balonmano no son solo números. «De hecho, a veces son engañosos. Lo que te ofrece más datos es la visualización individual del rival». Y para eso, Ribera. «De 24 horas, trabajará de 16 a 18 cada día. No es casualidad que tenga todo tan claro. Es un trabajador incansable. No llega a todo, pero se rodea de lo que para él son los mejores. Hace nueve años, este equipo lo formaban cinco personas. Ahora estamos unas diez . La preparación es específica, los vídeos son exactos, en lugar de uno son dos fisios.... Hay un punto de profesionalización y es muy difícil que se escape algo. Noruega o Alemania tienen un equipo técnico de 16 o 17 personas, casi tanto como jugadores. Es a lo que tenemos que llegar», observa.
Para que los jugadores sigan en su hermética burbuja («ni paseos ni cafés en una terraza, un día detrás de otro con dinámicas de grupo y juegos de mesa», añade Caamaño), Pablo Lozano se encarga de que la prensa pueda tener acceso a todo sin pincharla. Todos forman un grupo cohesionado para que el protagonismo esté solo en los jugadores en los días de partido. Y estos, lo más concentrados posible en los pases, los goles y las paradas.
«En la pista, disfrutar disfrutar del partido... pues no. Estás siempre atento a cualquier cosa que el aficionado no ve, como que a un jugador se le rompa una camiseta o una zapatilla. Cuando se gana sí sientes que hay recompensa. Y los jugadores te agradecen mucho tu trabajo», zanja Caamaño, pendiente de todo para que solo se vea a los jugadores.
Noticias relacionadas