Tiro olímpico

«Y encima el coche se estropea»

Antonio Bailón, Beatriz Martínez, Fátima Gálvez y Alberto Fernández vuelven a casa tras 24 horas retenidos en Abu Dabi en un viaje que se costearon de su propio bolsillo

Bailón, Martínez, Gálvez y Fernández, con sus trofeos a su llegada a España EFE
Laura Marta

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Acabada la pesadilla, vuelven a sonreír, a verse reflejados en los tres oros y la plata que lograron en la Copa del Mundo de Nueva Delhi, que es por lo que Fátima Gálvez, Alberto Fernández, Beatriz Martínez y Antonio Bailón quieren ser recordados y felicitados. Pero tampoco podrán olvidar las 24 horas que pasaron retenidos en un cuarto del aeropuerto de Abu Dabi , donde hacían escala, por una confusión entre la aerolínea y la policía.

Ya de por sí fue una competición dura, especialmente para Fernández. «Me había entrendo y competido muy bien durante todo el año, pero en el torneo tuve una serie muy mala el primer día. Me entró el bajón porque no me lo merecía. Son cosas que ocurren y el primer día fue muy triste. Le quería dedicar a mi madre la medalla porque estaba pasando un periodo un poco malo y yo me veía fuera de final, estaba penúltimo. Al día siguiente hice lo que tenía que hacer: rompí todos los platos que se me ofrecieron y esperé a que los demás fallaron. Y en la final, la disfruté. Plato a plato y cuando me quise dar cuenta estaba recibiendo el premio. Tan divertido que se me hizo corto», explica a ABC, con el oro en las manos.

También Fátima Gálvez estaba feliz tras el torneo, con su plata en el torneo más importante del año: «Había hecho seis tiradas internacionales, hice cambio de arma a principio de año y me afectaba porque hay que coger confianza otra vez. De las seis tiradas, entro en cinco finales y me quedo cuarta, cuarta, sexta y sexta. Esta era la última y quería conseguir la medalla que he trabajado tanto durante todo el año . Podía haber sido oro, pero muy feliz y muy contenta».

El pleno llegó con los oros conquistados por Antonio Bailón y Beatriz Martínez en la modalida mixta. Un fin de semana perfecto que se vio oscurecido unas horas después. «Llegamos al aeropuerto de Nueva Delhi, nos ayudaron los de la federación internacional. Llegamos a Abu Dabi, nos tomamos una cocacola y cuando fuimos a entrar en el avión nos dicen que tiene que hablar con nosotros en privado», inicia Fernández el relato. «En mis años como profesional nunca me había pasado algo así. La ida fue sin problemas y a la vuelta, te dicen que falta un papel de una de las armas. Iba a ser un tema de una hora, luego dicen que en tres horas se soluciona. A la quinta encerrados en aquel cuartito sabíamos que iba para largo: a Antonio lo tachan de terrorista porque se piensan que ha comprado el arma en el mercado negro de la India. Por mucho que les dijimos que veníamos del torneo, con toda la documentación firmada, las licencias... El papel del arma se les había extraviado», relata Gálvez, que recibió también la Medalla de plata al Mérito Deportivo por toda su trayectoria.

«No entraban en razones, es un país muy estricto con las normas por armas. Intenté llamar por teléfono pero lo prohibieron, aunque sí podíamos tenerlo. Contacté con la Federación, con el CSD y buscamos la dirección de la embajada para enviarles un email. Todos empezaron a moverse desde el segundo uno», continúa Fernández, ahora feliz con su oro dedicado a su madre en las manos. Pero reconocen haber pasado momentos de miedo: «Éramos como prisioneros. No sé cómo tratan a los terroristas, pero era la imagen de las películas: encerrados, te mandaban callar, no nos dejaban hablar ni entre nosotros . Nadie daba explicaciones ni quería hablar con nosotros. Aislados por completo».

Juicio rápido

No obstante, la ayuda estaba en camino, desde España con el cónsul Emilio Contreras, desplazado al aeropuerto, desde el CSD y la Federación, y también con un tirador amigo de Gálvez que se presentó desde Dubái en cuanto la tiradora le explicó lo ocurrido: «Es policía y lo trataron con máximo respeto. Fue quien nos dio comida y agua , porque allí nos tuvieron las primeras seis horas sin nada».

No solo les ofreció comida, también apoyo y una declaración como testigo. Para demostrar que ni Bailón ni los demás eran terroristas, sino deportistas, se realizó un juicio rápido, con la presencia del cónsul español. Un mero trámite, pero que les hizo tomar conciencia de la gravedad del asunto. «No éramos conscientes de lo que podía conllevar esa situación. Si no se llega a firmar nuestra libertad en esta vista rápida, pues a lo mejor Antonio se hubiera quedado allí . Para ellos era un terrorista », sigue Gálvez.

Al final, la compañía aérea encontró el papel que faltaba y reconoció su error. Los cuatro embarcaron y llegaron a España, donde se han convertido en el ejemplo de la dureza del deporte de élite. En lo bueno, por haber superado las adversidades, y en lo menos bueno, ellos se pagaron el viaje.

Un viaje que salió de su bolsillo

«La Federación está en concurso de acreedores y pasando un mal momento, no consideraron que este torneo fuera importante, pero era un regalo que nos habíamos ganado porque a esta Copa del Mundo solo van los doce mejores del año. Si no hay dinero porque se ha destinado a cosas del propio deporte: base, promoción… sabemos todos cómo está la crisis y la situación, eso lo entenderíamos y no nos costaría pagar lo que fuera. También recibimos alguna ayuda por parte del CSD y de ADO, que es nuestra preparación, pero cuando hay un dinero presupuestado y no se emplea para esa competición porque no lo creen oportuno o conveniente con una valoración personal… eso sí molesta porque tenemos que utilizar dinero que debemos utilizar para nuestros entrenamientos en ir a las competiciones cuando eso debería estar cubierto», explicó Gálvez. «Nos sentimos tristes. Llevamos todo el año sin técnicos ni concentraciones y nosotros queremos seguir en lo más alto del ranking, por eso decidimos pagarnos el viaje», completa Fernández. Los cuatro reclaman que esta atención y este reconocimiento sea continuo. «Nos lo hemos ganado», concluye Gálvez.

«Y encima el coche se estropea. Lo dejamos en el parking del aeropuerto y al cogerlo para volver a casa vemos que la rueda está pinchada y que no hay batería. Cambiamos todo y al arrancar, explota la rueda de recambio», se ríe Fernández. Una última broma para cerrar una odisea de campeones.

«Y encima el coche se estropea»

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