Rugby
El Mundial de Francia 2023 tendrá música española
La selección derrota a Portugal en un partido agónico (33-28) y se clasifica, 24 años después y por segunda vez en su historia
Santiago Santos, seleccionador: «La clasificación para el Mundial es crucial para desarrollar el rugby español»

La mañana se presentaba prometedora para lo que se esperaba: una jornada de gloria para el rugby español . Después de veinticuatro años de sequía y de la experiencia fallida de hace cuatro, nadie quería pensar en un patinazo que volviese a frenar la evolución de este deporte. El romanticismo y el seguir siendo una gran familia están muy bien, mas aumentar la atención mediática , lograr más patrocinadores y una competición poderosa darían al balón oval un poderío nunca soñado.
Y, para eso, el primer paso lo dio un giro inesperado de las previsiones meteorológicas. Para estos últimos días invernales se esperaba un frente atlántico que cuajase de lluvias la capital. De manera que este domingo la selección decidió plantear su decisivo partido ante Portugal tirando de cancionero y, al ritmo del 'los pajaritos cantan y las nubes se levantan', se presentó en el Central de la Complutense con un sol radiante y un público deseoso de entonarles todas sus consignas. «Hoy no estábamos quince jugadores sobre el campo, sino trece mil locos con la camiseta roja», señalaba Lucas Guillaume. «Aunque intentas mantenerte en tu burbuja para estar siempre concentrado, abajo se escucha todo y las canciones y los apoyos nos han llevado arriba a nosotros y han sorprendido a los portugueses».
Gracias a este soporte los hombres de Santi Santos pudieron rehacerse después de un comienzo dubitativo en el que cedieron la iniciativa a sus rivales. Las notas castrenses de la banda de Almogávares que habían levantado el ánimo de los espectadores en los momentos previos se transformaron en silencios de preocupación. Los lusos no perdían la cara al partido (5-10, a los doce minutos) y hasta que Frederic Quercy no ensayó cinco después para empatar y Manu Ordás convirtió para el 12-10 la grada no empezó a respirar. Ya cambiaron los nervios por ilusiones y al ritmo del «a por ellos, oé» vieron que poco a poco los suyos se hacían con el mando del partido.
Apoyo sin límite
A fuerza de apretar los dientes, los leones se acercaban la línea de marca lusitana con las esperanza de dejar sentenciado el partido. Y aunque lo lograron con dos ensayos de Marco Pinto que llevaron al descanso con 24-17 nunca pudieron relajarse. «El partido fue un toma y daca constante» señaló Jordi Jorba . «Nosotros anotábamos, ellos también, fue de lo más intenso. Pero afortunadamente siempre mantuvimos el control y nos mantuvimos serios haciendo nuestro trabajo. Esa fue la clave», concluyó el catalán.

Y no le faltaba razón. Mientras la gente hacía la ola en la grada y bailaba el ‘Sweet Caroline’ en el entretiempo, las consignas del seleccionador Santi Santos debieron de resonarles a sus hombres a música celestial. «Hace cuatro años ya viví una situación así ante Rumanía y ahora teníamos que rematar la faena que no logramos concluir entonces», recordaba Fabien Perrin, justificando que los de la Roja salieran más motivados si cabe. Estaban a 40 minutos de la gloria y eran plenamente conscientes de ello. «En mi caso llevo veinte años dedicado de pleno a esto, sin vacaciones ni descansos, y no podía fallar» recordaba F rederic Quercy, pieza fundamental de este combinado multicultural que Santos ha sabido unificar para lograr el objetivo común del Mundial 2023 .
Por eso, España trató de templar los nervios y de mostrar sus fortalezas en lugar de sus carencias. El juego rápido y a la mano le permitió ir adelantando líneas y, con la inclusión del percutor Titi Futeu , levantó las pasiones y las ventajas se consolidaron en la decena de puntos según pasaba el tiempo (27-17, 30-20 y 33-23). De manera que cuando se alcanzó el último cuarto de juego todo parecía indicar que la fiesta local estaba a punto de caramelo.

Pero los vecinos no estaban dispuestos a permitirla. Querían salvar las opciones que aún tenían para clasificarse y lucharon con denuedo para conservarlas. Se lanzaron a un ataque desesperado en los últimos momentos y ajustaron el marcador a 33-28, lo que heló la sonrisa a más de uno. «Sabíamos que íbamos a sufrir, pero era nuestro momento y no lo íbamos a dejar pasar», confirmaba un emocionado Manu Mora, que a sus 37 años no estaba dispuesto a dejar de vivir el mayor momento de gloria del rugby nacional. Por eso el cántabro estalló de alegría cuando el árbitro señaló el final y certificó la clasificación de los hispanos para el Mundial por segunda vez en su historia . Estará en Francia el año próximo. Junto a Mora lo hicieron los miles de aficionados que, desoyendo los consejos de la megafonía acerca de la no invasión del terreno de juego, se lanzaron a festejar con los suyos el logro conseguido.
Entre ellos se encontraba gente anónima y conocida, como el exseleccionador de baloncesto Pepu Hernández o el cómico Leo Harlem, que disfrutaban de los cánticos de «sí, sí, sí, nos vamos a París» en medio de un auténtico delirio colectivo. La iniciada vuelta de honor al estadio nunca se pudo completar porque los héroes rugbísticos no cesaban de hacerse fotos con sus seguidores. De manera que, como trinó Sabina, «nos dieron la una, las dos y las tres». Y de allí nadie quería marchar.
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