Golf

Jon Rahm, menos grasa para atracarse a grandes

Al contrario que DeChambeau, el español ha optado por adelgazar diez kilos para estar en la mejor forma en los majors

Rahm llega al número uno del mundo

Rahm, en el Memorial de este fin de semana REUTERS

Miguel Ángel Barbero

En los últimos días se habla mucho en el golf profesional de la estrategia de Bryson Dechambaeu de sumar kilos de músculo para ganar más potencia y, de paso, más torneos. Como la fórmula le ha funcionado, poco más hay que decir salvo los problemas físicos que a la larga pueda tener.

Por contra, Jon Rahm tomó otra vía de preparación durante el confinamiento. En lugar de machacarse a ingestas de proteína y gimnasio, prefirió hacer dieta sana, adelgazar y buscar su progresión en otras áreas del juego. El español es consciente de que para ganar en los grandes (después de diez victorias profesionales es lo que realmente le motiva) no hace falta ser el que le pega más fuerte, sino el que se maneja mejor en el juego corto. De manera que apenas cogió un palo de golf en su retiro de Arizona y se centró en los aspectos técnicos que necesitaba mejorar.

La consecuencia inmediata en cuanto volvió a la competición después de tres meses parado fue una absoluta descoordinación entre lo que le ordenaba su mente de ganador y lo que ejecutaban sus manos, todavía oxidadas por la inactividad. Le faltaba adaptarse a su nueva fisonomía, ya que, igual que DeChambeau tuvo que aprender a convivir con un cuerpo más ancho, ahora Jon tenía que ejecutar sus golpes con mayor margen de maniobra para sus brazos. Con diez kilos menos y más movilidad, era lógico que sus tiros estuvieran desajustados.

No pasó el corte en su primera prueba y en las dos siguientes acabó en unos puestos muy desacostumbrados para él (33 y 37), lo que le hizo replantearse su calendario. En lugar de tomarse dos semanas de descanso antes de afrontar la importante cita del Memorial (el torneo de Jack Nicklaus que todo profesional ansía ganar para tener la foto final junto al mito), volvió a la actividad antes de lo previsto. Aprovechando que, de manera excepcional, la semana anterior se incluyó un nuevo torneo en la misma sede de Ohio, se apuntó por sorpresa. Ya no se trataba solo de probarse a sí mismo, sino también de ver cómo se veía en un campo de auténtica competición.

Dado que su meta son los grandes y que el PGA Championship está a la vuelta de la esquina, era la mejor manera de afrontar los puertos de montaña de la temporada sin dudas en la cabeza. No obstante, aunque las tres primeras rondas del Workday dejaron un buen indicio en el de Barrica, los resultados bajos no terminaban de llegar. Estaba arriba en las estadísticas de distancia y eficacia pero seguía flojeando en los greens. Así, con el punto de mejora ya detectado, únicamente falta ese clic que hiciera girar de nuevo la maquinaria del putt. Y ese momento llegó en la cuarta jornada, cuando firmó 64 golpes y le volvió de nuevo la sonrisa a la cara. Sabía que había dado con el elemento perdido y que la parte dura del trayecto ya la había superado.

De manera que esta última semana en Muirfield Village ha sido una de las más felices de su vida. Desde el amistoso benéfico que disputó el miércoles se sintió como un pez en el agua y el juego comenzó a fluir como debía. A la vez, el Oso Dorado pidió que endurecieran las condiciones del campo para que fuera un auténtico test para los golfistas y ahí es donde Jon se salió. Mientras sus competidores se iban estrellando en un recorrido con condiciones de US Open (cada vez más firme y largo por la dureza del clima), Rahm se relajó como nunca y jugó de libro, con el aplomo de un gran campeón.

En campo exigente, con nuevo cuerpo y mejores sensaciones, los majors ya le están esperando.

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