La rabia de Contador, a 4 segundos de ganar la París-Niza

Geraint Thomas, el sedoso galés de tez pálida, resoplaba como un búfalo en el turno de entrevistas, finalizada la París-Niza en el meláncolico Paseo de los Ingleses frente al Mar Mediterráneo. Le preguntaba el periodista y jadeaba el ciclista británico del Sky, aún sobresaltado y con el corazón encogido después de haber resistido el ataque rabioso, ardor guerrero sobre la bicicleta, del último campeón del ciclismo.

Contador no entiende el deporte sin contienda. Con el rival no se pacta, se pelea, piensa él y piensan todos los aficionados a los que seduce con su estilo único, inconformista. Contador proporcionó a todos, a sus seguidores y a sus detractores, una sesión maravillosa de ciclismo en las colinas que rodean Niza.

Geraint Thomas habló de conmoción y estado de shock, de ofuscación y niebla en los ojos. «Lo vi todo perdido», sentenció mientras soplaba su angustia.

Contador le atacó con saña y disciplina. Asalto programado desde la pizarra por el Tinkoff, que puso contra las cuerdas al poderoso Sky. A 50 kilómetros de la meta, mucho terreno y porcentajes por delante, descosió al equipo inglés y dejó a Thomas solo. El Sky se reagrupó y protegió a su líder sudoroso a los pies del col d'Eze, el puerto símbolo de la París-Niza.

Allí volvió Contador a fustigar a su enemigo. Majka aceleró y lanzó al español, que otra vez se despidió del galés. Junto a Richie Porte y Wellens, emprendió el madrileño un descenso afilado, en el que mordía cada peralte, cada quitamiedos.

En la meta del Paseo de los Ingleses, el belga Wellens venció sin dificultad a Contador y Porte. Las bonificaciones mantuvieron la incógnita hasta el gong. Por cuatro segundos, la soberbia ofensiva de Contador no mutiló a Thomas. Pero esas iniciativas, ese empeño por no conformarse después de haberlo ganado todo es lo que ubica a Contador tan lejos de los demás.