Ciclismo
Nairo Quintana, de la Volta a las cumbres de Combita
El colombiano, ganador de la carrera catalana, necesita regresar a su país y a sus raíces humildes

Unas horas después de sofocar los arrebatos de campeón de Alberto Contador en la suave montaña olímpica de Montjuic y de enfundarse por último día el jersey blanco a rayas horizontales verdes que lo acredita como ganador de la Volta a Cataluña, Nairo Quintana se engancha a su smartphone y al mundo virtual que le procura. La factoría ciclista del Movistar se apresta a embarcar en el aeropuerto del Prat de Barcelona, pero el alma máter del equipo está enfrascado con el Twitter ( «A Dios agradezco poder contar con un gran equipo y el apoyo de la afición. Gràcies») y con las aplicaciones que le conectan con el punto nuclear de su vida: Combita, las montañas del departamento de Boyacá, los olores de Colombia...
Quintana, como Martin Luther King, tiene un sueño. Lo escribe como resumen escondido en su último tuit, #sueñoamarillo. El sueño del Tour. Dos veces lo ha corrido y dos veces ha sido segundo detrás de Chris Froome. Está decidido a rebasar esa frontera y convertirse este verano, con 26 años, maduro y confiado, en el primer colombiano en ganar el Tour.
Pero sabe Nairo y saben sus directores, asesores y auxiliares del Movistar que solo lo conseguirá si cultiva sus orígenes. El Tour de la primera multinacional española tiene que pasar por Colombia. « Los rusos y los ciclistas del este son más fríos , pero los colombianos no pueden pasar dos meses sin estar en su país», dice Fran Ventoso, el velocista cántabro.
Escalas en Bogotá
El Movistar, su manager Eusebio Unzué, le ha diseñado otro año de competición en Europa con escalas en Bogotá. La próxima semana volverá a encontrarse con Contador en la Vuelta al País Vasco. Luego, las clásicas de las Árdenas. Y desde Bruselas, un avión con rumbo a Combita, el pueblo agrícola de 14.000 habitantes situado en el centro del departamento de Boyacá, a ocho kilómetros de Tunja, la capital donde Induráin consiguió el oro del mundial contrarreloj en 1995.
«Además del afecto y de sentir al lado a sus padres, a su familia, a su gente, Nairo se puede entrenar a 2.400 metros de altitud », explica el doctor del Movistar, Jesús Hoyos.
Las estaciones de esquí de España, el Teide, Sierra Nevada y cualquier montaña de más de 2.000 metros con infraestructura hotelera recibe la visita de ciclistas en invierno o primavera. Allí se nutren del bien más preciado para su recuperación: glóbulos rojos, oxígeno para los músculos. Nairo lo tiene a las puertas de la casa que su padre, Luis Guillermo Quintana, construyó en adobe, tejas de barro y latón antes de que un accidente lo dejase con la cadera atrofiada y limitado para vender en el mercadillo de Combita la fruta y las hortalizas que sembraba en la tierra.
La lavadora de Eloisa
El ciclista más prometedor del mundo necesita recorrer la loma de El Moral, el puerto que devoraba cada día hace quince años para desplazarse desde su hogar al colegio Alejandro Humboldt, 18 kilómetros y 45 minutos más allá en bicicleta. Cuentan en el Movistar que no puede respirar ni plantearse objetivos sin estrechar la mano de los compatriotas que pensaban que él, tan pequeño y flaco, no podría ser otra cosa en la vida que un buen campesino como su padre.
El ciclismo ha cambiado el paisaje de Nairo Quintana. Su madre, Eloisa Reyes, ya no tiene que desplazarse un par de kilómetros a pie para agenciarse baldados y lavar la ropa de sus cuatro hijos. El ganador del Giro 2014 le regaló una lavadora con su primer sueldo. Ya no hay goteras en la casa de adobe de los Quintana. Nairo vive con su mujer y su hija en un chalet en Combita. También su hermano Dayer, ciclista del Movistar y vencedor este febrero del Tour de San Luis. Y lo mismo sus padres, ahora propietarios de una vivienda sin estrecheces ni habitaciones compartidas. Nairo, que acaba de ganar la Volta y está a punto de coger un avión, va para allá en unas semanas.
Noticias relacionadas