Mundial de rugby
Sudáfrica, campeón de doce en doce
Los africanos ganaron en 1995 y 2007 y este sábado, ante Inglaterra, buscan repetir la secuencia
Después de un mes y medio de torneo, el Mundial de rugby llega a su conclusión con una final inesperada: Inglaterra-Sudáfrica. No tanto por la falta de cualificación de los contendientes como por la sorpresa de no ver en ella a Nueva Zelanda, Australia, Irlanda o Gales. Ninguno de ellos habría desentonado, pero el calendario y los aciertos en los momentos clave propiciaron que se repitiera el choque decisivo de 2007, en el que los Springboks obtuvieron su segundo cetro universal ante los británicos. Entonces los ingleses eran los favoritos, pues defendían el entorchado logrado en 2003.
Sin embargo, los sudafricanos le dieron la vuelta a la tortilla en un mítico partido en París y lograron su segundo Mundial, que llegó de una manera igual de inesperada que el primero. Doce años antes, en pleno cambio político y social en el país, Sudáfrica organizó un campeonato que fue el mejor aldabonazo para reforzar la política antiapartheid de Nelson Mandela.
Con un equipo unido, en el que los blancos y los negros compartían con orgullo su nueva bandera, dieron la campanada al superar en el último momento a una Nueva Zelanda que, como siempre, era la que acaparaba todas las apuestas. Pero con todo un país detrás, el liderazgo de François Pienaar y un drop extraordinario de Joel Stransky en la prórroga los verdes hallaron el puesto en la historia que la política les había negado. El momento tuvo tanta épica que el escritor John Carlin lo convirtió en un best-seller («El Factor Humano») y Clint Eastwood en un éxito cinematográfico («Invictus»).
Una evolución truncada
Pese a ser uno de los países rugbísticos más clásicos (se empezó a jugar en Ciudad del Cabo en 1860), sus participaciones internacionales se vieron muy mermadas por los distintos boicots a los que les sometían el resto de países para forzar el cambio. Y cuando soplaron aires nuevos a principios de los noventa, toda su maquinaria comenzó a funcionar. Los Springboks volvían a ser tan temibles como siempre y bien sabían los ingleses.
Desde su primer enfrentamiento en Londres en 1906 hasta 1969 nunca consiguieron vencerles, de ahí que en el hemisferio Sur no estén ahora muy de acuerdo en el favoritismo que se les otorga a los europeos cada vez que se cruzan sus caminos. De hecho, en el balance global cara a cara, Sudáfrica ha ganado 25 veces, Inglaterra 15 y se han registrado dos empates.
Pero, aunque les guste llegar en un papel secundario a la final, pues así pueden traspasar la presión a sus rivales, tampoco pueden negar la evidencia: estos días su juego está siendo mucho menos brillante que el inglés. En las semifinales, Sudáfrica fue táctica y rácana en ataque, buscando frenar a los galeses a toda costa, e Inglaterra brillante y explosiva que sacó del campo al los All Blacks a base de carácter y buen juego.
En el duelo de hoy en Yokohama se van a ver dos estilos de rugby muy distintos, los de Eddie Jones y Rassie Erasmus . El primero dotará a los de la isla de juventud y de creatividad con el dúo Ford-Farrell y el segundo seguirá fiel a su idea de una delantera veterana, poderosa e infranqueable.
Quienes estarán atentos desde lejos son los All Blacks; ayer le ganaron el bronce a Gales (40-17) y no querrán perder su condición de únicos tricampeones.