ALPINISMO

Muere Nil Bohigas, defensor del alpinismo honesto

El montañero catalán es recordado por su espectacular ascensión en estilo alpino al Annapurna

Nil Bohigas ABC

M. Á. BARROSO

Nil Bohigas ha dejado este mundo demasiado pronto, a una edad (58 años) en la que su magisterio era muy necesario para conocer el verdadero espíritu de la montaña , tan alejado de la tecnología, el dinero y el vedetismo. El alpinista nacido en Barcelona se temía ver algún día a un helicóptero depositando turistas en la cima del Everest (una aberración que ya sucede en el Polo Norte, un lugar que también formaba parte de su equipaje sentimental). Aunque su pasión le obligaba a descargar adrenalina, nunca le gustó el riesgo por el riesgo.

En 1984 y en compañía de Enric Lucas escaló la cara sur del Annapurna Central al estilo alpino , es decir, de forma autosuficiente, cargando con su propia impedimenta (comida, tienda de campaña, equipo de altura), emulando a Hermann Buhl o el gran Reinhold Messner. Fue uno de los hitos del alpinismo español. «Éramos un grupo de amigos, cuatro hippies que pudieron disfrutar de los paisajes de un campo base a 4.000 metros», recordaba 25 años después en la revista «Desnivel». «Escogimos esta montaña por su espectacularidad y porque llegó antes el permiso del Gobierno de Nepal. Nos fuimos a la pared sin saber por dónde subiríamos. Decidíamos sobre la marcha, no dependíamos de un equipo».

La «diosa de las cosechas» (así se traduce Annapurna del sánscrito) fue el primer ochomil en ser hollado, en 1950, y el que tiene peor reputación, una escalada sembrada de seracs (bloques de hielo rodeados de grietas), muy expuesta a las avalanchas. Cuatro de cada diez alpinistas que lo retan jamás vuelven. Por eso es también el menos codiciado: ocupa el último lugar en número de ascensiones entre las montañas más altas del planeta. Allí fue donde Nil Bohigas escribió sus páginas más memorables.

Mucho antes, en la adolescencia, empezó a explorar junto a su hermano Néstor y otros compañeros de cordada las paredes de Montserrat y Pedraforca. Lo primero, lo de casa. Después, los Alpes, la meca cercana, con algún susto, como cuando tuvo que ser rescatado en la cara norte del Eiger (Suiza) cuando intentaba una escalada invernal. Y, por supuesto, el Himalaya, con la conquista del Everest en 1988 después de dos intentos fallidos, y la referida del Annapurna.

Lejos de coleccionar ochomiles, Bohigas buscó retos que le satisfacieran. En 1991 se convirtió en el primer español en alcanzar en solitario el Polo Norte magnético tras recorrer casi 800 kilómetros en 78 días. También fue un parapentista de renombre: su salto más recordado fue el que hizo desde la arista oeste del Everest, a 7.300 metros, en 1988.

Dedicó los últimos años a la gestión de eventos deportivos. El trabajo de oficina no le apartó de los viajes. En su opinión, todos los niños deberían experimentar la montaña. «Aunque la aventura no está en el Everest o en el Polo Norte. Es el espíritu ante lo desconocido».

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