Premios Laureus

La misión de Tegla Loroupe

Brilló en el maratón y ahora ayuda a los más necesitados. Organizó el primer equipo olímpico de refugiados para Río

Tegla Loroupe, durante su entrevista para ABC Laureus
Carlos Tristán González

Carlos Tristán González

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El colegio más cercano al hogar de Tegla Loroupe (Kenia, 1973) estaba a diez kilómetros de distancia, así que durante años, día tras día, aquella niña no tuvo más remedio que ir corriendo a clase. «No había otra manera por lo que hacía mucho ejercicio», cuenta con una sonrisa a ABC en la antesala de la celebración en la ciudad de Berlín de los Premios Laureus 2020 . Hija del campo y criada entre hombres, Loroupe siempre disfrutó del deporte: «Peleaba por ser mejor que mis hermanos y a veces incluso lo conseguía». Ella, que rompió las barreras que muchas otras no pudieron, se terminó convirtiendo en una figura del atletismo de larga distancia gracias a su espíritu de lucha: «Las niñas en mi país apenas recibimos apoyo si queremos dedicarnos al deporte, así que no fue fácil».

Como toda buena historia, comienza con un giro inesperado , un golpe del destino que lo cambió todo. Y es que cuando era una niña, a Loroupe lo que le gustaba de verdad era el fútbol , pero un infortunio acabó mandándolo todo al traste. O no, según se mire. «Me gustaba jugar con los chicos hasta que un día uno de ellos me rompió un pie. Era muy pequeña y no me dejaron seguir jugando con ellos. Fue entonces cuando decidí empezar a correr y me di cuenta de que me encantaba», cuenta ahora.

Paso a paso, zancada a zancada, fue rompiendo moldes hasta convertirse en una promesa del atletismo . Y eso que la primera vez que dejó su país para competir, según cuenta, se dio de bruces con la realidad: «Mi primer viaje fue a Japón y lo que mejor recuerdo es que hacía mucho frío porque era diciembre. Yo tenía ropa normal, ¿sabes? Venía de Kenia y ni siquiera tenía unas zapatillas para correr , así que fue bastante duro». Eran sus inicios.

Pese a todo, venció. En la actualidad, Loroupe cuenta con varias medallas mundiales y aún ostenta los récords de 25 y 30 kilómetros. En 1998, de hecho, consiguió el récord mundial de maratón, siendo la primera mujer africana en lograrlo. En Nueva York salió dos veces campeona, un éxito que repitió en Londres, Rotterdam, Hong Kong, Berlín y Roma. Ahora, en cambio, su vida es muy distinta.

Retirada de las pistas desde hace años, Loroupe está volcada en cuerpo y alma en el activismo . Así, en 2003 creó su propia fundación con la que se ha ganado el respeto internacional, llegando incluso a ser nombrada embajadora del deporte por la ONU. Mediante esta organización ayuda a los más desfavorecidos y media para la resolución pacífica de conflictos entre distintas comunidades de su país. «Estoy muy orgullosa. Trato de ayudar a los niños, a las mujeres y a todo aquel que quiera dedicarse al deporte. Intento aportar todo lo posible para apoyar a quienes no tienen oportunidades».

Ayudar a los demás

Loroupe fue quien organizó el primer equipo de refugiados de unos Juegos . Ocurrió en Río 2016, cuando diez deportistas refugiados desfilaron bajo la bandera olímpica. «Soy una atleta con unos orígenes muy pobres así que tengo algo que transmitir a esta gente. Los refugiados son personas que dejan su país porque están huyendo de una terrible situación y tendemos a olvidar que son humanos como nosotros. No son criminales. Ellos dejan todo atrás y se quedan sin nada. Es gente que atraviesa desiertos y océanos para tener una vida mejor. Dentro de cada refugiado hay una historia».

En un campo de entrenamiento en su Kenia natal, a las afueras de Nairobi, Loroupe lleva a cabo su misión. Las mujeres se cuentan por decenas y todas tratan de seguir su ejemplo para salir adelante: «Si eres mujer siempre tienes que luchar, sea donde sea, pero en África es diferente. Sé lo que es no tener facilidades y por eso lucho para dar oportunidades a aquellas niñas que lo tienen más difícil». Para ayudar a toda esta gente, Loroupe les facilita el acceso a la educación: que ninguna niña tenga que volver a correr diez kilómetros para ir a la escuela: «La educación es fundamental para mejorar tu futuro porque te abre muchas puertas. Por eso es uno de nuestros objetivos».

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