Un homenaje a los clásicos

Quien esperara ver un duelo a cara de perro, duro y sangriento, salió decepcionado. No hubo nada de eso. Pero el combate con el que Mike Tyson regresaba al boxeo después de quince años tampoco fue un simple divertimento ni una excusa para que algunos salieran un poco más ricos. El que fuera el campeón más joven de los pesos pesados contó con la complicidad de Roy Jones Jr. para brindar un bonito homenaje al deporte en el que una vez fueron los reyes. No hizo falta mucho, solo el empeño de dos cincuentones por vibrar de nuevo encima de un cuadrilátero que rezumaba talento.

La Comisión Atlética de California se había encargado de aguar el fenomenal impacto que había generado el combate. Limitado a ocho asaltos de dos minutos, sin posibilidad de noquear y con unos jueces obligados a repartir los puntos de sus cartulinas a partes iguales para que se acabara en empate, el duelo careció del suspense de las grandes veladas. A cambio, fue una oportunidad de volver a ver a dos púgiles que lo fueron todo en su época. Se habla mucho de Tyson, pero enfrente había un boxeador superlativo, posiblemente uno de los tres mejores de la última década del siglo XX. Jones es uno de los pocos privilegiados en poseer un cinturón mundial en cuatro categorías distintas, del medio al pesado. Un artista que construyó su marca a partir de un directo demoledor y unas fintas exquisitas y descaradas.

Cada uno se tomó la exhibición a su manera. Tyson, 54 años, admitió haberse relajado antes del combate fumando marihuana, sustancia que quedó fuera de las normas antidopaje exigidas. El de Brooklyn, al que casi se le escapan las lágrimas mientras se presentaba el duelo, salió al ring con el calzón negro que lució siempre en las grandes ocasiones. Jones eligió uno blanco, morado y amarillo en homenaje a Kobe Bryant . Ambos se ciñeron a su papel. Tyson salió en tromba y dominó en los primeros rounds mientras Jones, en su papel de gacela, esperaba para lanzar algún contragolpe. Se vio algo de los famosos uppercuts con los que «Iron» machacaba las costillas de sus rivales. También asomó la prodigiosa técnica de Jones, esa que le hizo medirse con los mejores antes de dilapidar su fortuna y pasear su aura de campeón en combates de medio pelo en la Europa del Este. Todo resultó elegante y sin marrullerías, un boxeo serio y digno.

A mitad de pelea los micrófonos instalados en el vacío Staples Center de Los Ángeles recogían la respiración pesada de los contendientes, fatigados por el exceso al que estaban sometiendo a sus cuerpos de 54 y 51 años, respectivamente. El final de la pelea le sentó mejor a Jones, más joven y retirado hace menos tiempo, que maquilló un resultado que difícilmente le habría dado opciones de haberse puntuado con rigor. Tyson logró impactar 67 golpes, incluidos 35 al cuerpo, por 37 de su rival. El gran protagonista de la noche propuso más y se agarró menos.

«Podría haber hecho todo mejor así que, si Dios quiere, me superaré en la próxima exhibición», dijo un Tyson realmente feliz al acabar. Luego, echó por tierra la posibilidad de enfrentarse a un regreso más profesional. «Esto es mejor que luchar por un cinturón o por un campeonato. Estoy contento de que haya sido un combate nulo».

El excampeón avanzó que ahora pretende pelear en Europa, «tal vez en el sur de Francia», mientras se sigue explorando la posibilidad de completar la trilogía ante Evander Holyfield y cerrar también el capítulo de aquella oreja arrancada. «Estamos haciendo cosas buenas por el mundo y estaré encantado de repetir». Tyson donará los diez millones de dólares que recibirá por la pelea a causa benéficas. Jones no fue tan explícito sobre lo que hará con los tres millones que le corresponden de la bolsa.