Alpinismo
El K2 en invierno, la última conquista del alpinismo
Sergi Mingote persigue alcanzar la última cima virgen de la estación más dura y lo hará coliderando una expedición gigante en la que participarán hasta 55 alpinistas

Al K2 la llaman la montaña salvaje y el apodo no es baladí. Realmente se trata del ochomil más técnico y complicado. El que menos ascensiones suele registrar al año y el único, hasta el momento, cuyo punto más alto no se ha pisado nunca en invierno . Su cumbre -situada a 8.611 metros- se esconde a la vista desde el campo base, como si quisiera guardar sus secretos en estos meses tan duros del invierno en los que nadie se ha acercado a ella. Sólo un par de expediciones -de los siete intentos registrados en los últimos 30 años- consiguieron llegar a los 7.650 metros . Lejos aún del ataque a la cima. La última gran conquista pendiente del alpinismo.
El cerrojazo provocado por la pandemia en el Himalaya y el Karakórum durante las temporadas de primavera y otoño ha impulsado los sueños de diferentes grupos de alpinistas, decididos a hacer historia en las próximas semanas. Por eso, el campo base del K2 se parece estos días a una pequeña ciudad , a la que llegan en cuentagotas los deportistas y los porteadores cargados de material y de víveres para equipar la montaña y sobrevivir al frío invierno. La morrena sobre la que se asientan las tiendas, a 5.000 metros de altura, es un lugar inhóspito, donde el viento es un compañero habitua l. Su molesta presencia se hace más incómoda a medida que se asciende por el espolón de los Abruzzos, la ruta más común para llegar a la cima, y por momentos se hace insoportable cuando se superan los 7.000 metros. « El viento en el K2 es constante y condiciona el ascenso. Entre eso y lo complicado que es técnicamente, su cumbre se vuelve muy muy difícil . Cuando llegas al último campamento en altura es como si aún te quedara otra montaña por subir y es ahí donde comienza la parte más comprometida. Todo eso es, además, terreno desconocido, pues nadie ha alcanzado ni siquiera los 8.000 metros en invierno . Si nosotros lo logramos, la expedición ya sería un éxito», reconoce a ABC Sergi Mingote, que coliderará la expedición más numerosa de todas en el K2.

Su presencia allí es casi una casualidad. El catalán se encontraba buscando opciones para continuar con su proyecto de ascender los 14 ochomiles en solo 1000 días (quería ir al Cho Oyu) cuando recibió la proposición de integrarse en una expedición multinacional rumbo al K2 bajo el paraguas de la agencia «Seven Summit Treks» . Una idea tan atractiva que no pudo rechazarla. «Volver al K2 era algo que no entraba en mis planes, pues cuando lo ascendí en verano de 2018 lo pasé tan mal que me prometí no regresar jamás . Pero los deportistas somos así, y aquí estamos otra vez», bromea poco antes de emprender el viaje que le llevó hasta Pakistán el pasado fin de semana. Allí comenzará de verdad una aventura en la que lleva un mes y medio pensando día y noche. Encomendado en cuerpo y alma a este sueño que se le apareció casi de repente. «Este es el gran reto histórico que le queda al alpinismo clásico . La última gran conquista del ser humano en las grandes montañas. Por eso estar aquí era una oportunidad única que no podía perderme», apunta el alpinista español, que será la cabeza visible en la montaña de una expedición gigante cuyo líder es el mítico Dawa Sherpa .
«En total seremos 55 los alpinistas y sherpas que estaremos trabajando en la montaña , pero habrá alrededor de 70-80 personas en el campo base, además de un centenar de porteadores», reconoce Mingote, sin hablar del resto de expediciones , más modestas, que también compartirán su mismo objetivo. De hecho, hace días que el islandés John Snorri se encuentra trabajando en altura con Ali Sadpara y su hijo Sajid Ali , a los que se unirá el nepalí Nirmal Purja con sus colaboradores y otra expedición más comandada por Mingma Gyalje Sherpa . Demasiados equipos y un mismo objetivo. Algo que puede ser una ayuda, si existe colaboración, pero que puede convertirse en una pesadilla si cada uno decide hacer la guerra por su cuenta. « Yo soy un tipo conciliador, que ayuda a conectar y a crear buen ambiente . La gente de la montaña me conoce bien y creo que esto es algo muy importante que puedo aportar cuando llegue al campo base», explica Mingote, que además de unir a los diferentes miembros de su equipo -llegados de diferentes partes del planeta-, tendrá que mediar con el resto de las expediciones .
«Llegaremos donde nos deje la montaña. Tenemos mucho respeto y sabemos que si llevan 30 años intentándolo sin éxito es por algo»
El catalán, al que acompañará el madrileño Carlos Garranzo , sabe de la dificultad del objetivo y es realista. « Llegaremos donde nos deje la montaña . Yo no he dicho en ningún sitio que esta vez es la definitiva. Tenemos mucho respeto y sabemos que si llevan 30 años intentándolo sin éxito es por algo. Creo que es un reto posible, que se conseguirá algún año y ojalá sea este . Yo, por mi parte, sueño y me imagino en la cima, como hago siempre que vengo a escalar un ochomil, pero soy consciente de que tendremos muy pocas ventanas de buen tiempo y que será la montaña la que decida por nosotros», asume con frialdad. De hecho, sabe que pasará muchos días metido en la tienda a la espera de un buen parte meteorológico y por eso se ha llevado varios libros, películas, un ajedrez y una baraja de cartas . «Hay que matar el tiempo, porque las horas se hacen larguísimas y con el frío que hace fuera apenas se puede estar al aire libre », señala el alpinista, al tiempo que deja un dato que estremece. « El otro día había una temperatura de -58 grados en la cumbre , lo que unido a las rachas de viento de 105 km/h suponía una sensación térmica de -71 grados. Así es imposible escalar ninguna montaña y esa situación es muy normal en el K2 en invierno».
Alcancen o no su objetivo, lo único que no quiere Mingote es que se repita la odisea que vivió en 2018, cuando estuvo a punto de morir en el descenso de esa misma montaña. « Fue una bajada terrible, sin apenas visibilidad, que me llevó más de 30 horas . Muy duro. No quiero volver a vivir algo así. En invierno sería imposible llegar hasta el campo base en esas condiciones», reconoce Mingote, que pasará las navidades lejos de su familia por primera vez en mucho tiempo. «Se hace duro, porque son fechas especiales, pero es la vida que he elegido», apunta con una mueca agridulce, pero determinado. Convencido de que persigue un sueño gigante que puede situarlo para siempre en las páginas de oro de la historia del alpinismo . Reto mayúsculo que espera a 8.611 metros, en la cúspide perfecta que forma la cima del K2. La última conquista del alpinismo.