Historia

Cuando la política salpicó al deporte

La historia nos ha dejado múltiples episodios en los que los asuntos de Estado eclipsaron la competición pura

Diego Armando Maradona mete el primer tanto a Inglaterra en 1986

CARLOS TRISTÁN

Los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang nos dejarán una imagen para el recuerdo. Las dos Coreas , enemigas desde hace más de sesenta años, desfilarán juntas en la ceremonia de apertura. Además, un equipo de hockey sobre hielo femenino estará formado por jugadoras de ambos países, un hito en la historia de la península que puede suponer un punto de inflexión en las difíciles relaciones entre ambos Estados.

Este hecho servirá para que la política muestre una vez más su cualidad de empaparlo todo. En determinadas situaciones y contextos, nada es ajeno a ella. La historia está repleta de enfrentamientos que trascendieron lo deportivo y en los que la política acabó eclipsando la competición pura.

El atleta que enfureció a Hitler

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial , Alemania albergó los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Aquel evento fue la excusa perfecta de Adolf Hitler para demostrar ante el mundo entero la superioridad de la raza aria. Estaba obsesionado con que Alemania lograra el mayor número de medallas posibles y consideraba esta celebración una manera de reforzar su propaganda nazi. Para Hitler, estos Juegos iban más alla de lo meramente deportivo.

Sin embargo, el atleta estadounidense Jesse Owens se encargó de aguarle la fiesta y se convirtió en el héroe de la competición, al arrebatarle a Alemania cuatro medallas de oro. Adolf Hitler se negó a aplaudir sus logros como venía haciendo con el resto de ganadores, y cuando un miembro del Comité Olímpico le aconsejó que o aplaudía a todos por igual o a ningún atleta, Hitler optó por no aplaudir a nadie más. Unos Juegos Olímpicos pensados por Adolf Hitler para encumbrar la raza aria terminaron convirtiendo en una leyenda a un hombre negro. Una celebración que, además, evidenció los tintes supremacistas, racistas y xenófobos de la Alemania nazi.

La Eurocopa de 1964 contra los rusos

La España franquista tenía entre sus principales enemigos a los comunistas soviéticos. Tal era la rivalidad , que en 1960 la selección española de fútbol quedó eliminada de la Eurocopa tras negar Franco la entrada al país a la selección rusa para disputar los cuartos. Cuatro años después, Franco concibió la final de 1964 como una oportunidad perfecta para anotarse una victoria sobre el comunismo. Tal y como cuentan las crónicas de la época, el gol de Marcelino que puso el 2-1 brindó a España una victoria deportiva y política sobre la URSS.

«Por encima de sus evidentes valores deportivos, esta final de la Copa de Europa de Naciones tiene una extensa significación cívica y política que solo los miopes empecinados pueden ignorar», aseguraba la crónica del diario ABC del día siguiente. Manuel Vázquez Montalbán rememoraría el triunfo años después con esta palabras: «La victoria sobre el enemigo de fondo , la exportadora de la revolución mundial, de la monstruosa hidra cuya cabeza hemos cercenado en 1939».

Un enfrentamiento político al ajedrez

Dos modelos políticos se han enfrentado al ajedrez en más de una ocasión. Bobby Fisher se convirtió en «el hombre contra los rojos» del gobierno norteamericano. Su lucha contra Boris Spassky fue el reflejo sobre un tablero de la Guerra Fría y la contraposición de dos modelos: capitalismo contra comunismo. La victoria definitiva de Fisher en 1972 terminó convirtiéndole en un héroe para sus compatriotas y acabó relegando a las críticas del Gobierno ruso a su rival.

Años después, dos modelos de sociedad soviética se vieron las caras en una lucha entre negras y blancas. Anatoly Kárpov , sucesor de Bobby Fisher, se había convertido en el Campeón del Mundo en 1975 y era un referente para el gobierno del Kremlin. No obstante, con la aparición de Gary Kaspárov , un soviético crítico con el régimen, dos modelos de sociedad se vieron las caras. El triunfo de Kaspárov sirvió para adivinar el cambio que se avecinaba. La llegada de Mijaíl Gorbachov al poder años después le tuvo a él como embajador, convirtiéndose en un icono de la nueva Rusia emergente contra la vieja URSS.

La venganza de Argentina por las Malvinas

Los cuartos de final del Mundial de 1986 han pasado a la posteridad por albergar uno de los partidos más míticos de la historia del fútbol. Con el recuerdo de la Guerra de las Malvinas aún presente, aquel 22 de junio Diego Armando Maradona se convirtió en el héroe del partido y de un país. Sus dos goles , ambos antológicos, pusieron a Argentina en la semifinal del torneo y brindó a muchos de sus compatriotas la ilusión de una venganza bélica.

«Más que vencer a un equipo de fútbol, estábamos derrotando a un país. Por supuesto que antes del partido nos habíamos dicho que el fútbol no tenía nada que ver con las Malvinas, pero todos sabíamos que en la guerra habían muerto muchísimos niños argentinos, tiroteados como pájaros. Esto era la venganza» , llegó a declarar el astro argentino. Los llamados «gol del siglo» y «la mano de dios» tuvieron tanto valor futbolístico como político. «Fue como recuperarse un poco», afirmaría Maradona después.

José Luis Brown , jugador que compartió vestuario con Maradona durante aquel Mundial, relató para un documental las palabras que el «10» usó para alentar a sus compañeros: «Vamos eh, vamos que estos hijos de puta capaz nos mataron a un vecino, capaz nos mataron a un familiar». Este ambiente refleja la realidad de un partido de fútbol en el que el balón compartió protagonismo con la política.

Cuando la política salpicó al deporte

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación