Juegos Paralímpicos
Héctor Cabrera, bronce en jabalina
El valenciano se resarce de la quinta plaza en Río con un lanzamiento de 61.13 y da la medalla 33 para España en Tokio
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Iba tan preparado a Río 2016 que los nervios también ocuparon plaza en su cabeza. No había disfrutado en el tartán , por eso perdió la medalla. Pero aprendió, vaya si aprendió, y Héctor Cabrera lanzó la jabalina con ese recuerdo en la cabeza hasta los 61.13: medalla de bronce, la primera de su carrera. Es la presea 33 para la delegación español, que supera el límite de hace cuatro años y con tres jornadas por delante.
A pesar de las ganas que tenía de quitarse aquella espina de Río, el valenciano no tuvo el más plácido de los ciclos. Lesiones y operaciones que lo dejaron con menos tiempo para preparar la cita. Pero también con una plata mundial en Dubái y un récord del mundo de su categoría y llevaba en la cabeza lecciones muy bien aprendidas, y el deporte es mentalidad casi por encima de cuerpo.
«Hace años que nos pegamos con gente de una categoría superior. Pero esto es la competición, nos toca ser mejores que ellos y, en este caso, si hubiéramos habla un año y medio atrás te hubiera dicho que podríamos haber peleado por el oro, pero en estas circunstancias estoy más que contento por haber conseguido el bronce y a mí me sabe como un oro», comenzó el atleta.
«En mi caso la lluvia no ha influido. Solo quería lanzar la jabalina, llegar al final, meter los pies y que saliera como saliera. Hemos intentado tocar una cosita técnica en el lanzamiento, pero el cuerpo ya no llegaba para más . La intención era lanzar lo más lejos posible, terminar la competición cuanto antes y, de verdad, coger unas buenas vacaciones, que ya hace falta», analizó sobre su prueba. «En la cámara de llamadas, la estrategia era muy diferente. Era intentar notarnos bien en el primer lanzamiento y meter uno tranquilo que nos diera un puesto por encima de cuartos, 58-59 metros, pero después de un retraso de 40 minutos, nada más salir, a mi guía Alexis le he dicho 'vamos a muerte'. Esto es una vez en la vida y son seis tiros . Como diría el Cholo, partido a partido; pues en mi caso, tiro a tiro», prosiguió.
«El nivel va subiendo, y nuestro nivel también va subiendo. ¿En París? Pues ojalá. No te digo que no. La intención la tenemos y el trabajo lo tendremos. En Río dije que esta medalla iría para una persona muy especial que falleció en 2016, que fue mi abuelo , un referente para mí. Se la he dedicado cuando he subido al podio, y en la pista. Para mí siempre será mi ídolo», confesó.
Ha sufrido mucho con la rodilla, pero tuvo que tragarse las molestias para esta prueba: «Me duele a rabiar, ahora está ardiendo. Hemos hecho un vendaje extrafuerte, íbamos probando vendajes durante semanas y hoy he dicho 'ponme dos tiras más que no sé cómo aguantará'. Este vendaje ha funcionado muy bien y estoy supercontento», continuó.
Han pasado cinco años desde la última vez que se calzó las zapatillas paralímpicas y a Tokio llegó sin las de lluvia: «No, jaja, no las llevaba. Pero al final lanzamos en jabalina y ahí hay clavos y no hay ningún problema. Teníamos un poco de miedo porque vimos que los olímpicos el tartán se movía. Al final no ha sido así. Para nosotros las condiciones han sido perfectas. Y la competición ha sido más que perfecta».
Cabrera es mucho más que un atleta, es también el protagonista de un libro para niños y mayores sobre la discapacidad, la integración , el deporte como motor de una vida, sin importar las capacidades. Es su propia historia hecha cómic . Allí explica las aventuras y desventuras de un niño que a los 11 años le dicen que tiene una enfermedad llamada síndrome de Stargardt y que va a ir perdiendo la visión. Ese niño estudia, trabaja, se entrena, es casi completamente independiente y ahora, en Tokio, es bronce paralímpico en jabalina.
El cuento no termina así, pero sí la realidad. Faltan muchos capítulos que el deportista quiere seguir escribiendo. Por el momento, el capítulo de Tokio es de los mejores.
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