Greipel gana y se va

Cumplida su jornada laboral y conseguidos los objetivos fijados en su contrato, Andre Greipel recoge los bártulos y se va. El ciclismo se ha convertido en oficio de especialistas. Los corredores acuden a su cita, despliegan su corolario de virtudes y se despiden hasta la próxima. Greipel consiguió su tercera victoria en el Giro de Italia, la quinta de los alemanes (Kittel logró dos en Holanda), y al mismo tiempo que enchufaba el piloto automático en las declaraciones (gracias al equipo, muy satisfecho, día difícil, tal y cual) anticipaba que se marcha de la carrera.

¿Para qué seguir?, se debe preguntar Greipel, radiante con sus tres triunfos. ¿ Para qué sufrir en los Dolomitas y armar cada día el vagón de los velocistas en las montañas? ¿Para qué luchar contra el cierre de control? Pensamiento práctico y decisiones rápidas. Greipel dijo hola y adiós.

Ganó después de una etapa que paró en Bibione, playa del Adriático próxima a Venecia considerada la playa de los deportistas. Fue una demostración absoluta de un equipo, el Lotto-Soudal, educado para competir en la planicie.

Los gregarios de Greipel se movieron como defensas de Simeone con una captura de la vista. Todos a una y en mecánicos ejercicios coordinados para evitar cualquier intromisión. Ritmo alto, curvas tomadas a cuchillo y siempre varios efectivos con Greipel.

El Gorila conoce su oficio y el australiano Caleb Ewan, el velocista del que habla todo el mundo, lo está aprendiendo. En Bibione aprendió otra lección. Cómo cerrar a un adversario sin desviar la trayectoria y arrinconándolo contras las vallas. Eso hizo Greipel con él y así le impidió discutir una victoria que celebró con cierta comodidad. Mientras Ewan sigue pensando cómo pudo anular su velocidad, Greipel ya está pensando en ganar más etapas en el Tour. Y despedirse cuando se quede sin planes.