BOXEO
Fury destroza a Wilder y reina sobre los pesos pesados en Las Vegas
El «Gipsy King» obliga a la esquina del campeón estadounidense a tirar la toalla tras un castigo de siete asaltos. Le arrebata el cinturón del Consejo Mundial de Boxeo y la imbatibilidad, al tiempo que llama a la puerta de la unificación con Joshua

«El rey ha vuelto», clamó Tyson Fury tras derrotar al temible Deontay Wilder y romper el empate del primer combate entre ambos. Y tanto que ha vuelto. El «Gipsy King» de Manchester dominó de principio a fin al «Bombardero de Bronce» en el Grand Garden Arena del MGM de Las Vegas y le arrebató el cinturón de campeón del Consejo Mundial de Boxeo (WBC). El castigo era tal que la esquina del de Alabama tuvo que lanzar la toalla en el séptimo asalto.
Este trapo blanco que quería evitar males mayores demostró dos cosas a este deporte: que se puede regresar del inframundo de las drogas y el alcohol -en el que se hundió Fury después de haber derrotado al gran veterano Wladimir Klitschko- y que Wilder no ofrece nada al boxeo más allá del martillo de Thor que tiene en su puño derecho , que no es poco, y que, de hecho, lo había convertido en el peleador más letal de los últimos tiempos sobre un ring, pero que anoche no alcanzó a su oponente.
Ya en los primeros compases del duelo de gigantes quedó claro que uno de los dos púgiles iba a perder esta noche la condición de invicto. Fury llegaba con un 29-0-1; el campeón, 42-0-1, y esta nueva lid no iba a concluir con otro nulo. El pronóstico fácil decía que Tyson Fury ganaría a los puntos o Deontay Wilder por la vía del ko, pero el británico demostró desde el primer asalto que no quería 12 rounds, que era capaz de tumbar al hombre que nunca había tocado la lona . Y lo logró en el tercero. Tras una exhibición de manejo del jab, «el Rey Gitano» conectó una derecha sobre la oreja de Wilder, en el filo de la parte posterior del cráneo, bordeando lo reglamentario, y el de Tuscaloosa se fue al suelo.
Nunca le había ocurrido algo así en su carrera profesional. Wilder, con 41 ko en sus 42 victorias, besaba la lona. Se levantó, pero ya nada fue igual. El boxeo comienza en las piernas, y «The Bronze Bomber» se había quedado sin las suyas . Tyson -se llama así por Mike, el rey de otra época dorada de los pesos completos- se iba llevando cada asalto con un boxeo técnico, estudiado: guardaba la distancia con su larga izquierda y entraba a conectar a su oponente. Dominaba la contienda valiente pero con respeto, pues un misil de Wilder podía dar la vuelta al combate. El estadounidense venía de derrotar a Luisito «King Kong» Ortiz, que le estaba dando una auténtica lección de boxeo, llevándose seis asaltos seguidos con rotundidad, hasta que un «martillazo» en la sien destrozó al cubano.
Pero esta vez la derecha de Wilder no acababa de comparecer. Fury la esquivaba con esa asombrosa agilidad de sus 2,06 metros y más de 120 kilos. Llegó el quinto asalto y el británico cerró una combinación con un gancho de izquierda al cuerpo, a las partes blandas. El hígado duele y Wilder se va de nuevo a la lona . Resiste, suena la campana, pero se sienta en su taburete y el gesto lo dice todo sin usar palabras: sacadme de aquí, lo nunca visto en el altivo campeón, capaz de declarar que en su carrera «solo falta un muerto». Ojos de temor y un hilo de sangre que le brotaba del oído , fruto del castañazo recibido dos asaltos atrás, presagiaban un final próximo.
En el sexto Deontay deambuló y Tyson siguió muy concentrado, sin apenas hacer sus habituales gestos cómicos e histriónicos, hasta que en una de los muchos abrazos y agarrones que se dieron, el británico, muy confiado en la victoria, aprovechó para lamerle el cuello a su oponente, justo por donde le deslizada la sangre del oído. Made in Fury . En la esquina de Alabama las caras eran largas. Querían llevarse a su hombre a casa, aunque fuera sin cinturón.
Arrancó el séptimo, en el que Fury conectó un gran crochet de izquierdas, acorraló en la esquina a su rival y comenzó a castigarlo con una lluvia de golpes llegada del cielo de Manchester . El árbitro paró la pelea. El campeón destronado lo miró con gesto de desaprobación, como si puediera aguantar más, pero el «referee» señaló con el índice el trapo blanco que había unos metros a la derecha del ring. Estaba ahí para proteger su integridad física. La larga racha de defensas del título terminaba. Perdía el cinturón del WBC.
Tyson Fury reina no ya sobre los gitanos, sino sobre el mundo del boxeo, aunque con permiso de su compatriota Anthony Joshua, que recuperó en el desierto de Arabia los tres cinturones que le había arrebatado Andy Ruiz . Mandan los británicos en esta nueva era dorada de los pesos pesados, pero la pelea por la unificación -previsiblemente en Londres- tendrá que esperar , pues el tercer Fury-Wilder estaba firmado antes de esta noche mágica de Las Vegas.