Tokio 2020
De espaldas a por la medalla
Con un oro europeo como credencial, las remeras Aina Cid y Virginia Díaz no se conforman con ser finalistas en Tokio
El hockey femenino, sin complejos
Lo primero que hace la gente cuando Aina Cid y Virginia Díaz dicen que son remeras, en la categoría de dos sin timonel, es imitar el movimiento de las piraguas o el kayak que tan bien han representado siempre en España Maialen Chourraut, David Cal, Saúl Craviotto o Marcus Cooper Walz. Ellas sonríen y niegan con la cabeza. Tienen que explicarse: «No, no, nosotras vamos hacia atrás» . Y descolocan al personal, claro. Pero no les importa, sobre todo porque esperan dar la campanada en Tokio 2020 y que ya nadie, en España, vuelva a confundirse con su deporte.
Llevan ya tiempo asomando en los grandes torneos. De hecho, Cid (Tarragona, 1994) tiene en su palmarés un diploma olímpico de Río 2016, y un bronce mundial con Anna Boada -retirada temporalmente por problemas personales-. Con Díaz (Cantabria, 1991) logró el oro en el Europeo que se disputó en junio de 2019 en Lucerna (Suiza) , primera medalla europea en el palmarés del remo español. Y consolidadas en la élite, ya no se conforman con menos que con el podio en Tokio. Aunque sea hacia atrás.
«Serán mis segundos Juegos. En Río con Anna fuimos contra todo pronóstico y logramos ser finalistas. Y sinceramente, este año... finalista ya lo he sido . Estamos entrenándonos para pelear por las medallas. Si lo haremos, no lo sé, ya se verá cómo está el patio, pero al menos tener la opción de luchar por ella», explica. «Contra todo pronóstico», amplía, porque Cid y Boada llevaban muy poco tiempo remando juntas. Y en este deporte, la comunicación y la complicidad con la pareja es fundamental.
Lo explica con Díaz, su actual pareja, con gran bagaje internacional en la modalidad de scull, bronce en los Juegos del Mediterráneo 2018. «Uno de los problemas que teníamos el año pasado era la comunicación. Ella tenía una forma de comunicarse y yo otra. Lo que hace el tiempo y la confianza es que con una palabra o incluso con el tono de voz somos capaces de entender qué es lo que está pasando y qué quiere cada una exactamente. Si no te entiendes vas perdido. A altas intensidades en una regata, tienes poco tiempo para pensar, para hablar y decir muchas explicaciones. Es una palabra, un algo, un número que ella interprete bien para que sepa exactamente qué hay que hacer. Por ejemplo, ‘Todo’ es: todo lo sque te quede. Cerrar a no llegar. Ahora lo entendemos pero cuesta llegar a un acuerdo comunicativo. Y no se puede competir si no nos entendemos. Para mí es un vínculo muy especial».
Desarrollar otros sentidos
En la embarcación, Díaz se sitúa en la parte delantera y Cid en la de atrás. No ven dónde está la meta, y solo se giran en los entrenamientos cuando no conocen la ría en la que trabajan para evitar chocarse o dañar la embarcación. En competición, nunca se pierde tiempo en girar la cabeza. Ante su falta de «visión» desarrollan y agudizan otros sentidos para saber dónde están ellas, las rivales y qué deben hacer en cada momento.
«Sobre todo el oído y el conocimiento de tu cuerpo. Esto... me cuesta explicarlo. Tengo una percepción de mi cuerpo, para mí, increíble. Sé exactamente dónde está, qué pasa y qué estoy haciendo con él en cada paso. Para ser buenos hay que perfeccionar la técnica y para eso tienes que saber muy bien cómo es tu cuerpo. Con el oído y viendo cómo se mueve el agua sabes perfectamente dónde están los rivales », analiza.
Después de año y medio de entrenamientos y torneos, Díaz y Cid se conocen a la perfección. La estrategia para cada competición fluye y se va adaptando a sus características. Porque el remo no es solo salir y tirar. «Buscamos explotar nuestros puntos fuertes y minimizar los débiles. Y aunque no puedes depender del rival, también tienes que ver sus puntos fuertes y débiles. Y puedes variar tu propuesta para atacarlos. Pero solo en momentos clave. Si estás pendiente del rival no haces tu trabajo».
«No nos sirve un charco»
Igual que tienen que decir ‘no, no soy palista’ -«las sensaciones de estabilidad son muy distintas, en piragüismo vas un poco por debajo del agua, nosotras nos deslizamos por encima», tienen que negar que cuenten las «paladas». «Es imposible, son 2.000 metros. Solo contamos para marcar cambios de ritmo, de intensidad. Para hacerlo las dos a la vez. La intensidad de salida es muy alta y no aguantaríamos toda la regata , así que contamos por etapas o decimos ‘en dos’, para empezar a variar ahí».
Les gustaría variar también la visibilidad de su deporte. Como en Inglaterra, que se considera una modalidad de prestigio. Aquí, en España, no hay demasiadas instalaciones para practicarlo en condiciones: «Nos movemos de Banyoles a Sevilla y de ahí a Galicia. Poco más. Tenemos que estar donde haya agua, pero no nos sirve un charco. Necesitamos más de dos kilómetros; al día podemos hacer 20 kilómetros y si la ría solo tiene uno no te da. No puede ser rocoso porque dañaríamos los botes. Y el que llevamos nosotras cuesta unos 20.000 euros; los remos, unos 800. A veces encuentras sitios, pero no hay instalaciones; a veces son zonas naturales y no hay embarcadero... es difícil».
Pero para Cid y Díaz la dificultad es un aliciente. Cid, que comenzó en este deporte por tradición familiar y porque en Amposta era casi más común hacer remo que fútbol o baloncesto, ya tenía muy claro desde pequeña cuál era su meta en la vida: «Ganar una medalla en unos Juegos Olímpicos. Siempre fue un juego, pero con un objetivo a largo plazo». A por ella van, aunque sea de espaldas.
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