Juegos Olímpicos
La gimnasia rítmica quiere quitarse la espina
La selección afina sus ejercicios para que el cuarto puesto de Londres 2012 se convierta en medalle en los Juegos de Río 2016 [vídeo]
Las cintas atraviesan el aire con delicada sutileza. Fiuuuu, fiuuuu. El cansancio se va notando en las cinco integrantes del conjunto nacional de gimnasia, pero saben que para clavar el ejercicio necesitan la concentración al máximo. Quedan pocos meses para los Juegos de Río, llevan poco tiempo planeando la coreografía. Poco, porque Alejandra Quereda señala para ABC que para dominarlo bien, «mínimo, un año».
Sandra Aguilar, Quereda, Artemi Gavezou, Elena López y Lourdes Mohedano son un grupo compacto en el esfuerzo y en las alegrías. Son cinco pero funcionan como un todo: se conocen desde hace mucho, quedan para salir, todas ganan y pierden todas. «Puedes tener un mal día, y al siguiente lo tiene otra. En los momentos de cansancio es cuando hay que tirar para arriba. Aunque en competición no sientes ese cansancio», señala la capitana. Tienen un mismo objetivo por el que se levantan cada día y repiten puntos del ejercicio una y otra y otra y otra vez. Quieren deslumbrar a los jueces. Tienen todavía unos meses para perfeccionarlo, los más duros, dicen todas, porque la espera para que llegue el gran momento se hace larga.
Con un error, hay broncas y hay ánimos. «De todo, claro, porque hay que levantarse», anima Aguilar. La medalla se trabaja desde el detalle, con la música como punto de origen y con su sentimiento y su destreza como potenciador. Junto con las entrenadoras Sara Bayón y Anna Baranova deciden qué melodía las emociona más. «Nos proponen algunas melodías y entre todas lo debatimos, cuál nos puede ir mejor, cuál nos anima más, cuál nos gusta menos... Si no nos llega al alma es más difícil interiorizarla, y debemos llegar a los sentimientos del público», subraya Gavezou. «Nos adaptamos a cada compás de la música, no siempre es igual y hay que saber interpretarla bien, o rápido o lento, alegre o triste. Aunque al principio lo único que piensas es ¡que el aparato esté en el suelo el menos tiempo posible!».
Compenetración
Sonríen con resignación cuando se les pregunta cómo sobreviven en un deporte que solo recibe los focos de los Juegos y se les exija un triunfo aunque no se valore siempre lo que se han dejado en el camino. «Cada vez hay más atención, pero nos movemos porque nosotras queremos ser cada día mejores. Nos apasiona la gimnasia». Y se nota: en cada ensayo la cinta cae mejor, el paso sale más fluido, y salen más contentas. Pasitos para que la canción llegue a los sentimientos del público y los jueces. Aunque no siempre las calificaciones, tan subjetivas, sean bien entendidas . Italia falló en Londres 2012 y aún así, apartó a España del bronce: «Forma parte del juego. Lo tienes que asumir, dependen muchas cosas que no controlas: salir primera o última, horarios...», explica Mohedano.
Fuera del tapiz, también son un grupo compenetrado. Aunque cada una tenga sus amistades, salen a cenar o de compras. «Porque amigos hay, lo difícil es vernos», sonríe López y ríen las demás en señal de afirmación. Una complicidad que resulta muy beneficiosa en cuanto ejecutan la rutina. Basta una mirada o una mínima señal para corregir posiciones o dar ánimos que signifiquen una buena recompensa.
Una complicidad que se ha hecho más evidente en los últimos torneos, obligadas también por los rivales. Más exigentes, más rusos . «Desde Londres todo está más reñido, es más interesante para el público y para los jueces, no hay nada decidido», asegura Quereda. «A veces nos cuesta comunicarnos con otras chicas durante los torneos porque nadie habla inglés, todas hablan ruso o tienen a alguien que lo habla», añade Aguilar. ¿Les da tiempo a hacer algo de turismo? «¿Qué? No, en absoluto. Aeropuerto y pabellón», responden a la vez, como un todo.
Termómetro
Si en competición no sienten el cansancio, en estos meses previos no dejan que ningún contratiempo las separe del camino. Quereda, por ejemplo, aplaza operaciones y relaja sus estudios de Medicina. Todo se pospone a después de la cita. Comienzan los torneos y los controles internos en el Centro de Alto Rendimiento (CAR). El entrenamiento es meticuloso y exigente. Baranova y Bayón cortan cada poco la música para corregir pasos y actitudes. Entre todas debaten, explican y deciden si modificar algún detalle. Un paso más a la derecha, un giro menos a la izquierda.
Son las dos de la tarde. El cansancio se refleja en sus rostros: son siete horas, seis días a la semana. Quieren irse a comer, pero tienen un ejercicio que pulir y solo en los entrenamientos se permitirán el error. Las peores rivales, ellas mismas. Son el termómetro que les dirá cómo ha finalizado un ejercicio. «Siempre competimos contra nosotras. Con independencia del resultado, terminaremos satisfechas si lo hemos hecho bien . En el Mundial de Stuttgart, por ejemplo, salimos del escenario que no cabíamos en nosotras. Nos lo habíamos dejado todo y habíamos salido exultantes». Fueron bronce. Quieren llevarse esa sensación a Río 2016, su segunda cita como conjunto.
Todas han crecido en madurez personal y profesional. «Lo pasamos genial en Londres, pero Brasil va a ser diferente, seguro», sonríe López. «Vamos a disfrutar mucho más», añade Quereda. «Por nosotras no quedará», sentencia Mohedano. Antes de salir, la capitana advierte: « Pero, sssh, este ejercicio todavía es secreto , ¿eh? Música y maillot». Lo estrenan esta semana en Finlandia. Y van a sorprender.