Alpinismo

Cómo transformar en agua los colosos de piedra

El cámara y alpinista Luis Miguel López Soriano, que acompaña a Carlos Soria en el Himalaya, capta así la belleza de las montañas

Laila Peak (6.096 m.), en el Karakórum L. M. L. Soriano

MIGUEL ÁNGEL BARROSO

Las Torres del Trango , conocidas como las Catedrales de la Tierra , forman una de las postales más impresionantes del mundo, un grito de piedra que asienta sus abismos sobre descarnadas laderas. Al pie de aquel espectáculo vertical situado en la cordillera del Karakórum, en Pakistán, Luis Miguel López Soriano hizo un alto en el camino que le llevaba hacia el campo base del K2. Era el 13 de junio de 2004. Olvidó por un rato su perfil de cámara de altura (trabajaba entonces para el programa «Al filo de lo imposible» , de TVE), sacó el cuaderno, el lápiz, el pincel y la pequeña caja de acuarelas y se dispuso a atrapar aquella belleza.

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El pincel, escurrido con agua de glaciar, dio forma a la Gran Torre del Trango, la Torre sin Nombre, Paiju Peak y otros colosos que se levantan en este macizo. «Añadí un trazo de porteador en primer término», recuerda. «Mientras pintaba los contornos del Trango, a miles de kilómetros de distancia mi hija Lucía nacía en un hospital de Madrid. Tardé dos meses en conocerla, pero en aquel momento ya sentía que formaba parte de mi vida. Por eso esta es una de mis acuarelas favoritas».

Glaciar Savoia, en el Karakórum

López Soriano ha recogido en el libro «Montañas de agua» (Desnivel) medio centenar de las cumbres más altas y hermosas del planeta, trasladadas de los decorados al bloc -de la piedra al agua- durante los últimos 25 años. «Soy un autodidacta. Me gusta pensar que la pintura es un contrapunto a la tecnología de la imagen con la que trabajo habitualmente, y que el agua de los glaciares le da un toque poético. Me evado y conecto con el paisaje. Son apuntes sencillos que me llevan un par de horas. Busco tranquilidad, pero a veces no puedo evitar que la gente de las aldeas se me acerque a curiosear. Recuerdo que en un pueblecito en la frontera entre Afganistán y Pakistán las niñas empezaron a hurgar con palitos en las acuarelas y a pintarse la cara. Ir a estos lugares buscando solo un objetivo deportivo es un error. Esta afición es una forma de llevarme parte del paisaje, y también recuerdos, emociones...». Experiencias que se cuentan en el libro, letras junto a las láminas.

Cámara, realizador, editor y profesor en el Instituto Europeo de Diseño, el pasado sábado viajó al Himalaya como avanzadilla de una nueva expedición BBVA con Carlos Soria, el «increíble abuelo de las nieves» , que a sus 77 años recién cumplidos es el ochomilista más veterano del mundo (ha escalado nueve de estos gigantes pasados los 60 años de edad). El abulense sigue empeñado en hollar las 14 cumbres más altas del planeta. Por ahora suma once. Le faltan el Annapurna (8.091 metros), el Dhaulagiri (8.167) y el Shisha Pangma (8.013). Esta primavera planea conquistar los dos primeros , después de que hace un año tuviera que renunciar al doblete debido a las malas condiciones meteorológicas. Fue justo antes del terremoto de Nepal, que cerró la temporada alpinística en aquella región de Asia.

Amadablam

«El Annapurna es muy complicado, según avanza la primavera los aludes lo hacen intratable , por eso hay que subirlo rápido, al final del invierno», señala López Soriano. Por supuesto, estos ochomiles forman parte de la nómina de «montañas de agua». «He retratado cumbres famosas, pero también otras sin bautizar. ¿La más bella? Probablemente el Amadablam (6.812), que subí el otoño pasado con Carlos Soria». La ascensión fue el broche de oro a un proyecto de ayuda humanitaria en Nepal, con reconstrucción de aldeas remotas y un trekking solidario por el valle del Khumbu. Desde la cumbre del Amadablam se disfruta de una de las vistas más sobrecogedoras del Himalaya: Everest, Lhotse, Makalu, Kanchenjunga, Cho Oyu... y un horizonte infinito de cumbres, valles y glaciares.

«En muchas ocasiones pienso que para Luis escalar montañas es solamente una excusa para conocer gentes y lugares. Nunca duda ante la posibilidad de quedarse en una pequeña aldea o permanecer varios días con pastores trashumantes», relata Carlos Soria. «Las acuarelas que ha pintado no buscan la perfección técnica, pero no creo que haya otras realizadas con más amor, observando la montaña con ojos de alpinista y pintor , durmiendo en sus laderas mientras intentaba llegar a la cumbre...».

Pintando junto a jóvenes aldeanos en las montañas de Afganistán David Cejudo

«Juego con el agua», añade López Soriano. «Casi podría decir que es el propio líquido el que pinta, como si tuviera vida propia. Unas veces se porta bien, y otras no tanto, así que acabo rompiendo el papel. Es todo muy espontáneo e impresionista». En sus acuarelas las figuras humanas, las aldeas y los templos no son esenciales; dan contexto, refuerzan la magnificencia del paisaje.

Ahora tendrá la posibilidad de convertir en agua el terrible Annapurna, la montaña maldita: cuatro de cada diez alpinistas que la retan jamás vuelven. Fue el primer ochomil en ser hollado, en 1950. Maurice Herzog y Louis Lachenal , miembros de una expedición francesa en la que también estaba el mítico Lionel Terray -el primer conquistador del Makalu y el Fitz Roy-, protagonizaron la hazaña. Desde entonces, su mala prensa lo ha convertido en el menos codiciado: ocupa el último lugar en número de ascensiones. Muy cerca, el Dhaulagiri. Los separa el cañón Kali Gandaki, el más profundo de la Tierra.

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