Blanca Fernández Ochoa
Así era Blanca Fernández Ochoa como esquiadora
Privilegiada en lo físico para la práctica del esquí, del mismo perfil que su hermano 'Paquito', forjó su estilo a base de una disciplina de trabajo excesiva
Hallan pastillas y una botella de vino junto al cadáver de Blanca Fernández Ochoa
Lo suyo siempre pudo ser el esquí. Lo tenía en las venas. La misma genética que posibilitó que su hermano 'Paquito' se hiciese con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sapporo, en 1972 –todavía la única en las vitrinas del esquí español– fue la que permitió a Blanca Fernández Ochoa hacerse un nombre entre las grandes del esquí alpino cuando, por aquel entonces y todavía hoy, España no era más que mera comparsa cuando tocaba pisar la nieve.
Claro que por más que el físico dispusiera los elementos fundamentales para esos descensos vertiginosos que hacían de los eslaloms un vals tremendamente estético, sólo agitado por esa fuerza bruta con la que Blanca encaraba cada uno de los giros, hubo que perfilarlo a base del único camino hacia al éxito que hasta la fecha se ha inventado: el trabajo.
Lo de Blanca nunca fue normal. Sus rutinas de entrenamiento rozaban lo excesivo, siempre pendiente de una serie más en el gimnasio, un último descenso en la pista, un aliento extra que le hiciera meterse en la cama con la sensación de que no había una sola cosa más que pudiera hacer para mañana estar más cerca de sus sueños que ayer. «Llegué hasta donde me lo propuse. ¿Por qué? Porque me machacaba mucho e insistía hasta donde hiciese falta . Tuvo que ser eso, sin duda», contó en su día la esquiadora. A los 11 años, cómo sería su empeño después, todavía no sabía lo que era desenvolverse con unos esquís.
La medalla de Albertville en 1992 –la primera de una mujer española en unos Juegos Olímpicos– y las cuatro pruebas que ganó en Campeonatos del Mundo no fueron más que el fruto de la lógica. Por más que las condiciones para competir con las potencias mundiales del mundo de la nieve no fueran, ni muchísimo menos, las óptimas, Blanca supo compensar la balanza con otras. Las suyas, las de sus piernas, las de su tesón y su cabeconería.