Sumo

«Bestias» bonachonas con disciplina espartana

Un japonés gana por primera vez en una década un torneo de sumo, deporte nacional en su país. Así es la vida de estos luchadores

Kotoshogiku (derecha) durante la final del Torneo de Año Nuevo de Sumo AFP

S. D.

La noticia pasó desapercibida en los países que, como el nuestro, contemplan el sumo como una excentricidad de otro mundo. Hace unos días, el luchador Kotoshogiku se convirtió en el primer japonés en una década en ganar un gran torneo de este deporte, al imponerse en la competición de Año Nuevo celebrada en Tokio. Kotoshogiku es el primer luchador local que desde 2006 se ha proclamado ganador de la Copa del Emperador del deporte nacional de Japón , en el que los extranjeros, conocidos como «rikishi», se han hecho con casi 60 grandes torneos en los últimos diez años.

Ozeki («campeón») Kotoshogiku, de 31 años y originario de Fukuoka (sur), sumó 14 victorias y una derrota en esta competición y se impuso en el último combate al mongol Ozeki Goeido en el Salón del Sumo de la capital nipona. Los luchadores del este de Europa, como Bulgaria o Georgia, y especialmente los de origen mongol, han dominado este deporte durante la última década. De hecho, el mongol Hakuho es el luchador con más títulos (35 copas del Emperador) , superando los 32 del legendario luchador nipón Taiho, que logró 32 durante su carrera entre 1960 y 1971.

Esta modalidad de lucha libre, casi exclusivamente masculina, conserva muchas de sus costumbres tradicionales ; de raíces antiquísimas, pasó a ser un deporte profesional a principios del período Edo (1600–1868). El objetivo es forzar al rival a salir del dohyo (círculo de paja elevado) o hacer que toque el suelo con cualquier parte del cuerpo que no sean las plantas de los pies. Antes de la pelea, los luchadores realizan un ritual en el que extienden los brazos, aplastan el suelo con los pies, se ponen en cuclillas y se miran fijamente ojos.

Aunque de aspecto fiero, estas «bestias» de entre 150 y 200 kilos de peso mantienen una corrección exquisita : jamás discuten las decisiones del árbitro ni muestran emociones abiertamente. Se permiten fuertes golpes con la mano abierta, pero los puñetazos, patadas y tirones de pelo están prohibidos. Entre sus tácticas están la de empujar y levantar al contrincante para sacarlo del círculo, agarrarlo del cinto para tirarlo al suelo, zancadillas, etcétera.

Los aprendices son adoptados por un oyakata (jefe de casa de sumo), luchador retirado que «apadrina» a un grupo de aspirantes que hacen casi una vida monacal en la casa de sumo. Solo unos pocos llegan a las divisiones superiores, se casan y viven fuera esa residencia. Muchos se ven forzados a retirarse por enfermedad o lesión. En cualquier caso, es raro que compitan más allá de los 35 años de edad. Se levantan al alba, entrenan hasta el mediodía y se aprietan una comilona legendaria : chankonabe (estofado hipercalórico a base de carnes y verduras), condimentos, encurtidos y varios cuencos de arroz, todo regado por cerveza. Luego, una larga siesta.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación