Bádminton

El deporte que surgió de la nada

La disciplina que ha hecho popular Carolina Marín apenas cuenta con 7.789 fichas en España

Carolina Marín en acción EFE | Vídeo: Carolina Marín vuelve a hacer historia

F. Rojo | J. A. Pérez

Como si se tratase de un ritual, una rutina parecida a cuando Nadal consigue otro Roland Garros, las redes se llenaron ayer de felicitaciones a Carolina Marín por su tercer Mundial. «Inigualable por trabajo, capacidad de superación y pasión por el bádminton», resumía la Casa Real. «Histórica Carolina Marín. Si ganar un Mundial ya es difícil, hacerlo tres veces es brutal!!», exclamaba otro mito del deporte español, nada menos que Pau Gasol.

España se ha acostumbrado, bendita costumbre, a los triunfos de Carolina en un juego que, sin embargo, apenas cuenta con 7.789 fichas en España . De hecho, ocupa el puesto número 46 en el ranking nacional de deportes por número de federados, por detrás de federaciones como la de petanca, colombicultura, galgos, espeleología o bolos.

«Es fácil empezar a jugar»

Los éxitos de Carolina han animado a numerosos jóvenes en los últimos años. Desde que la onubense ganase su primer campeonato, el Europeo de 2014, las fichas han aumentado en casi un millar . Una de esas recientes incorporaciones a la élite es la de Claudia Leal, que acaba de estrenar la mayoría de edad: «El bádminton es muy fácil de empezar a jugar y enseguida disfrutas. Lo difícil es coger la técnica y aprender determinados golpes», explica esta toledana que comparte éxitos con su hermano Álvaro, que reconoce que empezó con el fútbol: «Me decidí por el bádminton por los viajes, vas por toda España», señala.

«A mí me gusta la velocidad con la que se juega y me parece muy divertido», apunta el también toledano Kike Peñalver, 22 años, 115 del mundo y segundo español en el ranking por detrás de Pablo Abián. Kike forma parte de otra familia de jugadores de bádminton , pues su hermana Sara, 19 años cumple en agosto, es la 122 de la clasificación y cuarta española tras Carolina Marín, Beatriz Corrales y Clara Azurmendi. «Es un deporte que se va renovando y en el que siempre hay muchas cosas por aprender. Hubo varios años en los que lo combinaba con el baile, pero lo dejé porque me aburría», remata la pequeña de los Peñalver, otra de las jóvenes promesas que crecen en el cada vez más fértil semillero del bádminton .

Pese a que el número de practicantes se ha duplicado en lo que llevamos de siglo (había 4.400 licencias en 2001), sigue siendo un deporte relativamente minoritario y desconocido en nuestro país . La Federación se afana por sacar el máximo jugo al tirón de Carolina, pero aún falta mucho para intentar acercarse al poder de los países asiáticos. Por ejemplo, en China, que ha sido la anfitriona de este campeonato del Mundo, el número de licencias supera los 100 millones. Se calcula que entre todos los países asiáticos la cifra de practicantes es de 200 millones , convirtiendo al bádminton en una de las especialidades más populares en el planeta. Y como se ha podido comprobar durante estos días, Carolina Marín y el resto de grandes estrellas son veneradas por los asiáticos como si se tratara de figuras del balompié. Las retransmisiones son de las más seguidas y los patrocinadores se rifan a las principales figuras.

Se busca campeón

En nuestro país faltan instalaciones adecuadas, pero sobre todo, más técnicos capacitados como Fernando Rivas, quien descubrió a la campeona del Mundo cuando ella tenía 14 años. «Vi una campeona en potencia por su lenguaje corporal, por su actitud, por su lucha», asegura Rivas. Desde entonces, la clave ha sido mucho sacrificio diario: «Los del bádminton somos los primeros que llegamos y los últimos que nos vamos de los entrenamientos», añade.

Así que la receta es sacrificio, tesón, buenos entrenadores y proyectos como «Se busca campeón» , un proyecto que ha creado la Federación para intentar captar a nuevas estrellas. En la última concentración celebrada en junio con el patrocinio de Iberdrola, se seleccionaron a 24 jugadores, entre ellos algunos de menos de trece años, de los que deben salir las nuevas Carolinas.

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