Asia, la tierra prometida de los deportistas

A pesar del tremendo choque cultural, cada vez más españoles deciden forjar sus carreras en el Lejano Oriente

Carolina Marín ganó el Open de China 2018 AFP

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El golfista Samuel del Val vivirá desde mañana una nueva experiencia personal y deportiva. En la escuela de clasificación consiguió la tarjeta del PGA Tour Series de China y en Chongqing disputará el primero de los doce torneos que tiene por delante, todo para regresar al Circuito Americano. «El año pasado perdí los derechos del web.com Tour (la segunda división) y este tenía que recuperarlos a través de los torneos de formación -explica el bilbaíno-. Podía elegir entre irme a Canadá, Latinoamérica o a China y, como en los dos primeros ya había jugado, me decidí por una nueva experiencia».

Antes que él, otros compañeros ya decidieron probar fortuna en Asia, dadas las dificultades de triunfar en Europa. Pablo Herrería formó parte junto a Javi Colomo del primer desembarco de españoles en el Asian Tour, aunque al madrileño no le salieron las cosas como esperaba. «Aunque no pude triunfar, yo animo a todo el mundo a que compita en el extranjero, pese a la apariencia del choque cultural tan grande -explica-. En el fondo, allí vas del hotel al campo de golf y haces lo mismo que aquí, pero ganas mucha experiencia en competición. La carrera de un deportista es muy corta y si no aprovechas el tiempo a tope, se te pasa el arroz muy deprisa».

Esa misma filosofía la utilizó Pedro Martínez de la Rosa cuando se marchó a correr a Japón en 1995. «En mi caso no fue una elección, fue una necesidad. La Federación Española de Automovilismo me había ayudado todo y más hasta entrar en la F3, pero ya nos habíamos quedado sin presupuesto -recuerda- Me debía buscar la vida y el único campeonato donde no tenía que aportar presupuesto era Japón; sin duda tenía que mover el culo...».

Al final llega el éxito

Así, el barcelonés comenzó una nueva etapa que fue fundamental para su carrera. «Esperaba seguir creciendo como piloto y dar un paso más hacia el objetivo de llegar a la F1, pero sin saber muy bien lo que me esperaba. De hecho nunca en mi vida he tenido tanto miedo », reconoce. En su caso, se añadía la presión de que solo le valía el triunfo para alcanzar su objetivo de llegar a pilotar en el gran circo mundial. «Sabía que debía ganar para continuar, y que si lo hacía, este era un proyecto de varios años. Debía vencer en la F3 japonesa, escalar a la F3000 y solo ganándola tendría alguna posibilidad, aunque minúscula, de llegar a la F1. Ese era el plan. Muy ambicioso, un tanto loco. ¡Suerte que era joven y tenía un toque de inconsciente!»

Afortunadamente, sus triunfos le sirvieron para alcanzar finalmente sus metas, algo que también logró Carolina Marín , acostumbrada también a desenvolverse con éxito en el Lejano Oriente. «Antes de jugar allí los grandes torneos (es la zona del mundo donde hay más tradición) ya había ido a entrenar a Indonesia o a China durante unas semanas para aprender con sus equipos -comenta la onubense-. Son experiencias que suman y te aportan, no sólo a nivel deportivo, porque me han servido para crecer muchísimo. Compites con jugadoras de un nivel muy alto, que te exigen dar lo mejor de ti misma y me sirvió para confirmar una cosa: que con el trabajo que realizo en los entrenamientos y con el equipo que me rodea podía conseguir todos los retos, como los Mundiales o los Juegos Olímpicos».

De todas formas, no todo el que se cruza el planeta lo hace para comenzar una carrera deportiva. Hay futbolistas, como Andrés Iniesta o Raúl González , que se lo plantean como un colofón. O incluso otros, ya entrenadores, como una continuación. «A mi edad busco quemar etapas y era una oportunidad de conocer un nuevo país y un nuevo estilo de fútbol», indica Pichi Alonso, que se fue a Pekín con Víctor Muñoz a trabajar con el fútbol base. Por eso recomienda a los entrenadores españoles que mantengan esa posibilidad siempre abierta en su mente. «Hay muchas oportunidades de trabajo en China, no solo en equipos de elite sino también en academias; el único problema puede ser el choque cultural y el déficit de confianza que los chinos tienen en los demás».

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