25 años de Barcelona 92

Almudena Muñoz, la medalla del coraje

Ganó el oro en Judo (-52kg) tras superar una dura lesión y sin que nadie la tuviera entre las aspirantes a metal

Almudena Muñoz posa con su medalla de oro de los Juegos de Barcelona DAMIÁN TORRES

SERGI FONT

Almudena Muñoz (Valencia, 1968) fue la segunda española en ganar una medalla de oro en Barcelona 92 , tras la conseguida por Míriam Blasco, que pesaba 5 kilos más. Fue un triunfo para España y para sí misma, ya que en 1989 se había roto la rodilla y un año antes de los Juegos andaba coja. «Nadie daba un duro por mí» , recuerda. Desde que se retiró en 1997 no ha vuelto a pisar un tatami ni a ponerse un judogi. Es funcionaria del Ayuntamiento de Valencia y se dedica en cuerpo y alma a sus dos hijos, que son su pasión. «Daniel tiene 13 años y quiere ser tenista. El mayor ha tirado por la ingeniería», comenta orgullosa. Tanto como cuando recuerda su hito hace 25 años: «Ganar un oro es lo máximo, y más en un deporte amateur y en aquella época, en que no se ganaba nada… Abrimos camino».

De hecho repetir aquella gesta es un reto de su comunidad. « Han pasado 25 años y la ciudad de Valencia no ha vuelto a ver otra medalla, pero ni oro, ni plata, ni bronce… Ni masculino ni femenino, en ningún deporte, lo que dice lo importante que fue aquello. Estamos esperando el relevo», suelta con una sonrisa. La misma que esboza cuando repasa todo lo que sucedió tras derrotar en la final a la japonesa Noriko Mizoguchi . «Tenía los pies quemados, me dolía todo el cuerpo pero estaba tan feliz... Iba a todos los lados con la medalla colgada y me pasé todo el día firmando autógrafos». Pero explica que no pudo disfrutar de la Villa Olímpica. «Estábamos todo el día entrenando y a dieta. Entrenábamos tres veces al día y en medio veíamos a los compañeros competir. Cuando acabó la competición fue cuando me di cuenta de lo que había allí pero teníamos que irnos porque debíamos dejarle el sitio a los deportistas que competían después», apunta.

La dieta, un suplicio

Almudena explica que fue entonces cuando descubrió que había neveras por todos lados, con helados y bebidas gratis. Pero, claro, antes de competir no podía comer. «El único consuelo era ver que las de gimnasia aún comían menos» , añade entre risas.

Junto a la medalla de oro guarda un muñeco Cobi y un retal de la bandera que cubrió a todos los deportistas el día de la inauguración . Pero no le gusta ostentar de su oro. «Tenerlo expuesto sería como ponerles a mis hijos el listón demasiado alto. Ellos saben lo que hice porque se lo han contado. Yo cumplí mi sueño pero igual el suyo es otra cosa», plantea.

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