Alpinismo
Álex Txikon: «En la montaña hay muchos egos y envidias»
El vizcaíno relata a ABC la experiencia del Nanga Parbat invernal, un hito que supera con creces sus anteriores cumbres
«Este ochomil vale tanto como los diez que ya tenía. Y en términ os de compromiso alpinístico, vale más». Álex Txikon atiende a ABC por teléfono desde Islamabad (Pakistán), donde descansa después del hito más importante de su carrera, la ascensión invernal al Nanga Parbat (8.125 metros) , la novena montaña más alta del mundo. Una hazaña inédita que este vizcaíno de 34 años logró junto a sus compañeros de cordada, el italiano Simone Moro y el paquistaní Ali Sadpara, y que ha provocado ampollas entre otros alpinistas que buscaban el mismo objetivo.
—El Nanga Parbat casi fue fiel a su prestigio de montaña peligrosísima. ¿Qué le sucedió?
—Una avalancha me dejó sepultado hasta el cuello. Fue una advertencia que me vino muy bien. Aquí nieva bastante en invierno, aunque este año había un 30 por 100 de nieve menos que hace un año. Tuvimos días muy soleados y una sensación extraña en el campo base, a 4.000 metros. Nunca hay que bajar la guardia. La ascensión fue una prueba agonística, muchos días seguidos con botas y crampones y dolores musculares por todo el cuerpo.
—Moro se acopló a la expedición cuando Sadpara y usted tenían los deberes prácticamente hechos.
—El 95 por 100 del trabajo de equipación de la ruta estaba realizado, pero entiendo que la montaña es de todos y, cuantos más seamos, mejor. Ali y yo decidimos compartirlo con Simone Moro, nos conocemos desde hace años. Otro igual no le habría permitido tocar las cuerdas.
—Ha habido colegas suyos que han cuestionado que hollara la cumbre.
—En la montaña hay muchos egos y envidias. Acaba sacando lo mejor y lo peor de cada uno. Una vez que presentas fotos y que veintidós personas te están observando con prismáticos desde el campo base, no hay margen para el engaño. Esto ha sido un gran éxito para el alpinismo internacional, no entiendo que haya gente interesada en sacar trapos sucios o en mirarse su propio ombligo en vez de tomar decisiones en común.
—¿Se refiere a su excompañero de expedición, el italiano Daniele Nardi, que abandonó el campo base por desavenencias con usted?
—Sí. Siendo el jefe de expedición cometí el error de dar cancha a Nardi, que se pasó gran parte del tiempo en el campo base mientras Ali y yo íbamos equipando. Reconozco que fui demasiado blando, me faltó madurez. Él estaba más preocupado por los medios de comunicación que por trabajar en la montaña, por no hablar de la rivalidad que tiene con Moro. Debió demostrar más humildad.
—Después de la conquista invernal del Nanga Parbat, solo se resiste el K2 (8.611 metros) en la estación más exigente del año. ¿Le provoca el reto?
—En realidad llegamos al Nanga por rebote la temporada pasada, porque nuestra primera intención era el K2 hasta que nos cancelaron el permiso. Esa montaña son palabras mayores, requiere empezar la preparación en mayo-junio del año anterior, y para eso hace falta un gran presupuesto. Estamos muy orgullosos de nuestros patrocinadores, pero llegan hasta donde llegan y el K2 necesita otro peldaño. Hay quien nos critica por tener apoyo económico, aunque lo cierto es que acabamos con números rojos.
—Le faltan tres ochomiles para sumar los catorce, precisamente los más altos: Everest, K2 y Kanchenjunga. ¿No piensa completarlos?
—No me preocupa lo de los catorce ochomiles, hay muchos candidatos españoles en esa lista y no sé qué aporta añadir uno más. El Everest suele ser el primer objetivo de la mayoría de alpinistas y yo, por ejemplo, nunca lo he intentado, a pesar de que he tenido ofrecimientos. Hay quien me dice que estoy loco por hacer ascensiones invernales y aparcar el Everest. Me seducen sus historias, especialmente la de Mallory e Irvine, así que ya llegará mi momento. Ahora me apetece más escalar en África.
—¿Queda algún desafío en el Himalaya o el Karakórum?
—En términos de exploración hay infinidad de montañas de 7.000 metros, absolutamente espectaculares, que todavía no han sido ascendidas porque las autoridades de India y Pakistán no conceden los permisos al encontrarse en zonas militarizadas.
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