La rebelión de las máquinas en el deporte
Los atletas aparcan los métodos tradicionales y se decantan por la tecnología médica en la recuperación de lesiones
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Aquellas imágenes del pleistoceno han pasado a mejor vida. Andanzas de gladiadores que se anudaban pañuelos a la cabeza, tapaban sus heridas con cualquier vendaje y esperaban la carrera del utillero con el agua milagrosa que todo lo arreglaba en un efecto placebo que ha durado décadas. Los atletas de hoy no se entablillan las extremidades cuando el destino pone una rotura o un esguince en su vida. Ahora consumen oxígeno en cámaras hiperbáricas para cicatrizar heridas . O flotan en un efecto gravedad mientras corren en una cinta. Es la rebelión de las máquinas. ¿Marketing o terapia del futuro? Los deportistas de elite parecen decantarse por la tecnología para recuperar sus dolencias.
Los nuevos tiempos imponen métodos para atajar el dolor. Hace once años que un científico de la NASA, Robert Whalen, ideó el primer tapiz antigravedad –Alter G–, una máquina de ciencia-ficción: el deportista puede seguir corriendo aun estando lesionado o con molestias severas, añadir volumen de entrenamiento reduciendo el riesgo de lesión y trabajar la velocidad. James, el colombiano del Madrid , confía en que su rotura muscular del muslo dure un par de días menos.
«Estas máquinas están orientadas a la prevención de lesiones –explica Carlos Royo, fisioterapeuta de la Clínica Cemtro y del InterMovistar de fútbol sala–. Para potenciar un músculo hay que fatigarlo. El paciente realiza un mayor trabajo aeróbico, recuperación cardiaca, no fuerza las articulaciones y evita las sobrecargas. Con una fractura de tibia no es recomendable correr hasta el cuarto mes. Si usa esta máquina puede correr a los dos meses y medio».
El tenista se decantó en su día por este camino. Es conocida su costumbre de descansar o recuperar en la «burbuja», cámaras hipobáricas que permiten respirar aire puro al 99,9 por ciento , transportan oxígeno a la sangre y llenan el cuerpo de glóbulos rojos. Cuando fue a jugar a Qatar, le prepararon una de estas tiendas de campaña purificadas en su hotel de Doha.
Los especialistas alertan sobre el peligro de otorgar a estos ingenios un poder milagroso. Los recuperadores y los fisioterapeutas son, en cierta medida, vendedores de esperanza. La ciencia y la medicina imponen su lógica. «Hay lesiones que no se puede acortar ya que tienen sus plazos –advierte Carlos Royo–. Una rotura fibrilar requiere un proceso de cicatrización y ahí no hay milagros. O una rotura de ligamento cruzado. Forzar la reaparición es exponer al paciente a una recaída». El caso de Diego Costa en la final de la Champions con el Atlético es el ejemplo. La placenta de caballo y los 4.000 euros que desembolsó por una sesión no le permitieron jugar contra el Madrid.
Pau Gasol respondió a las insinuaciones de dopaje desde Francia mostrando un artilugio, el R200 3F, un generador de radiofrecuencia que detecta al instante el electrodo que debe aplicar y en qué zona del tejido.
Las máquinas de magnetoterapia llevan años en el mercado, pero no se ha encontrado una evolución que supere su efecto. Son óvalos que estimulan la creación de calcio en el organismo, un factor fundamental para la regeneración ósea.
Ribery, Cristiano Ronaldo o Wayne Rooney suelen rehabilitar sus músculos en unas ollas gigantes, máquinas de crioterapia que cuestan 45.000 euros y bajan la temperatura a -200 grados. «Este es el método tradicional del hielo elevado al cien por cien –cuenta Royo–. Cuando te metes en agua fría no se acumula el ácido láctico en los músculos y recuperas la función de la musculatura mucho más rápido».
Frente a la revolución de las máquinas, aún prevalecen los consejos de la medicina tradicional: Comer sano, recuperar los esfuerzos y descansar.
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