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Jordan Spieth, número uno mundial

Con su segundo puesto en el PGA, el tejano cumple su sueño de llegar a lo más alto

Jordan Spieth, número uno mundial afp

m. á. barbero

El pasado mes de abril, enfundado en su flamante chaqueta verde, Jordan Spieth reconoció los dos sueños que mantenía vivos desde pequeño: ser campeón del Masters y número uno mundial. «Lo primero ya lo he conseguido; espero que lo segundo no tarde mucho en lograrlo», continuó con un guiño. Cuatro meses después, ya puede presumir de tener dos los premios más anhelados por los golfistas, algo que solamente habían conseguido diez estrellas antes que él.

La nómina de sus compañeros en el Olimpo es como para echarse a temblar: Bernhard Langer, Seve Ballesteros, Nick Faldo, Ian Woosnam, Fred Couples, Tom Lehman, Tiger Woods, Ernie Els, Vijay Singh y Adam Scott . Se trataba de una declaración de intenciones muy elaborada para un chaval de 21 años (ahora ya tiene 22). Pero, con el nivel de madurez que ha demostrado tanto dentro como fuera del campo, está claro que lo decía por algo.

A pesar de haber terminado 2014 en la elite del golf mundial (ya era ganador de torneos en el PGA Tour y jugador de las Copas Ryder y President ), sentía que aún podía mejorar algo en su rendimiento para ascender un escalón más en su profesión. Como el pateo lo tenía más que dominado, decidió perfeccionar su juego con el «driver» para cerrar mejor la bola en los golpes largos (es decir, jugar al «draw»). De esta manera se ahorran metros y se consiguen mejores botes en el aterrizaje de la pelota.

El resultado se ha visto en apenas ocho meses: ha ganado cuatro torneos (dos de ellos grandes) y ha alcanzado el número uno mundial. Objetivo cumplido. «Ya puedo dormir tranquilo -declaró orgulloso el domingo al concluir el PGA Championship -. Soy el mejor del mundo y eso no me lo podrá quitar nadie. Ahí quedará reflejado para siempre en los registros.»

Embajador del golf

A pesar de ser un galardón honorífico, que cuenta sólo con tres décadas de vida, ser el primero del ranking mundial tiene mucha importancia para los deportistas. Y cuenta con más peso de lo que parece. «Ser el número uno no consiste solo en jugar muy bien al golf -opina Greg Norman , que lo fue durante 331 semanas a lo largo de doce años-. Implica la responsabilidad de difundir las ventajas del golf por todo el mundo y de ser el espejo en el que se miren las nuevas generaciones de jugadores.»

Lamentablemente para ellos, quienes ejercieron esa función durante treinta años ( Arnold Palmer, Jack Nicklaus y Gary Player ) no pudieron ostentar nunca ese privilegio. Al principio no existía unidad en los circuitos profesionales y lo realizado en el PGA Tour era suficiente para determinar quiénes eran los mejores del momento. Hasta que sus dirigentes vieron que el golf era un fenómeno global y que era necesario contabilizar todos los torneos internacionales para coronar a su rey.

De manera que el 6 de abril de 1986, coincidiendo con su victoria en Augusta , Langer se convirtió en el primer líder de la tabla. A las tres semanas Severiano le tomó el relevo, en dura lucha con Norman. Luego llegarían Faldo, Woosnam y Couples , el primer estadounidense en lograrlo, en 1992. La victoria en el «British» del 94 le dio la supremacía a Nick Price por 44 semanas y la del Masters 97 a Lehman solo por una, el reinado más efímero.

Desde ahí, Woods ha sido el gran dominador, con esporádicas apariciones de Els, David Duval y Singh . En esta década, aprovechando que el Tigre empezaba a flaquear, Lee Westwood, Martin Kaymer y Luke Donald ascendieron a la cabeza antes de que Rory McIlroy lo hiciera definitivamente en 2012 (con los paréntesis de 11 semanas de Scott y 60 del último estertor de Woods). Hasta ayer.

La supremacía del norirlandés parecía garantizada después de los dos grandes que ganó el año pasado, mas con esa moneda le ha pasado ahora Spieth . Además, como el europeo se lesionó el tobillo jugando al fútbol y se perdió el Open Británico y el Bridgestone , le allanó el camino a su rival para arrebatárselo en Whistling Straits .

Una defensa épica

Rory no quería dejar el trono sin luchar. Y lo hizo a pecho descubierto. Primero, adelantando en un mes el periodo de recuperación de su articulación y, después, en un mano a mano con el tejano las dos primeras jornas. El primer día empataron, pero los siguientes Jordan ya abrió unas brechas de cuatro, seis y ocho golpes que le dieron los puntos necesarios para alcanzar su objetivo por méritos propios.

Jordan Spieth, número uno mundial

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