TOUR DE FRANCIA

Ecos de recientes batallas en Alpe D'Huez

Como hoy entre Modane y el puerto más famoso del Tour, en 2011 Contador reventó al líder Voeckler con un ataque desde la salida

Ecos de recientes batallas en Alpe D'Huez REUTERS

J. GÓMEZ PEÑA

Hay derrotas que se graban en la memoria más profundas que las victorias. Como la del 22 de julio de 2011, en una etapa del Tour que, como hoy, partía desde Modane y terminaba en el Alpe D’Huez. Con un perfil breve, casi calcado. En 2011 se subió el Galibier ; hoy, la Croix de Fer. Gemelos. Aquel día, cuando sólo faltaban dos jornadas para llegar a París, cedió el maillot de líder el francés Voeckler y Contador, en el primer Tour que perdía desde que era una estrella, se quedó sin victoria de etapa. La meta fue para Rolland y el Tour para Evans. Pero, como recuerda Christian Prudhomme, director de la ronda, la audiencia televisiva subió hasta el techo siguiendo la defensa del amarillo que hizo el gesticulante Voeckler y admirando el coraje suicida de un campeón vencido como Contador.

El madrileño tiene victorias de sobra, pero siempre recuerda ese día en el Tour. Uno de los mejores, cuando rabioso por haber fallado un jornada antes en el Galibier y tras una mala noche, arrancó de salida por la otra ladera del Galibier. Suicidio. Reventó el Tour, lo cambió. Lo perdió de la mejor manera posible.

«Supongo que Voeckler se seguirá acordando de mi familia» , bromeaba ayer en la salida de Saint Jean de Maurienne. Algo así. El relato de una derrota es a veces más interesante que el de un triunfo. Voeckler no olvidará nunca aquella subida al Galibier. Es francés, ídolo en su país. El ciclista más querido, según las encuestas. El nuevo Poulidor. En el pelotón tiene menos tirón. No gusta su manera de llamar la atención. Voeckler creó un personaje y ha sido fiel a su reputación.

El caso es que en aquel Tour tuvo un par de broncas con Contador. Insultos cruzados en las primeras etapas. «Después de eso no nos dirijimos la palabra hasta que acabó la carrera», recuerda Voeckler. Recuerda más: cuando Contador destrozó el Tour nada más empezar el Galibier, Voeckler no estaba bien situado. Al madrileño sólo le soportaron Andy Schleck y Evans. Voeckler tiene bien grabada la imagen de uno de los directores de Contador, que sonreía al pasarle con el coche.

El francés, pedaleando sobre un desarrollo brutal, logró pegarse al trío. Quedaban 92 kilómetros y un buen trozo aún del Galibier. Voeckler, que se sabía inferior a Contador y Schleck, se fijó como meta la rueda de Evans, más asequible. Entonces se produjo lo impensable. Evans, al que beneficiaba la contrarreloj del día siguiente, empezó a renquear tras otra arrancada de Contador. Ahí, Voeckler comenzó a creer que de verdad podía ganar el Tour. Se obcecó. Le devoró su personaje. En realidad, al australiano le había frenado una avería. De eso se enteró Voeckler en la meta. «Me dije a mí mismo que era el momento de darlo todo». Y en lugar de quedarse con Evans, se lanzó a por dos corredores de más talla. En su muñeca derecha llevaba una pulsera con los nombres de sus hijos. «Por ellos, por ellos», se repetía. Era la esperanza amarilla de Francia. Corría con una misión. Por un país. Se calcinó. Directo a la hoguera.

Tras el Galibier, Evans y sus gregarios alcanzaron a Voeckler, a Schleck y a Contador. «Si no me hubiera cegado en seguir a Contador , habría terminado en el podio», lamenta Voeckler. Acabó cuarto. «Pero prefiero quedarme fuera y haber intentado ganar el Tour antes que acabar segundo después de ir todo el día a rueda». Tras vaciarse a lo loco en el Galibier, se hundió en la subida final a Alpe D’Huez. Hubo grandeza en su derrota, como en la de Contador, el mejor derrotado de aquella fantástica tarde de julio.

«No sirvo para ir en el grupo. Para eso me voy a casa», dijo el madrileño antes de salir de Modane. Hacía sólo unas horas, una noche de imsomnio rabioso, que había perdido el Tour. «Se lo debía a mucha gente. Tenía que atacar». Corrió para el público, para la historia. Si hubiera querido ganar en Alpe D'Huez no habría atacado desde la salida. Y de paso, para saldar una cuenta pendiente, iba a apartar a Voeckler del liderato. Esa subida al Galibier es ya imborrable. En el Alpe D’Huez, Voeckler se vino abajo y Contador volvió a intentarlo. Pero le faltaron las piernas que se había dejado en el Galibier. Rolland le ejecutó casi en la meta. El triunfo es de Rolland; la etapa fue de Contador y de Voeckler, dos formas distintas y apasionantes de entender una virtud ciclista: el orgullo. Hoy vuelve al Tour una etapa como aquella. Con Contador y Nibali, derrotados pero con el carácter intacto. Y con el Tour en juego entre Froome y Quintana.

Ecos de recientes batallas en Alpe D'Huez

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