TOUR DE FRANCIA

Vincenzo Nibali, un siciliano no olvida

Aunque se sabe inferior a Froome, la agresividad del italiano puede ser clave para decidir el Tour en las etapas de los Alpes

Vincenzo Nibali, un siciliano no olvida AFP

J. GÓMEZ PEÑA

Vincenzo Nibali no es un siciliano volcánico. No te agarra del cuello a la primera. Se parece más al personaje de Al Pacino en «El Padrino». Impone en silencio. Sabe que a veces la mejor palabra es la que no se pronuncia. Eso sí, Nibali ni da un paso atrás ni olvida. No es la explosión del Etna, el volcán de su isla; más bien, es la lava, lenta e implacable. Como vencedor del Tour de 2014, vino a defender el título ante Froome, Contador y Quintana. Quería disipar la duda que dejó la edición anterior: ¿Habría ganado Nibali si Froome y Contador no se hubieran caído? Y nada le ha salido bien. Está frustrado. «No soy el mismo que el año pasado. Hay que aceptarlo», dice en público. Aunque le quema por dentro. Nibali es mucho más feroz de lo que aparenta. Lo comprobó ayer la etapa de Gap , cuando atacó en Manse y recortó medio minuto. Así seguirá en los Alpes. Octavo en la general a ocho minutos de Froome, ha perdido el Tour. Pero su agresividad puede cambiar el orden del podio.

No fue un buen estudiante. De la escuela apenas se acuerda, pero se sabe de memoria la historia del ciclismo. La aprendió en una colección de cintas de vídeo. Si le preguntan quién era la «pulga de los Pirineos», responde sin dudar: «Trueba». De chaval, su padre y él dormían a menudo en el coche para reducir gastos cuando iban a las carreras. La familia. El orgullo. Sicilia. Ya corredor amateur en la rica Toscana se cruzó con otro siciliano, Visconti, más veloz que él. Más chulo. Acabaron a tortas en una carrera. Tuvo que pararles la policía municipal. Pertenecen a clanes distintos. Irreconciliables. Un siciliano lo apunta todo.

Cuando debutó en el pelotón profesional, Nibali se metió en una fuga durante la Vuelta a Suiza. Con él rodaba un veterano, Chris Horner. El viejo trató de pactar la etapa. El joven se negó. Al final, sin acuerdo, Horner le chuleó. Nibali no dijo nada. Pero lo anotó. En 2013, Horner, en edad de jubilado ciclista, le ganó la Vuelta a España. Al estadounidense le rodeó la sospecha por el sorprendente rendimiento a su edad, 41 años. Nibali no protestó. Cargó con la derrota. Apuntado. Hace un año, cuando ya casi tenía el Tour ganado, Nibali se propuso vencer en la última etapa de montaña, la de Hautacam. El plan diseñado por su preparador, Paolo Slongo, era atacar en el tramo final. Con eso bastaba. Pero algo reescribió el guión. Horner atacó nada más comenzar Hautacam. Era inofensivo; estaba a más de media hora en la general. Ya. En el cerebro de Nibali se encendió la luz de la revancha. Era el momento. La paciencia del verdugo. Arrancó. Aplastó a Horner. Cuenta saldada.

Ahora, sin opciones de repetir victoira en el Tour, ha escuchado las críticas del mánager del Astana, Vinokourov. El ex ciclista kazajo tachó de «catastrófica» la actuación de Nibali en la Piedra de San Martín, donde se hundió. Se le vio paralizado, entregado. El Astana le dejó ahí tirado: mandó a su gregario Fuglsang tirar hacia delante. Fue como echarle tierra encima. Una humillación. Nibali no abrió la boca. Por la noche hubo bronca en el hotel. Vinokourov le recordó los cuatro millones de euros que cobra al año. Le avanzó que tendrá que ir a la Vuelta, algo que no está en los planes de Nibali. Callado otra vez.

No es su Tour. Arrancó mal. Nibali quería empezar a ganarlo en la primera semana, la más peligrosa para Froome, Contador y Quintana. Iba a sacar ventaja del viento de Zelanda y fue él quien lo perdió. Iba a romper la carrera sobre el pavés, como en 2014, y no eliminó a nadie. Encima, se cayó en la etapa de Le Havre. Ese golpe le hizo daño, le disminuyó. La catástrofe, según Vinokourov, se confirmó en la primera etapa de montaña, en el primer puerto, en La Piedra. De ahí, de ese fracaso, Nibali sacó una conclusión: nunca más centrará la temporada en el Tour. Tiene que llegar a julio con varias victorias en primavera. Obtuvo también una certeza, según cuentan en su entorno: «Ni el mejor Nibali hubiera podido con este Froome». Froome es inaccesible.

Aun así, Nibali no ceja. Pedaleará hasta París para luchar por un puesto entre los cinco primeros y para ganar una etapa. En la mente silenciosa de Nibali hay más nombres anotados en su lista negra. Escenas ocultas que sólo él conoce. Ya llegará la hora de aclararlas. Sus ataques, cuesta arriba o cuesta abajo, pueden ser el mejor aliado para los rivales de Froome.

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