TOUR DE FRANCIA

Una carrera sin piedad

El Tour multa a Peraud por remolcarse después de una caída y expulsa a Sepúlveda por subirse a un coche tras romper la bicicleta

Una carrera sin piedad AFP

J. GÓMEZ PEÑA

El Tour no perdona. Tarjeta amarilla al francés Jean-Christophe Peraud, que se remolcó en el coche de su equipo tras sufrir una espeluznante caída el viernes. Llegó molido. Dio igual. Los jueces de la carrera le multaron con 180 euros y diez segundos de castigo. El dolor no exime de cumplir la fría ley. Y tarjera roja al argentino Sepúlveda. Expulsado del Tour. Eduardo Sepúlveda, joven (24 años) y entusiasmado por ir en el puesto veinte en su primer Tour, perdió los nervios en uno de los puertos intermedios de la etapa de ayer. La cadena de su bicicleta se había cascado. Sin esa pieza una bici es inútil.

El coche de su equipo, el Bretaña, iba por delante. Le entró el pánico. «No sabía qué hacer, me desesperé». Y eligió un atajo prohibido. Se subió a coche del equipo Ag2R, que le llevó 300 metros hasta donde estaba el vehículo del Bretaña. «No lo hice por trampa, ni por ganar tiempo. Fue pura desesperación». Los árbitros lo vieron. Y aplicaron el reglamento: Sepúlveda, una de las revelaciones del Tour, ya no está en la carrera. Fuera.

No dejaba de echarse la manos a la cabeza. No lo esperaba. Hijo de ciclista, no tiró por el fútbol como tantos en su país. El presidente de la Federación, Juan Curuchet, le buscó una beca en Suiza, en la academia de la Unión Ciclista Internacional. La aprovechó y debutaba ahora en este Tour que no le ha perdonado un pecado de juventud. Implacable. Como con el pobre Peraud, caído un día antes. Y multado.

«El ciclismo es sufrir»

El dedo meñique estaba negro. La brea de la carretera, mezclada con piedras, se le había metido dentro. Dolía como un demonio. El médico decidió aplicar anestesia local en el dedo del pobre Peraud, segundo del pasado Tour y ahora un ciclista vapuleado. Era la única manera e sacarle el asfalto de la carne. «El ciclismo también es esto. Sufrir», se consoló Peraud tras salir del hospital el viernes. Al menos, no tenía roto el dedo. Y las abrasiones en la piel eran «sólo» dolor. Pudo estar ayer en la salida, convertido en una momia. Lleno de vendas.

Cuando logró la medalla de plata en mountain bike durante los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 , Jean-Chistophe Peraud sintió que había acabado una etapa de su vida. Ya había cumplido los treinta. Le vino entonces una vieja idea de la infancia: correr el Tour. Conocerlo desde dentro. El año pasado acabó segundo en el podio de París. Fue el más próximo a Nibali. El éxito y la fama le llegaron con 37 años. Son bienvenidos a cualquier edad.

Conoció la cara amable del Tour. Ahora le ha golpeado la otra cara, la que no tiene piedad. Nota impotencia en las piernas. No van. Nunca ha estado a la altura de Froome, Quintana y Contador. Se queda en el penúltimo puerto, en cuanto acelera el cuarto gregario del líder. Y encima, el Tour le ha arrancado la piel. Tortura. Peraud se cayó el viernes sobre al asfalto recocido que iba hacia Rodez. La lija le dejó sin ropa, sin pellejo. Carne roja, sangrante desde del hombro al tobillo. Le desnudó.

Más que un equipo, el Ag2R es un parte médico. Sus nueve corredores acumulan más de treinta caídas en lo que va de Tour. No es sólo mala suerte. Algo no hacen bien. Peraud admitió su error: se giró para ver dónde venía su compañero Vuillermoz y darle un bidón de agua. «Quería ser útil al equipo», contó. Sin mirar hacia delante, no vio que el corredor que le precedía se tiraba hacia un lado. Chocaron las ruedas. Impactó contra el suelo. Cera negra e hirviente. El asfalto le escaldó. «Fue un gesto estúpido», reconoció. Lo pagó. La piel, el maillot y el culotte se quedaron, a cachos, en el suelo. Pensó que era el final, pero no. No tenía ningún hueso partido, ni siquiera ese dedo negro que le quemaba. «Al dedo no le quedaba piel», informó el médico del Ag2R, Eric Bouvat, antiguo jugador de rugby.

Hace una año le peleaba a Nibali del título del Tour. Nibali tenía más físico; Peraud confiaba en su cabeza. «La tercera semana del Tour se juega en la cabeza», defendía. La mente recicla el cansancio, se adapta a la fatiga, le pide un poco más al cuerpo. Peraud tiene una buena cabeza. Era ingeniero especialista en termohidráulica en una central nuclear hasta que pidió dos años sabáticos tras ganar la medalla de plata en mountain bike en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Todo por conocer el Tour. En 2013, en la contrarreloj de Embrun, perdió sus opciones de clasificarse entre los diez primeros al patinar y partirse una clavícula. «Es el primer hueso que me rompo», se extrañó entonces. Tiene el esqueleto duro, pero la piel siempre es blanda.

En las Navidades de 2013 felicitó las fiestas a sus amigos y familiares con una postal en la que se veía su caída en el Tour. Para las próximas ya tiene foto. Cara. Le ha costado jirones de piel y 180 euros.

Una carrera sin piedad

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