Tour de Francia
Los difíciles Pirineos de Contador
Ya en el tramo final de su carrera, llega hoy a Plateau de Beille, donde empezó a ganar su primer Tour
Alberto Contador vino al Tour con una idea en el corazón: ganarlo como ha ganado el Giro . El doblete preciado y, parece, imposible. Esa idea se ha perdido por el camino; no ha llegado a las piernas. Se notó mejor ayer que en la Piedra de San Martín el martes. Pero no varió su pronóstico. «Sé que los Pirineos se me van a hacer muy difíciles», asumió. Hoy, teme, puede pasarlo mal. Más calor, más fatiga, más Froome. «Es como si el calor de España hubiera subido por los Pirineos», lamentaba sofocado en Cauterets. Ha colgado su esperanza en la tercera semana, cuando el cansancio que él trae del Giro ya afecte a todos. Hoy le toca sobrevivir en Plateau de Beille, su primera gran cima del Tour, la que en 2007 inició su era.
El principio. Tumbado con un par de cervezas en su rancho de Texas, Lance Armstrong pegó un respingo al ver por la televisión el primer ataque de Contador en Plateau de Beille . Era una tarde de calor, de julio de 2007. Armstrong llevaba dos años jubilado. Aún no había decicido regresar al ciclismo. Y Contador era el joven de 24 años que había ocupado su hueco, que llevaba el mismo maillot, el del Discovery. El americano agarró el teféfono y llamó a Bruyneel, su amigo, que dirigía desde el coche a Contador. Por teléfono, Armstorng se metió en el coche. Emocionado. Veía las imágenes y tenía el sonido en directo del coche. Era como estar allí. Así vio cómo un escalador nuevo se atrevía con el líder, Rasmussen, diez años mayor. Un ataque tras otro. Escuchó cómo Rasmussen le proponía un acuerdo a Contador: la etapa para el madrileño y la general, para él. Y cómo luego el danés incumplía su palabra y le peleaba el triunfo a Contador. No pudo. El madrileño, hecho fuego por la palabra rota de Rasmussen, le ejecutó en la meta. Aquel Tour, por exclusión del danés, fue el primero que ganó. El inicio. Hoy vuelve a Plateau de Beille, aunque ya en el final de su carrera.
Y en una situación «complicada», admite. « En la Piedra de San Martín perdí muchísimo tiempo . Las piernas no me funcionan». El reto del doblete, ganar Giro y Tour, le ha doblado las piernas. Demasiado peso. «Así es el deporte. Era el riesgo de afrontar un desafío así. Nunca lo había hecho. Quizá tendría que haber descansado más tras ganar el Giro. Igual no tenía que haber disputado la Ruta del Sur. Eso es fácil decirlo ahora», reflexionó ayer antes de tomar la salida. Trataba de mantenerse a flote tras el hundimiento en la Piedra. «No es una cuestión de moral, sino de físico. Mantengo la confianza. Lo malo es que por ahora no me responden la piernas», insistía. Como amputado. Confía en recuperar sus bielas. «Yo me recupero bien. A ver si con el paso de los días eso juega a mi favor. Quedan muchas etapas». Regaba con palabras su quebrado ánimo. «No voy a bajar los brazos».
Hoy regresa al puerto donde empezó a ganar su primer Tour. Allí, en aquella tarde que le quitó la siesta a Armstrong, Contador mostró el futuro. En Plateau de Beille sólo habían ganado dos. Pantani, en 1998, que es el ídolo de Contador. Y Armstrong , en 2001 y 2004, el modelo de supervivencia que el madrileño siguió cuando iba a ser operado de un cavernoma cerebral. Desde que entró en aquel quirófano sólo habían pasado tres años. Le diagnosticaron que la enfermedad era su final como ciclista. Y, sin embargo, ahí estaba, en las curvas de Plateau de Beille en 2007. Contador imitó a Armstrong. Simuló. Se dejó caer a una esquina del grupo. A mirar. Tras ver las caras, atacó sin miramietos. A cada latigazo tumbaba un rival: el último fue Evans. Ya sólo quedaban ellos dos: Rasmussen y Contador.
Para él, estar ahí, tan arriba, era un premio. Le habían dado el alta médica el 17 de noviembre de 2005. Año y medio después era protagonista del Tour. Se lo había prometido a sí mismo. Y cumplió su palabra. Rasmussen, no. Rompió el acuerdo y quiso ganar la etapa. Contador, pura rabia, no se lo permitió. Al entrar vencedor en Plateau de Beille pensó en su hermano Raúl, que nació con una enfermedad cerebral. «No sé por qué pensé en él», declaró aquella tarde. Un reflejo. Pensó en su suerte, en que pudo quedarse como un vegetal en aquella camilla de hospital. Ayer, en la salida de Pau y cuando el Tour acaba de darle un golpe en la Piedra de San Martín, también dijo: «Soy un privilegiado».
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