Alpinismo
La hazaña que intentará Juanito Oiarzábal
El montañero vasco quiere ser el primero en toda la historia en subir dos veces los catorce «ochomiles»
Cuando en mayo de 1985 un joven alpinista alavés hollaba su primer ochomil, el Cho Oyu, dos leyendas de este deporte, el italiano Reinhold Messner y el polaco Jerzy Kukuczka , pugnaban por conquistar antes que nadie las catorce montañas más altas del planeta. Messner, también pionero en subir el Everest sin botellas de oxígeno, ganó la carrera un año después. Aquel montañero vasco que había iniciado con éxito su romance con el Himalaya no podía sospechar hace tres décadas que se convertiría en el primer español y sexto del mundo en conseguir esa exclusiva colección ( en 1999 sumó la última cumbre, el letal Annapurna ). Ahora, Juan Oiarzabal, más conocido como Juanito en los anales del alpinismo, comienza la recta final de una hazaña estratosférica: hacer doblete en esos colosos cuyas cumbres están a ras de cielo. Nadie lo ha logrado hasta ahora, ni se adivina en el horizonte un caso similar. Ha llamado al proyecto 2x14x8.000 .
A Juanito, 59 años a sus espaldas y un total de 26 ochomiles (el Cho Oyu lo ha subido cuatro veces; es lo que tiene el «primer amor») le llegan mensajes contradictorios de su entorno: desde los ánimos para culminar algo que a priori se antojaba imposible hasta el socorrido «qué necesidad tienes de hacerlo...» . «Pasan miedo conmigo, pero no les queda otra», comenta a ABC poco antes de iniciar el viaje que le llevará al Karakórum para escalar el Broad Peak . «Los alpinistas no estamos locos ni somos unos suicidas, aunque haya gente que no nos comprenda. Practicamos un deporte tremendamente honesto». El Broad Peak, situado en la frontera de Pakistán con China, es uno de los cuatro ochomiles que le faltan a Oiarzabal para doblarlos a todos. Los otros son el Shisha Pangma, Dhaulagiri y Nanga Parbat. Si todo va bien –y consigue un patrocinador fiable–, el plan es acabar el proyecto en otoño de 2016. « El Dhaulagiri es el que me inspira más respeto . Allí se quedaron para siempre algunos amigos míos, como Pepe Garcés y Juanjo Garra».
Tragedias y alegrías
Compañeros muertos, situaciones dramáticas (como el descenso del K2 en 2004 en compañía de Edurne Pasabán , que les ocasionó congelaciones en los pies a ambos; Juanito sufrió la amputación de todos los dedos), pero también ese íntimo «subidón» que proporciona contemplar el planeta por encima del hombro. Ese es el espíritu de la montaña. «Cuando en 2009 alcanzo de nuevo la cumbre del Kanchenjunga, me digo: ‘Por qué no, vamos otra vez a por los catorce’. Pero en 2012 sufro un edema pulmonar a pocos metros de la cima del Shisha Pangma que me deja bastante tocado. Los médicos me dicen ahora que he recuperado la salud, aunque no estoy exento de tener otro percance». En la aventura del Broad Peak le acompaña su paisano Alberto Zerain, con siete ochomiles en su haber, «un montañero muy fuerte que igual me tendrá que esperar» , bromea Juanito.
El Himalaya ha cambiado mucho desde que Oiarzabal enfiló por primera vez hacia allí en la década de 1980. «Los de la vieja escuela empezamos a escalar poco a poco ; primero, en los Pirineos, luego en los Alpes... Ahora la gente se salta escalones y pasa lo que pasa». Hace unos días, Jan Morris, historiadora y escritora galesa, la periodista que contó el histórico primer ascenso de Edmund Hillary y Tenzing Norgay al Everest en 1953, pidió que se dejara de escalar y se convirtiera en un santuario, «un lugar de santidad universalmente reconocido». «Respeto y comprendo esa petición, porque el reto ha perdido todo el romanticismo, ahora ese pico se ve como un trofeo», asegura Oiarzabal. «Hay pocos que lo suben con verdadera ética –tan solo un 1% no utiliza oxígeno adicional–. Pero el Everest da de comer a mucha gente en Nepal, y ese país no está ahora para cerrar sus montañas al mundo».
¿Hasta cuándo tendrá cuerda Juanito? «No creo que siga subiendo ochomiles hasta los 76 años, como hace Carlos Soria . Pero la montaña es mi pasión, soy guía profesional y seguiré practicando este deporte mientras me queden fuerzas». Para el legendario Reinhold Messner , sobrevivir a esta actividad extrema ha sido su mayor éxito. Su rival Kukuczka no lo consiguió. En 1987 se convirtió en el segundo hombre en coronar los catorce ochomiles, pero murió dos años después en el Lhotse cuando una cuerda de segunda mano que había comprado en Katmandú se rompió. A Oiarzabal le gustaría culminar su gran proyecto vital por la vía Messner.