Golf
Spieth, el nuevo Jordan del deporte
El flamante vencedor del Masters de Augusta apunta a nueva figura del golf mundial y no se conforma con el éxito logrado
Hasta ahora, hablar de Jordan el mundo del deporte remitía a Michael, el genio del baloncesto; sin embargo, desde este mes de abril este nombre está ligado al apellido Spieth. Para los estadounidenses es su nuevo ídolo y, para el resto, una estrella ante la que rendirse. La manera de ganar el Masters de Augusta , manteniendo la ventaja de cuatro golpes con la que comenzaba la última jornada, sin pasar ningún apuro, y ofreciendo todo un espectáculo de golpes, fue auténticamente genial.
Su triunfo fue el primero de un debutante en un «major» de principio a fin desde hace más de un siglo (Walter Hagen hizo lo propio en el Open USA de 1914). Fue líder desde la primera a la cuarta rondas y no por casualidad; tuvo que batir los registros de baja anotación en la segunda y tercera jornadas e igualarlo en la última, para acabar con dieciocho bajo par. Y, lo que es más importante, con todos los lobos del Tour acechándole. «Cuando veía los nombres que tenía por detrás me asustaba un poco -reconocía el tejano- ya que tener a dos ganadores de grandes echándote el aliento, al número uno mundial, a Tiger… en fin, que estoy más que satisfecho de cómo he soportado la presión y de lo bien que me ha llevado mi ‘caddie’ esta semana».
Este punto resulta fundamental en su victoria. La amistad que existe entre Spieth y Micheal Greller viene de cuatro años atrás, cuando por casualidad le llevó la bolsa en un campeonato universitario. Luego ganaron juntos el título nacional y, en 2012, le reclamó a tiempo completo cuando se hizo profesional. Greller, maestro de profesión, no dudó en dejar su colegio de Seattle para emprender la aventura. «Me entiende muy bien y me ayuda a mantenerme concentrado todo el rato. Su ayuda es imprescindible para mí», confiesa Jordan.
Jordan es un privilegiado para el golf («lo hace todo bien, no tiene ninguna fisura en su juego», opina Chema Olazábal) y sólo le faltaba experiencia. La que adquiere a pasos agigantados. En su segundo año en Augusta ya ha aprendido todos sus misterios. En este rápido trayecto ha contado con la ayuda de un mentor de excepción, Ben Crenshaw. El dos veces ganador de la chaqueta verde y su escudero, Carl Jackson, se reunieron con el dúo de moda y les explicaron cómo sacar el máximo rendimiento en el Masters. «Creo que deberían llevar una camiseta que dijera 'Ya lo decía Carl', porque estudiaron todos los ‘greens’ de la manera que él les indicó. Aprenden muy rápido estos chicos», bromeó el veterano tejano, también protagonista esta semana al haber disputado su último torneo después de 44 ediciones.
Un espejo de Tiger Woods
Ahora que ya es una figura mundial ansiosa de éxitos («estoy el número dos del ranking, mi objetivo es alcanzar el primero», reconoce) aún le falta superar un último escollo, Rory McIlroy, que sabe lo que le espera. «Estoy impresionado. Yo sé lo que es ganar desde muy joven y soportar la presión, pero es que le veo mucho más maduro de lo que yo era con 21 años… Es un chico fenomenal y me alegro mucho por él», confesó con sinceridad el norirlandés. El subcampeón de torneo, Justin Rose, tampoco escatimó elogios. ◄He acabado con catorce bajo par, una cifra ganadora la mayoría de los años, y me ha sacado cuatro golpes. Sólo queda descubrirse. Estamos ante un nuevo dominador del golf mundial, como lo fue Tiger en su momento».
En efecto, la marcha que lleva Spieth es similar a la del californiano: ha ganado su primer grande a la misma edad (21 años) y no ha batido su marca por sólo cinco meses. «Es una cuestión generacional. Cuando yo llegué había gente como Norman o Seve que dominaban la escena; ahora es normal que lleguen chicos que nos quieran superar… aunque los veteranos como Mickelson o yo mismo todavía demos guerra», bromea Woods.
La nueva figura lo basa todo en la naturalidad («es un chico normal y muy majo, una extraordinaria persona», dice Sergio García) que tiene en su familia un gran apoyo. Unos padres que le cuidan («aunque tiene su apartamento, siempre viene a casa a que le lave la ropa», confiesa su madre); una novia que le apoya desde que estaban en sus colegios religiosos (él en los jesuitas y ella en las ursulinas) y una hermana menor discapacitada, Ellie, que es el brillo de sus ojos. «No entiende muy bien lo que me está pasando y lo que más le gusta es que le lleve regalos de mis viajes. Cuando me ve siempre me pregunta que si he ganado un torneo; ahora trataré de explicarle que sí, que ya tengo ‘el torneo’».
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