ATLETISMO

Jordi Llopart: «No pido limosna, solo trabajo»

El primer atleta español en ganar una medalla olímpica sobrevive con 426 euros del paro y dos niñas a su cargo

Jordi Llopart: «No pido limosna, solo trabajo» INÉS BAUCELLS

MIGUEL ÁNGEL BARROSO

«Estoy en forma», dice Jordi Llopart a sus 62 años, y no solo porque practique todos los días el fitwalking –modalidad de marcha no competitiva y muy saludable que se realiza a respetable velocidad: entre 7 y 10 kilómetros por hora–, sino porque cumple con todas las obligaciones de un padre con dos niñas pequeñas: pañales, papillas, baños, juegos... Tiene dos hijas mayores, de 33 y 29 años, fruto de su anterior matrimonio. Y tres nietos. Pero Victoria (4 años) y Karina (9 meses) le han rejuvenecido. «Los de fibra lenta tenemos niñas, está científicamente comprobado», comenta a ABC.

Su voz suena animada a pesar de las graves dificultades por las que atraviesa. El primer atleta español en conseguir una medalla olímpica (plata en Moscú 1980 en la prueba de 50 kilómetros marcha) y en ser campeón de Europa (Praga 1978, sobre la misma distancia) sobrevive con 426 euros al mes del subsidio de desempleo. Su esposa también está en el paro. «Llevo más de un año llamando a un montón de puertas, incluyendo las federaciones española y catalana de atletismo. No pido limosna, solo un trabajo. Cuando voy a la oficina del INEM les digo que, además de entrenador de deportistas, soy políglota y diplomado en Enfermería y Turismo. Pero no hay nada para mí».

Recuerdos de oro y plata

Jordi Llopart pertenece a la generación de atletas españoles anterior al «boom» de Barcelona 92. Consiguieron aquellos éxitos a finales de los 70 y principios de los 80 con mucho tesón y pocas ayudas económicas. El polaco Jerzy Hausleber, un revolucionario entrenador de marcha atlética que trabajó en México durante 40 años, fue uno de sus mentores (junto con Moisés, su padre, que también guió los pasos de Josep Marín, otro grande de este deporte).

«Recuerdo que cuando en 1978 viajábamos de México a Praga para participar en el Europeo, Marín me comentó: ‘Vamos a pasarlo bien’. Y yo le contesté: ‘No, la vamos a liar’. Marín, que también corrió los 20 kilómetros marcha, abandonó en la prueba de 50, pero me acompañó corriendo para darme ánimos. Javier Moracho (uno de los mejores vallistas españoles de siempre), que estaba en el estadio, miraba y miraba el marcador y no se podía creer que hubiera ganado el oro. No tenían el vinilo del himno español, así que los organizadores del torneo tuvieron que ir a la embajada para hacerse con la partitura. Y la banda lo tocó íntegro. Es mi mejor recuerdo, el sueño cumplido, superior incluso a la plata de Moscú dos años después».

En aquellos Juegos no era favorito. Podía aspirar al podio, pero siempre detrás de Raúl González, el formidable marchador mexicano. Ganador de dos medallas en Los Ángeles 84 (oro en 50 kilómetros y plata en 20), González falló en la cita moscovita. Se impuso el alemán Hartwig Gauder, un tapado, por delante de un Llopart que entró en la historia del atletismo español. Participó en dos Juegos Olímpicos más (Los Ángeles 84 y Seúl 88) y, tras su retirada, se dedicó a entrenar. Daniel Plaza, campeón olímpico en Barcelona 92 , y Jesús Ángel García Bragado, oro en el Europeo de Stuttgart 1993, se cuentan entre los marchadores que han pasado por sus manos. También prestó sus servicios como secretario técnico en la sección de atletismo del FC Barcelona.

«Entonces Hausleber me llamó para encargarme la asesoría técnica de marcha de la Federación de Atletismo de México de cara a Londres 2012. Era una oportunidad profesional, pero también una forma de devolver a aquel país todo lo que me dio. Al acabar los Juegos hubo un cambio político y me dijeron que ya me llamarían. Y hasta ahora». Ha contado con la solidaridad del COE, que tiene un programa para deportistas en dificultades; también del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat y del Ayuntamiento de Calella (fue «embajador» de los Special Olympics Barcelona/Calella 2014). Pero Jordi Llopart, exatleta y padre en la vida, no quiere (ni puede) vivir de recuerdos.

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