Paralímpicos

Marcar goles de oídas

Confianza y pasión son los valores que definen a la selección de fútbol 5 para ciegos que debuta hoy en el Mundial de Japón

Marcar goles de oídas Abc

Laura Marta

Cuatro golpes en un palo de la portería y un grito: «¡izquierdo!»; otros cuatro golpes en el otro palo y otro grito: «¡derecho!»; un aplauso amortiguado por los guantes y la última voz: «¡centro!». Antonio Martín Gaitán, «Niño», atiende a los sonidos que le transmite su portero, se concentra, afina su pie y dispara desde el punto de penalti. Gol. Tras el disparo llegan las risas y las felicitaciones de sus compañeros. Todos tantean el aire hasta que dan con el goleador, pero con el abrazo se hacen visibles, reales, se miran a los ojos de la pasión que comparten por el deporte, por el balón y por la selección española de fútbol 5 para ciegos. Ni siquiera la lluvia que les acompaña en los entrenamientos borra sus sonrisas, defienden los colores de España en Japón, donde hoy se estrenan en el Mundial ante Argentina.

Quieren redondear un palmarés espléndido que cuenta con siete campeonatos de Europa, dos bronces olímpicos (Atenas 2004 y Londres 2012 ) y dos platas mundiales. Todo, sin contratos millonarios ni colas de aficionados para firmar autógrafos, pero sí con mucho compromiso y muchísima confianza: en el compañero, en los entrenadores, en los porteros, en el seleccionador, Jesús Bargueiras. Todos, videntes e invidentes, deben cumplir su papel a la perfección. Los regates, los pases y los goles se marcan de oídas.

Los jugadores orientan sus pasos siguiendo el sonido de las carcasas de hierro que lleva la pelota, pero también deben atender a las instrucciones del entrenador desde la banda, a su portero y al guía que se sitúa en la portería contraria para animar el ataque. Por eso una ambulancia o un helicóptero que pasan cerca paran el juego, la orientación auditiva se anula. «La base está en la confianza, dentro del campo con los compañeros, y fuera con los entrenadores que les guiamos. Les pedimos muchísimo, por eso no hay nunca una mala voz. Nosotros no seríamos capaces de hacer lo que ellos hacen: estar atento a los sonidos y las voces para saber dónde está el balón, dónde está el compañero, el rival, la portería, y él mismo en el campo», cuenta el entrenador José Carratalá. «Tenemos nuestros códigos para señalar a cuántos pasos están de la portería o de la pelota para que puedan disparar o para frenar una jugada del contrario», completa Pedro Gutiérrez, portero-guía. «Somos una familia, intentamos ir todos al mismo lado», corrobora Adolfo Acosta, capitán de la selección.

Con el balón en los pies se sienten libres, protagonistas: Acosta, José Luis Giera, Javier Álvaro Ruiz, Francisco Javier Muñoz, Youssef El Haddaoui, Francisco Marfil, «Niño», Carmelo Garrido y Vicente Aguilar. Dentro del campo no necesitan a nadie para marcar un gol ni hacer algo grande, como será luchar por el Mundial en Japón. Argentina, una de las favoritas, es su primer obstáculo. «Sin esfuerzo no sería tan bonito después», sonríe Acosta.

¿Quién ayuda a quién?

Y de esfuerzo y sacrificio son los que más saben. «Esto es solo una afición, no te da para vivir», comenta El Haddaoui. Por eso, él, como muchos compañeros, pidió permiso para disfrutar de estos dos meses en los que defenderá la bandera española. Por eso, también Gutiérrez, que trabaja en la banca, o Carratalá, con un negocio familiar, sacrifican sus vacaciones por su pasión por el fútbol y por ayudar. «Bueno, al principio crees que tú les ayudas, pero es al revés. Tus problemas no son nada comparados con los suyos y te enseñan a ver la vida de otra manera, a disfrutarla más», explica Gutiérrez. «Ganar con ellos me hace infinitamente más feliz que hacerlo con un equipo de videntes. Solo verles las caras, todo lo que pelean cada día», confirma Carratalá. Ellos están dispuestos a luchar y a que el sonido del balón les oriente hacia el oro.

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