Real Maestranza
Dos vueltas de Diosleguarde salvan una fría y deslucida novillada de Dolores Rufino en Sevilla
Javier Orozco y Fernando Navarro se marchan de vacío en su debut como novilleros en la Plaza de Toros de Sevilla
El cambio de día y de hora trajo fresco a la novillada pero no más público. La terna de debutantes se enfrentó a un encierro de Dolores Rufino bien presentado pero complicado y con pocas opci ones, y mucho menos para novilleros con escaso rodaje. Solo Manuel Diosleguarde logró lucimiento a pesar de que fue atendido en la enfermería de una contusión en la mandíbula.
El salmantino arrancó los primeros olés en el recibo del tercero, con una larga cambiada de rodillas y cargando la suerte a la verónica. Dispuesto, citó con distancia desde el centro del ruedo tras brindar al público y en la segunda serie ya estaba sonando el pasodoble. Mostró oficio, apuntó buenas cosas e incluso improvisó una espaldina en una colada pero un desarme hizo parar la música. Diosleguarde, que ya había estado en Sevilla como finalista de promoción, logró que volviera a sonar antes de que el novillo lo elevara por los aires, sin consecuencias. Asomaron algunos pañuelos y dio la vuelta al ruedo .
En el que cerró plaza también escuchó la música, «Suspiros de España», tras un comienzo de faena por bajo, con doblones y una tanda con la diestra de buena factura. El novillero puso las ganas ante la insulsa embestida . Cuando dejó la estocada, era medianoche y muchos aficionados ya habían abandonado los tendidos debido al frío. Tardó en doblar el novillo, de nuevo hubo petición y vuelta sin trofeo .
Javier Orozco fue silenciado en su lote y pasó dos veces por la enfermería. Su primero se partió una mano de salida y fue devuelto. Con el sobrero del mismo hierro estuvo animoso con el capote pero el novillo, reservón y justo de fuerzas, no se lo puso fácil. El rondeño estuvo valiente y se llevó una voltereta que le rajó la taleguilla . Lo intentó incluso con bernadinas pero no pudo ser. El cuarto, con el que se lució con el capote, lo brindó al público pero en la muleta solo pudo estar voluntarioso e insistir. Se marchó cojeando a que lo vieran los médicos.
Fernando Navarro era el representante sevillano de la terna pero tampoco logró premio. Con buen criterio, comenzó por bajo la faena del segundo que fue a su aire en los capotes, derribó al picador Antonio Carrasco, le puso los pitones en la hombrera a Diosleguarde cuando citaba por chicuelinas e hizo hilo con los banderilleros. Navarro, con poca experiencia , lo intentó ante la sosa embestida a media altura de «Montajoyas» y pasó un calvario con la espada.
El quinto se hizo el amo del ruedo tras derribar de nuevo al picador que guardaba la puerta y casi sufre un grave percance el caballo de Antonio Peña . El sevillano volvió a encontrarse con un astado que llevaba la cara suelta y por las nubes con el que no encontró las distancias ni tuvo opciones.
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