Toros
Veinte años del adiós de Curro Romero, mito viviente del toreo
El Faraón de Camas se despidió de los ruedos toreando un festival a beneficio de Andex en La Algaba
«Estoy en mi casa solo y te voy a dar una noticia que he meditado: me acabo de retirar del toreo . Te lo estoy diciendo y se me ponen los pelos de punta». Con estas palabras se despidió Curro Romero del toreo en activo. Un breve anuncio que paralizó a todo el país. Eran las diez y media de la noche de aquel 22 de octubre del año 2000 . El Faraón de Camas pidió paso en el programa «Clarín» de Radio Nacional de España y dejó atónito a Fernando Fernández Román: «¿Cómo?, ¿Qué está usted diciendo, maestro? ».
El toreo de Curro Romero venía sin caducidad. Pasaban los años y nadie se atrevía a cuestionar la longevidad del mito. Tenía 67 años . Y no era ese el momento de irse. Quizás, hoy seguiría siendo pronto para despedirlo .
En uno de tantos gestos que ilustran la grandeza de su figura, Curro legitimó al que todos intuían como un posible continuador del toreo sevillano: Morante de la Puebla . Juntos se comprometieron a actuar benéficamente para Andex , una encomiable asociación de padres que desde 1985 trabajan por la oncología infantil en Andalucía .
La idea inicial de Curro para aquel postrero festival era celebrarlo en la Real Maestranza : cuanto mayor fuera el aforo, mayores serían los beneficios para Andex. Incluso estaba comprometida la televisión para también entregar sus derechos de imagen a la causa. Pero unas desavenencias con la empresa Pagés en la anterior Feria de San Miguel obligó a trasladar el festejo a la coqueta plaza de toros de La Algaba .
El destino quiso que aquella postrera ocasión fuera a escasos cinco kilómetros de Gambogaz , adonde el viento le había traído sus primero ¡oles! Y que el añorado Fernando Carrasco se encargara de dejar una crónica para la posteridad: «Curro Romero no quiso esperar a que el arte llamara a su puerta . Fue a buscarlo desde que se abrió de capa en su primero, al que lanceó con soltura y buenas maneras. Derribó con estrépito el de Zalduendo y buscó con saña al piquero, al que le dio una tremenda voltereta. Pero el astado, bien presentado, como todo el encierro, fue a más, y el de Camas, entregado, tras unos ayudados por alto se echó la muleta a la izquierda y de su muñeca salieron naturales exquisitos en los que acariciaba las embestidas del novillo. Siempre en los medios, Curro Romero embarcaba a su enemigo, lo llevaba en volandas y volvía a presentarle el diminuto engaño. Romero en Romero; despacio el toreo, despacio el andar, despacio en todo. Kikirikíes, tricherillas de pellizco y cambios de manos que hoy también duran . El novillo acabó rajándose, pero la obra ya estaba consumada. Dos orejas y delirio. Había Romero, otra vez, hecho posible el milagro del temple, del toreo que siempre permanece y que no puede salir de las muñecas y el corazón de quién es capaz de torear de esa manera, de concebir el toreo como un todo».
Frente a las icónicas ruedas de carros que envuelven medio ruedo algabeño se perpetuó la imagen del Faraón : un capotito recogido, una mata de romero y una chaqueta verde en terciopelo que jamás se borrará de las retinas de las 2.000 personas que allí se dieron cita . Engrandeció la figura de Morante de la Puebla y enmarcó para la historia a la singular plaza de toros. En aquel albero aún están marcadas las huellas de sus botitas negras . Tomó el camino sin parafernalias; se marchó como sólo podía hacerlo el Faraón.
Han pasado veinte años y aún se relaciona a Andex con la despedida del mito del toreo. Y quien lo supo valorar en su debido momento fue su presidenta, María Luis Guardiola : «Gracias a Curro hemos conseguido dar a conocer nuestra causa a toda España a través del mundo de los toros. Con ese talante tan serio, y tan templado en su generosidad, siempre pensando en la manera de que pudiéramos sacar el máximo. Hasta su despedida sin aviso previo, como sin querer quitarle protagonismo a los fines del mismo festival ».