Toros en Sevilla. Feria de San Miguel

Cuando se torea con educación

Diego Urdiales torea con educación: reposado, sutil y elegante. Es un Rioja edulcorado con agua del Guadalquivir

Diego Urdiales se mantuvo pendiente toda la corrida de su subalterno Juan Carlos Tirado, que se cortaba la coleta Juan Flores

Jesús Bayort

Juan Belmonte sentenció que « se torea como se es ». Y casi un siglo después se mantiene vigente el aforismo. El bruto agarra y menea los trastos con manoteos toscos ; el que tiene ángel torea con garbo y hermosura ; el que peca de prudentón no le pega un pellizco ni a un algodón ; y el que es educado torea con educación .

La primera vez que escuché esta referencia fue al aficionado José Varona . Lo clavó. Y se me viene a la mente siempre que veo torear a Diego Urdiales . En su primer encuentro con el bisonte morucho que abrió plaza no hizo un mal gesto ni dio ningún vulgar bufido . Me gustó que, como ha sido de toda la vida de Dios en el toreo, sus banderilleros tomaran la iniciativa de parar al toro. No los ordenó el matador . Porque el verbo ordenar no cabe en Diego Urdiales .

La atención con Juan Carlos Tirado también rebosaba educación. Se retiraba de los ruedos el rehiletero ecijano y Diego lo arropó toda la corrida: le brindó su primer toro, lo abrazó llorando como una magdalena tras recibir las dos orejas, lo mimó antes del último cachetazo y le cortó nuevamente emocionado el añadido.

Diego Urdiales es un torero educado porque torea reposado, sin aspavientos, con sutileza y con elegancia. No vendió el panfleto dramático con el incierto primero, que nunca llegó a entregarse y siempre lo probaba con mirada de maromo de discoteca antes de tomar los engaños. Cuánta razón en aquello de « líbreme Dios del toro manso, que del bravo ya me libro yo ». Y tampoco se embruteció con el distraído cuarto, que no se definió hasta que sintió las frías. Ni traía el ritmo que marca su compás ni tenía la clase que desprenden sus muñecas .

Y al Rioja le sentó divino que lo edulcorasen con gotitas del Guadalquivir . Porque el clasicismo urdialano es pura sevillan a. Huele tanto a azahar como el Patio de Banderas. Su desplante tras un derechazo que, en dos tiempos, se enroscó a la cadera contraria , era una fotocopia del monumento al Faraón de Camas , variando las manos y modificando a ‘Flautino’ por el caballo de Troya.

Y como esta atípica temporada se ha tenido que celebrar en San Miguel en vez de en primavera, los vencejos se quedaron sin ver la torería de Diego Urdiales . Lo único que sobrevoló la Maestranza durante su magistral faena fue un dron . Alguien tendrá que explicarnos qué hacía allí. Y si hay que multarlo, que pague en especias: que nos regale las imágenes de la educada, y torera, faena de Diego Urdiales, un Rioja mezclado con agua del Guadalquivir.

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