Toros en El Puerto
El Puerto torea por sevillanas: arrimadas las de Daniel Luque, barrocas las de Juan Ortega
Daniel Luque cortó tres orejas tras un derroche de capacidad y mando; Juan Ortega se llevó las dos del sexto tras cuajarlo en una labor de tremendo calado artístico
Que nadie vuelva a decirle ‘Dani’ a don Daniel. Y que nadie abandone el ‘orteguismo’. E l Puerto de Santa María toreó por sevillanas . Más arrimadas las de Luque, más barrocas las de Ortega. ¡Qué manera de salvar una tarde! Como si la corrida hubiera embestido por derecho, como si aquello hubiera sido un trance folclórico .
Luque se apretó un… contra otro. El niño prodigio transformado en señor . Jugándose los muslos como si no hubiera un mañana. Asustando al miedo . Como jamás se le conoció. Sin picaresca . Desprendido de etiquetas: ni demasiado listo ni demasiado cauto . Los aficionados pellizcando las piernas de los vecinos. Los paisanos aterrados . Todavía no había cogido la zurda cuando los pitones tenían gastado el azabache de tanto rozar. Más roce que el de una dinamo . Es el Luque más comprometido que se recuerda . Ni aquel matador pueril que cabeceaba los lomos de los oponentes.
Primero lo había recogido y encelado con la capa. Esperando a que topara, pero sin dejarlo. Desengañando al indómito . Hasta que lo majó por cordobinas . Tan sutiles como toreras. Y surgiendo un festín de medias verónicas . A cada cual mejor. Una por quite. Hasta tres. La última fue monumental, abrochando un serie de lances desde los medios hasta la segunda raya del tercio. Las yemas de los dedos acariciando la cintura . Cerquita de la botonadura. Una tanda le duró el temperamento a ‘vendedor’ , que se quedó vendido ante el recital de capacidad y mando del de Gerena . Le cortaba la trayectoria antes de que quisiera puntear, desconcertándolo en su propósito. Aquello empezó a fluir , sumándole centímetros a cada muletazo . Hasta que entró la brisa sanluqueña. Ojeda en la mente de todos . Luque amargando a la fiera. Soltando naturales increíbles, mientras el toro quería desabrocharle el corbatín. El tono caña del chispeante se transformó en sangre de toro . Sólo una objeción: el recurso de las ‘luquecinas’ estaba de más en una labor tan de verdad .
Y para refrendar que lo anterior no fue casualidad, se encajó en la puerta de chiqueros a parar al antiestético quinto . Embastecido y fuera de tipo. Suavón en el inicio, intratable en banderillas . Solucionado por un maestro que hacía las veces de asesor: Gregorio Cruz Vélez . Ni con un arco le hubieran dejado dos. Nadie apostaba por el éxito. Menos Luque, que se puso tan de verdad que acobardó al marrajo . Imponiendo su mando, sin dudar ni en la colocación ni el cite. Toque seco, voz adulta . Hasta le valían las oleadas hacia chiqueros . Jugándose el tipo, apretando el corazón. La plaza en pie tras el arrojo . Tan difícil de torear como de matar . Distraído, atento a todo, menos a Luque. Que ya tuvo habilidad para dejar sólo un pinchazo: aprovechó una distracción hacia las tablas para meterse por la oreja y enterrar la espad a.
Y con la crónica ya enjaretada, aparece uno de Triana dispuesto a torear como los ángeles . Como si le embistiera un chiquillo de salón, como si tomara un café por el albero . En la fachada de Cerámica Santa Ana podría aparecer cualquier instante de la labor de Ortega. Que le regaló a José Luis Galloso , homenajeado por el cincuenta aniversario de su alternativa, su alma. Alma de torero para la historia . Monumento a la torería. Y a la suerte suprema, enjaretada como mandan los cánones.
Antes de aquello, vivió un infiernal despropósito. Ni era entendible por qué se había embarcado el tercero titular, ni tenía sentido que lo hubieran aprobado en la mañana. Alguna explicación habrá. Todavía nos lo estábamos preguntando cuando el presidente sacó el pañuelo verde . El sobrero tenía otra condición, pero Ortega quiso darle la misma inyección: muy cerrado en tablas, ajeno de cualquier arreón . Un tipo de toro a contraestilo de su concepto. Un animal crecido ante el desconcierto . Los capotes se amontonaban sobre el albero, ‘Campanario’ pidiendo campaneros dispuestos a tocarlo. La faena fue larga. Procurando el parón, la reunión de uno en uno , hasta que pudo dejar algunos retazos en la cadera contraria.
Sólo ‘El Juli’ podía conocer las respuestas del primer examen . Un enigma casi imposible de descifrar para la gran mayoría de opositores. Tan frío y huidizo de salida, como picante y agresivo después . No se definía en el inicio; regateando y probando al examinado. Como si el maestro no trajera repasadas las soluciones. Nadie hubiera apostado por un quite por verónicas cuando él lo hizo . Tan pícaro como su voz en el embroque. Todo lo que redondeó en el albor, lo apretó con el pitón contrario en el último tranco. O te imponías o te comía . Sin recursos posibles.
Un tigre saltó en cuarto lugar . Tan alto de cruz como ofensivo en su mirada. El Juli resoplaba, mientras le caía las manos . Pero a ese pájaro no lo derribaba ni la piqueta de Enrique Pavón . En banderillas tampoco iba ser moco de pavo. Peor se puso en el último tercio. Una prenda . Le buscaba las vueltas el de Velilla, como si fuera a obtener resultado. Cuando pudo someterlo, huyo al sprint. Casta mala . Debajo de la música le buscó los blandos . Un segundo duró con el hierro dentro.