Toros en Sevilla
Consagración de Tomás Rufo
Abre la Puerta del Príncipe en su debut, al cortar tres orejas, en una encastada corrida de Victoriano del Río
Elogio de nueve banderilleros y un presidente
En una tarde de rayos, truenos y fuertes chaparrones, Tomás Rufo , que debuta en esta Plaza, se consagra como figura del toreo al cortar tres orejas , meterse al público en el bolsilo y abrir la Puerta del Príncipe . También corta un trofeo El Juli , en una encastada corrida de Victoriano del Río . Roca Rey falla con los aceros. A pesar de la mojadura, el público sale feliz: ésa es la fuerza tremenda que tiene el buen toreo.
En la corrida del Domingo de Ramos, en Madrid, concurso de ganaderías, la del grave percance de Emilio de Justo, el toro de Victoriano del Río fue claramente el mejor: un indicio claro del gran momento que atraviesa. Esta tarde, lidia toros serios, encastados; en general, de buen juego; varios, aplaudidos en el arrastre.
Con veinticuatro años de alternativa, El Juli conserva intacta su afición y su ambición , no ha resuelto sus problemas con la espada; Julián ha triunfado y ha vertido su sangre en este albero.
Aprieta ahora los dientes para mantener su puesto privilegiado, aunque ya no sea una novedad. En el primero, bajo un chaparrón, le baja la mano con poderío y el toro responde a medias; le saca los naturales uno a uno, con esfuerzo, pero pincha, yéndose.
Recibe al cuarto con buenos lances, de compás abierto. Aunque aguanta bien Salvador Núñez, el toro derriba espectacularmente, queda el caballo al descubierto y se la juegan con gran valor los monosabios en la suerte del coleo, inmortalizada por Mariano Benlliure. Julián se dobla bien con él y pronto lo mete en el canasto: a los sones del maravilloso pasodoble “Suspiros de España”, que esta Banda borda, liga naturales muy suaves, “rastreros” (arrastrando la muleta por el albero). Ha toreado muy en corto, con un dominio total, dentro de su estética. Queda trasera la espada pero corta una oreja.
La grave lesión que sufrió en Pamplona Andrés Roca Rey , unida al parón por el Covid, le ha tenido ausente de los ruedos españoles un par de temporadas. Le acompaña ahora como apoderado Roberto Domínguez. En sus últimas corridas, parece haber vuelto en plenitud de facultades: hace muy poco, en Arles, ha cortado las orejas a sus dos toros de La Quinta. Su gancho en la taquilla sigue siendo indudable pero se enfrenta ahora a un problema singular: el gusto , siempre variable, de los públicos exigentes se ha inclinado últimamente hacia la estética; impera Morante, ilusionan Aguado y Ortega. Pero también recuerdo la máxima tradicional, en el toreo: “Los de valor, a mandar; los de arte, a acompañar”. Creo que Roca Rey se juega mucho en sus comparecencias en la Feria de Abril y en San Isidro. Esta tarde, sin estar mal, no ha tenido fortuna ; sobre todo, en la suerte suprema.
El segundo es un toro bravo, que, apenas lo ve, va de largo al caballo: aguanta bien Quinta, de ilustre famiia de piqueros . Me apena comprobar que el público recibe con frialdad las aceptables verónicas y jalea, en cambio, unos chicotazos de remate : así estamos... Retumban los truenos. Roca Rey, firmísimo, lo somete, bajando la mano, llevándolo largo. Más que los correctos naturales, le aplauden las espaldinas, aunque surjan enganchones. Si el público está así, ¿cómo vamos a pedirle a los diestros que eviten los efectismos? El toro se le queda debajo y aguanta, impasible, con un valor frío que impresiona. Pierde el posible trofeo al matar: acierta a la segunda pero el bravo toro se resiste a caer y suena un aviso.
Hace bien al lidiar el quinto en el tendido Seis, menos encharcado. Ya asoma el sol por los altos de la Plaza y el público se ilusiona . El toro va fuerte, se produce una porfía larga y meritoria pero también hay enganchones: ha tardado mucho en imponer su dominio. Los aficionados exigentes resumen: “Sí, pero...” De nuevo, más que los buenos naturales se producen las luquecinas. Ya lo dijo Lope: “Es justo / hablarle en necio para darle gusto “. Pero que esto suceda en esta Plaza de los Toros sevillana me apena... Lo emborrona todo al matar, se le atranca el descabello y suenan dos avisos. Durante el arrastre, pitan, para mi sorpresa, que suene la música. Me aclara un vecino: “Deben de venir de la Feria”...
Aunque al gran público todavía no le suene su nombre, Tomás Rufo es, ahora mismo, una de las más firmes promesas . Le he visto magníficas faenas de toreo clásico, con un sentido del temple poco común . Los Lozano, tan inteligentes, han querido dirigir su carrera y, en el primer año de alternativa, han apostado fuerte desde el comienzo, sin reservarlo para que madure más. El rotundo triunfo de esta tarde demuestra que tenían razón.
En el primero, dibuja buenas verónicas, muestra su buen corte torero en muy templados derechazos, aunque ha tenido dudas en la elección de terrenos (la inexperiencia) . Gana la oreja con una gran estocada, volcándose sobre el morrillo, de la que sale el toro tambaleándose, como un borracho. (Recuerdo a Miguel Hernández: “El toro sabe al fin de la corrida / en que rueba su chorro repentino / que el sabor de la muerte es el de un vino / que el equilibrio impide de la vida”).
Sale a por todas en el sexto y deslumbra con unas verónicas lentímas , muy del gusto de Sevilla. Con la muleta, vuelve a mostrarse fácil, suelto, artista . Aunque el toro se quiere ir, torea a placer por los dos lados. Tiene al público en el bolsillo cuando se tira a matar y sufre un volteretón, aparentemente sin consecuencias; acierta, a la segunda, y, ante el clamor unánime, acierta el Presidente al sacar de una vez los dos pañuelos.
Abrir la Puerta del Príncipe en el debut es hazaña singular . Tomás Rufo lo ha conseguido, con su toreo clásico, y se ha consagrado figura del toreo. El arte - decía Valle-Inclán - nunca se acaba porque el arte es la eterna primavera.
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