Feria de Abril
El sueño se alarga
La espada le cierra la Puerta del Príncipe a Roca Rey que tenía entreabierta tras cortar dos orejas al toro «Soleares»
Roca Rey tenía en la mano cumplir otro de sus sueños. Le parecía inalcanzable cortar dos orejas a un toro en Sevilla y lo hizo en su segunda temporada como matador de toros. Le faltaba cruzar a hombros la Puerta del Príncipe. «Es lo máximo» había declarado días antes de torear el Domingo de Resurrección. Otro sueño cumplido. Como cuando pudo brindarle un novillo a su hermano Fernando en la Maestranza.
Tenía en la mano cruzar a hombros la Puerta de la gloria. Lo sabía. Los fotógrafos ya pensaban en dónde colocarse para captar la mejor instantánea de su posible portada. Los titulares de las crónicas llevarían su nombre. También la de esta contracrónica. «El sueño cumplido». Y el público estaba con él.
Cuando salió el sexto a la plaza ya estaba el runrún ante la posibilidad de completar el triunfo. «Exclusivo» hizo de salida lo mismo que el anterior. Salió suelto de los capotes y del peto, de un caballo a otro. Para colmo empezó a llover. Un chaparrón que movió a los tendidos. La faena fue intermitente. Mucho mejor con la diestra, ya que por el izquierdo tenía peligro. Estaba todo listo pero nadie contaba con que podía fallar la espada.
Tampoco se contaba con «Soleares», de Toros de Cortés, negro salpicao. Iba a quedarse en los chiqueros, reseñado como sobrero, y acabó premiado con la vuelta al ruedo. Delante tuvo a un torero que le hizo honor a su nombre. El peruano se templó como un buen cantaor después de cuidarlo en varas. El viento impidió que desplegara su variedad capotera así que se fue directo a brindar. Asomaron las banderas peruanas.
Los primeros lances fueron estatuarios. El muletazo cambiado por la espalda arrancó el primer ¡uy! El siguiente llegó de inmediato, cuando le presentó la muleta por delante y el toro huyó a chiqueros. Allí fue la faena. No le importó que el viento le hiciera flamear el engaño. Se lo pasó muy cerca, bajó la mano y arrastró la muleta. Con el pase de las flores puso a la plaza en pie. Cuando metió la espada estalló un clamor. Dos orejas y, de momento, triunfador de la Feria. Pero el peruano venía a por más y lo tuvo muy cerca.
La primera faena del ciclo premiada con dos trofeos cambió el rumbo del festejo. No estaba la tarde para irse a portagayola pero Sebastián Castella es lo primero que hizo. También quería cumplir su sueño. Quitó por chicuelinas y le molestó el viento como ocurrió en el tercio final a un toro tan bonito como parado. Hizo su faena soñada con el cuarto, «Derramado», un toro de vuelta al ruedo con el que el francésse sintió más sevillano que nunca.
El de Victoriano del Río fue a la muleta galopando, largo, con transmisión. Los muletazos fueron templados, profundos y en dos cambios de mano que todavía duran se vació. El toro embistió con calidad y mucha nobleza. El toreo tantas veces soñado se hizo realidad. La espada se convirtió en pesadilla.
Todo ocurrió con el permiso de José María Manzanares que toreaba en casa y estoqueó dos «Caseros» con los que tuvo que ponerse firme. Pero a la Maestranza ha llegado un nuevo inquilino. La del joven peruano es una carrera de velocidad en la que no para de alcanzar metas. Su toreo es rotundo y ha evolucionado a mayor temple y profundidad. Roca Rey ha venido para mandar.