Utrera
La resurrección torera de Pepe Moral
El torero de Los Palacios ofreció una gran dimensión ante el desafío ganadero de Miura y Adolfo Martín, saliendo a hombros junto a Manuel Escribano
Ni en tardes libres de restricciones recuerdo un ambiente como el vivido ayer en la plaza de toros de Utrera. Un ‘bolazo’, pese a las limitaciones vigentes. Muchos aficionados venidos desde distintos puntos de las provincias de Cádiz y Sevilla. Y más concretamente desde Gerena y Los Palacios. Por no faltar no faltó ni una pareja que, enjaulada en una atracción de feria, asomaba el pescuezo sobre el graderío durante el balanceo del cacharro. Los feriantes optaron por ‘La Cárcel’, la afición se decantó por el «desafío Miura-Adolfo Martín». Así se anunciaba, aunque el verdadero desafío lo afrontaba la terna, especialmente Manuel Escribano y Pepe Moral , quienes se apuntaron a un corridón de toros a las puertas de Sevilla, a un mes escaso de trenzar el paseíllo junto a Morante de la Puebla en la Real Maestranza.
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Los dos actos en que los que se dividió la corrida (Miura y Adolfo) fueron tan distintos como interesantes. Más colaboradores los autóctonos, más peligrosos los foráneos. La terna estuvo voluntariosa, resolutiva y, por momentos, brillante. Aunque el reconocimiento especial de la jornada debía ser para el público, que abarrotó unos tendidos hormigonados que ardían como un volcán en erupción. Bendita afición.
Y el mayor triunfo no fue númerico, sino moral. Paradójicamente, para Pepe Moral . Podríamos decir que fue ésta su resurrección taurina. A plaza llena, con buenos aficionados y profesionales en los tendidos, se mostró recuperado de confianza, con dos faenas arrebatas y poderosas. Sin pensárselo, y tras asomar el Miura más pesado de la corrida (595 kilos) se postró de hinojos para comenzar su variado recibo capotero con una larga cambiada. Al bravo ‘Abejero’ lo picó Francisco Romero con el mismo tino que una abeja, en dos sensacionales puyazos. Y para completar la lidia total apareció en la brega Antonio Chacón, que lanceó al Miura como si llevara el hierro de ‘Juampedro’. El que sabe torear, torea lo que le echen. Empezó moral genuflexo, abriéndole mucho los caminos. En la primera serie cantó la disposición: arrebatado y encajado, rompió a torear largo y profundo. Le midió el fondo de bravura y supo en todo momento qué tauromaquia aplicar. Le barría el lomo en los muletazos de pecho y consiguió un par de naturales soberbios. Sólo una pega a la faena: el modo de descalzarse y arrojar las zapatillas. Por lo demás, chapó. Se le concedió la vuelta al ruedo al toro y las dos orejas al diestro. Cerró plaza bajo un huracán, con ’Chaparrito’ , de Adolfo. Y nuevamente estuvo entregado, consiguiendo por momentos domeñar el viento y la franela. No se arrugó tras una fea cogida y el público reconoció el esfuerzo con un tercer trofeo.
Dos orejas para Escribano
Tampoco venía a medias tintas Manuel Escribano , que volvía al coso utrerano tras indultar a ‘Tahonero’ de Miura en 2019. Fue todo arrojo y pundonor, con un variado toreo capotero, espectacularidad en banderillas y exposición en el último tercio. Se impuso al muy serio segundo (Miura) y lidió con solvencia al dificultoso quinto (Adolfo). Salió a hombros junto a Pepe Moral.
Rafaelillo hizo frente al Miura menos colaborador , un salinero escurrido que embistió pastueño y sin poder. Hubo controversia en el público: unos criticaban que sólo se hubiera picado una vez y otros exigían su devolución por falta de fuerza. En cuarto lugar pechó con el toro más exigente y complicado de la corrida, que lo puso en serios aprietos. Una auténtica alimaña a la que arrancó una oreja por su tesón.