Toros
La inseguridad de Javier Conde empañó el regreso de los toros en Osuna
El malagueño ofreció una lamentable actuación que restó protagonismo a los triunfos de Enrique Ponce y Diego Ventura
La corrida había sido un éxito mucho antes de que Enrique Ponce reemplazara en el paseíllo la habitual cruz que se hace con la manoletina por una «A» . Cosas de enamorados. Esta primera ocasión «postcovid» fue un triunfo en la taquilla y en el corazón de la afición ( hasta que apareció en escena Javier Conde ). La plaza de Osuna aparentó registrar tres cuartos de aforo , aunque la limitación sanitaria hace pensar que había media entrada.
Diego Ventura se llevó sus propios toros y Enrique Ponce a su compadre Javier Conde . Esta corrida endogámica reafirmó al caballero hispano-luso como máxima figura del rejoneo y sirvió como reconocimiento público al torero de Chiva, primero en echarse la temporada a sus espaldas. Quisieron convertirla en un espectáculo flamenco con un cantaor en directo... y alguno que dio el cante . Las plazas de toros son plazas de toros y los tablaos son tablaos. «Alfileres de colores» es el bucle interminable de estos deplorables festejos. Ya puestos, podrían haber homenajeado a Juego de Tronos , que se rodó en este albero, y todo hubiese quedado más épico.
Centrados en lo importante, Diego Ventura armó un taco en el cuarto y Enrique Ponce se inspiró con el quinto . El caballero rejoneador debutó caballos y sacó a sus estrellas más consagradas: sometió al segundo toro a lomos de « Sueño » y p uso a todos los aficionados de acuerdo con el debut de «Capote» , un castaño que invita a soñar y parece perfeccionar aún más los logros que ha conseguido con «Dólar». También prescinde del cabezal y las riendas . Ventura está a años luz de todo el escalafón ecuestre.
Enrique Ponce estuvo perseverante en ambas faenas. Alcanzó sus mejores cotas a mitad de la faena al quinto, cuando encauzó sus irregulares embestidas . Perdía las manos en los inicios del último tercio. Su reconocido temple fue la ansiada panacea . Un par de tandas embraguetado hicieron prever un triunfo importante. Hasta que marró con el verduguillo. Todo quedó en una oreja . Con su primero tuvo momentos interesantes, principalmente en el inicio por doblones .
Javier Conde acertó con el color de su vestido . Lo vio todo muy negro. Desde el inicio de su habitual performance con tres latigazos que a punto estuvieron de mandar al animal al triaje de traumatología. Pidió un respiro el torero: solicitó el cambio de tercio y le cedió el testigo a su cuadrilla. La prueba del algodón para José Antonio Trujillo , que aprobó con éxito. Capa y más capa. Y en banderillas se gustó Cándido Ruiz . El oro estaba reservado para los subalternos. Con la muleta no le dio opciones al cantaor ni a calentar la voz. Fue esperpéntico .
Vio como el sexto se estrellaba de salida contra el burladero. Quedó descoordinado y no había bueyes para llevárselo. Ni Javier Conde ni el director de lidia se hicieron cargo de aquel desbarajuste. Aquellas imágenes eran el gozo para el partido Pacma . Y tuvo que salir Ventura para arreglarlo.
Le ahorraremos el disgusto de contarle lo ocurrido con el sobrero , que empeoró considerablemente lo anterior. Aunque parezca imposible. De nada le sirvió a Conde la legión de palmeros que le jalearon en el recibo a la verónica. Aquello era un barco hundido. ¿Lo peor de todo? que fue televisado de Canal Sur. No por él, sino por la imagen que se ofreció en abierto de la tauromaquia .
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