Feria de Sevilla 2019: un año para el recuerdo en la Maestranza

Pablo Aguado se ha revelado como primera figura retando a Roca Rey. Hubo grandes toros, como los de Jandilla, pero la mejor corrida fue la de Fuente Ymbro

Pablo Aguado fue el gran triunfador cortando cuatro orejas a los toros de Jandilla Raúl Doblado

Andrés Amorós

Ha sido una Feria histórica, ha dado motivos de sobra para el recuerdo: han pasado muchas cosas, dignas de comentario y mención. De hecho, no recuerdo ninguna, en los últimos años, en la que tanta gente me abordara, por la calle o en cualquier sitio, para comentarme algún tema taurino o preguntarme mi opinión. Se ha vuelto a hablar mucho de toros en Sevilla: es un gran elogio, para esta Feria, y una muestra de la vitalidad de la Fiesta.

Al presentarla, dijo el empresario que ésta era una Feria cara, que no se había ahorrado nada en traer a las primeras figuras (excepto Enrique Ponce: luego, lamentablemente lesionado). El enfoque de toros y toreros es el propio de esta Feria y de esta ciudad, que no entendería otra cosa (por ejemplo, lo que sucede en San Isidro). Como ahora es norma —antes no era así— ha habido carteles de «Primera División» (siete) y de «Segunda División» (seis), más la de rejones. El resultado artístico y de taquilla ha respondido a eso mismo.

Ha habido corridas de escaso brillo, porque los diestros no han estado a la altura o por la flojedad de los toros que eligen las figuras, aunque alguno haya propiciado el éxito. El aficionado las olvidará pronto, felizmente (o no, porque volverán a repetirse, en otras Ferias). En cambio, lo que todos vamos a guardar en la memoria son algunas corridas verdaderamente magníficas, con importantes faenas y momentos emocionantísimos. Ha culminado eso, evidentemente, en la gran corrida de Jandilla, con las dos faenas extraordinarias de Pablo Aguado. Eso es lo que va a quedar, sobre todo, de esta Feria, colocándola en un lugar muy alto.

Las ganaderías

El nivel de los toros lidiados este año ha sido bastante bueno, en conjunto, y claramente superior al de otras ocasiones, aunque en esta Feria no haya habido gran variedad de encastes.

Empezando por la mejor corrida, yo me inclino por la de Fuente Ymbro, con tres toros que merecían la vuelta al ruedo. También fue excelente el debut de Santiago Domecq, con un toro premiado con la vuelta y todos, de buen juego en general. A ese nivel también ha estado la de Jandilla, noble y brava. En el terreno de las más encastadas, han dado espectáculo Torrestrella y Victorino.

Han defraudado, en cambio, en conjunto, aunque hayan lidiado algún toro suelto bueno, los encierros de Victoriano del Río, Juan Pedro Domecq, Núñez del Cuvillo, El Pilar y los de Bohórquez, para rejones.

Si hablamos de toros sueltos, hay que empezar por los dos premiados con la vuelta al ruedo: el 5º de Garcigrande, con el que triunfó El Juli, y el 2º de Santiago Domecq, que propició la gran faena de Miguel Ángel Perera. También fueron bravos el 4º de La Palmosilla (de Bolívar); el 1º de Torrestrella (de Garrido); el 4º de El Pilar (de Pepe Moral); el 3º de Jandilla, de Pablo Aguado, y 3º, 5º y 6ª de Fuente Ymbro (de López Simón y El Fandi). En una Feria de esta duración, no es habitual poder mencionar tantos toros bravos.

Los toreros

El número de trofeos marca una clasificación bien clara: arriba de todos, Pablo Aguado, con cuatro orejas , en una tarde de verdad histórica, que luego comentaré. Detrás, con tres trofeos, El Juli, que abre la Puerta del Príncipe por sexta vez y proclama su rotundo dominio. También corta tres, pero en dos tardes, Andrés Roca Rey, al que le pidieron el rabo: hubiera sido el triunfador indiscutible, si no llega a aparecer Aguado; sigue siendo la revolución que atrae a todos los públicos. Una oreja —que debieron ser dos— corta Perera en una faena completa. Además, Morante, indiscutible maestro de la verónica; a un nivel menor que otras veces, Manzanares y Ferrera; también la cortan El Fandi y el joven Rafa Serna. Sin cortar trofeos, dejan excelente impresión Emilio de Justo, con una muy seria faena; Urdiales, que al fin logra mostrar su naturalidad en Sevilla; Ureña, después de su percance; Octavio Chacón, gran lidiador de corridas duras…

Entre los hombres de plata, hay que citar, una vez más, a Ambel y Curro Javier; Iván García; Fernando Sánchez; Domínguez… A caballo, Juan Antonio Carbonell e Iturralde.

Resolvió la empresa con astucia el conflicto entre Hermoso de Mendoza y Ventura programando dos festejos. En el primero, toma la alternativa, con un trofeo, el prometedor Guillermo Hermoso de Mendoza; en el segundo, Diego Ventura confirma que es, ahora mismo, el indiscutible número uno.

El público

A pesar de los grandes carteles, no ha aumentado el número de abonados. Ésa es la realidad actual: después de la crisis económica, mucha gente no se abona, acude a la taquilla los días que le interesan. Y ésos, queramos o no, son los carteles de las primeras figuras, los únicos nombres que conocen. Así ha caído el nivel de la afición en todas partes.

También en Sevilla. Este público era benévolo pero entendido. Cada vez predomina más lo primero, con la creciente fuerza del turismo, en la Feria de Sevilla (la taurina, igual que la de farolillos).

«Lo de Aguado»

Ha marcado la Feria y mucho más que eso: se ha revelado una nueva primera figura. Es magnífico que se rejuvenezca el escalafón. Todavía mejor es que el público se entusiasme ante el toreo clásico, natural, puro, armónico, sin tremendismos: el de siempre. Habrá que esperar para ver si tiene «motor» suficiente para mantener una cierta regularidad, con toros buenos o menos buenos. Para la situación de la Fiesta, en su conjunto, será magnífico si los espectadores se emocionan —y los jóvenes diestros quieran imitarlo— con las verónicas y los naturales, en vez de con las espaldinas, bernadinas y tantas «inas» al uso: ése sería el mejor legado que puede dejar esta histórica Feria de Sevilla.

Postdata. Como me propone Antonio Burgos, el gran escritor, del prisionero el romance me sirve de conclusión: «Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor», porque la Feria de Abril en mayo esta vez cayó y en la Plaza de los Toros ya ningún frío pasó ni el sevillano de siempre ni el que en el AVE llegó. Aquí disfrutamos todos, si tenemos afición, con la belleza de un arte que no tiene parangón: el capote de Morante; de Roca Rey, el valor; de Justo pone la entrega; El Juli, la profesión; sobre todos, Pablo Aguado hace sentir la emoción de un arte que no envejece, de Sevilla es lo mejor: la sencillez, la armonía, la juvenil ilusión, algo que nadie lo enseña, algo que baja de Dios. ¡Felices los que estuvimos y, luego, desde el balcón, vimos fluir ese río, que el corazón nos llevó! Ya esta Feria de los Toros, por desgracia, se acabó: debo volver a Madrid a cumplir la obligación de más de treinta corridas, que doscientos toros son, para contarles, después, mi más humilde opinión, pero en Sevilla se queda, como siempre, el corazón, pidiendo a la Macarena y al Jesús de la Pasión poder volver otra Feria, con frío o con calor, «como un enamorado que va a servir al amor».

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