El dulce momento de Morante y Luque apaciguó el desastre

Jesús Bayort

01/08/2021
Actualizado a las 08:45h.

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Hay tardes de toros en las que debería existir un comodín de la fortuna. Un recurso desesperado para resucitar a la corrida agonizante . Un último chance para la fantasía. Y ésta era una de esas. Por todo lo que la envolvía: un apasionado empresario debutante , el homenaje a los ochenta años de Álvaro Domecq , el reconocimiento a sus torrestrellas, el recuerdo a Los Alburejos, el momento dulce de Morante , el retorno del mejor Daniel Luque , la eclosión torera de Juan Ortega …

La corrida había comenzado con mal pie : un paseíllo que se detuvo para guardar un minuto de silencio, que a su vez se interrumpió para anunciar las mismas medidas sanitarias que llevan escuchando los espectadores más de un año. La plaza puesta en pie con caras de circunstancia. Y los toreros cuadrados en el ruedo como monigotes . Menos mal que apareció el de siempre (Morante) para poner un poco de cordura y acabar con el sinsentido. Cuando empezó a sonar el himno nacional el ambiente ya estaba caldeado . Tanto que pasó desapercibido y muchos ni se enteraron.

Tras aquello empezaron a salir toros por la puerta de chiqueros. Hasta siete pisaron el albero . Y ninguno rompió a embestir. La corrida iba creciendo en volumen conforme avanzaba, aunque costaba desvirtualizar a los que custodió el de La Puebla por El Carrascal . En las fotos en las que aparecía montado a caballo junto a Álvaro Domecq parecían otra cosa. Pésimo homenaje para el admirado ganadero.

Morante salió apasionado y Luque entregado . Morante terminó entregado y Luque apasionado. El cambio de roles había surgido tras el ecuador. El cigarrero rompió plaza con un toro tan justo de presentación como de transmisión. Y su condición era tan potable como insulsa. Sólo condimentada con un maestro en sazón, capaz de sazonar lo que le echen . Sean de Torrestrella o de Prieto de la Cal.

Le puso quilates a las verónicas , se quedó prácticamente anclado en el galleo por chicuelinas (que podría hasta no ser un galleo) y volvió a replicar con un quite por lances. Estaba cómodo. Con la muleta empezó dinámico . Interpretando la melodía que marcaba el animal. Aislado de dos cantaores espontáneos que no hicieron otra cosa que dar ruido . Ruido malo. El cigarrero seguía a lo suyo, lo traía embarcado y se lo mecía desde el embroque. Se calentó más al final, en una cerrada serie con la zurda , antes de dejar una estocada rinconera que le valió la oreja.

El cuarto hubiese rebosado el vaso de más de uno . A Morante se le quedó medio lleno. No se descompuso con los desagradables navajazos que le lanzó al comienzo . Y pareció que le habían borrado de su mapa la calle de en medio . Se puso en el sitio, como si el marrajo ofreciese garantías. Le faltaba cuello, clase y… de todo un poco . Lo fue sobando hasta encontrar cómo hincarle el diente. Y se lo hincó todo lo que pudo. Fue tan habilidoso como certero matándolo . En la misma yema, saliendo najado. No había librado la suerte cuando ya estaba tumbado.

Muy frío salió Daniel Luque , aunque supo acalorarse a tiempo. Con el capote estuvo demasiado técnico , mientras aguantaba oleadas que rompían en su orilla. Un quite ajustadísimo por chicuelinas metió a la afición choquera. La media fue soberbia . Y los estatuarios a una mano. Casi una decena, sin enmendar las zapatillas . Con el cambio de manos la plaza se cayó. Tanto que sonó la música, aunque Luque la calló . Desbordó cabeza: abusó en el cite para menguar las coladas que recibía por la diestra. Tuvo dinamismo el trasteo , aunque la falta de raza por el izquierdo desinflara la labor. Enterró una estocada fulminante . Tanto que le pidieron con fuerza la segunda. Sólo una valía el espadazo.

Con el quinto salió más pasional , lanceando a pies juntos. El toro iba y venía, sin celo y desentendido . Pero había un Luque más compacto y desprendido de toda tensión . Al natural consiguió plasticidad y en las manidas luquecinas puso arrojo. Se inventó una faena donde no la había , y La Merced se lo reconoció. La segunda peluda finalmente llegó.

Tres veterinarios obliga el reglamento a contratar para una corrida de toros. Tres profesionales para revisar seis animales. ¿De cuántas personas se hace cargo un sólo médico de familia en un centro de salud? Pues aun así saltó al ruedo un toro con claros signos de falta de visión . Lo llamaban en el burladero de sombra y galopaba mirando al de sol. Con ese panorama tuvo que salir Juan Ortega a recibirlo. No hay explicación de cómo se escapó cada vez que el toro se le venía atravesado en la distancia , que fueron varias. Y el veterinario necesitó su tiempo para determinar que ese animal debía ser devuelto .

El sobrero sí se parecía más a los de la foto de Morante a caballo . Un galán para los toreros. Una pintura para los del tendido. El salinero rebosaba trapío. Propio de haberse lidiado en Sevilla un mes de abril. Resultó bruto con el capote , y Ortega no se encontró. Apretó en banderillas a Perico y Andrés Revuelta, que se jugaron el tipo. Y con la muleta echó las manos por delante . En escasas dos tandas se quedaba en la espiga de las medias. Costoso hasta para meterse en los costados . Le duró poco al trianero. Más tiempo estuvo con el insípido sexto, con el que poca atención captó del público, más cansado del petardo de corrida que otra cosa.

El resultado ni fue el soñado por el toricantano José Luis Pereda ni era el que merecía su esfuerzo, tras haber organizado un atractivo serial en un escaso mes. Tres tardes tiene por delante para resarcirse. Tampoco sería el esperado por Morante en la segunda de su apuesta por la diversidad ganadera en este 2021. Por delante quedan los de Prieto de la Cal, Miura y Ana Romero.

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