Curro Romero, quince años ya de la retirada de un torero de leyenda

El Faraón de Camas toreó en La Algaba el 22 de octubre de 2000 el que sería su último festejo

RAÚL DOBLADO Curro Romero, en un derechazo en el festival de La Algaba de 2000

FERNANDO CARRASCO

«Al terminar el festival de Andex en La Algaba , nos fuimos Carmen y yo a almorzar con unos amigos. Aquello terminó sobre las siete o las ocho de la tarde. Carmen fue a llevar a su casa a su hijo Kike y yo me fui a mi casa. Allí, solo, sin nadie, tomé la decisión . Y así lo dije. Ahora, si yo llego a saber la que se iba a formar luego, me hubiese callado, hubiera dejado pasar el tiempo y, ya, cuando se hubiese olvidado la gente del festival y de todo, entonces no aparecería en los carteles y ya está».

Palabras que Curro Romero le decía al recordado Manuel Ramírez en ABC de Sevilla, un día después de haber anunciado por radio, en el programa « Clarín» de Radio Nacional de España, a Fernando Fernández Román, que hasta ese día había llegado todo.

Terminaba la presencia del Curro Romero en los ruedos. Curioso que fuese en La Algaba, un pueblo sevillano con honda tradición taurina. Escribimos que curioso porque en otro pueblo, La Pañoleta , pero casi medio siglo antes, había comenzado a forjarse la leyenda de un torero sin igual, capaz de la cima y de la sima.

Curro Romero RAÚL DOBLADO

Fue el 22 de octubre del año 2000 cuando Curro Romero dijo adiós a los ruedos. Toreó un festival a beneficio de Andex, mano a mano con Morante de la Puebla . Aquel festejo fue matutino y el diestro de La Puebla del Río, entonces incipiente matador de toros pero que ya había dejado su impronta en el coso del Baratillo, sufrió una escalofriante voltereta. Y aquella circunstancia hizo que Romero se diese cuenta de que estaba a punto de cumplir 67 años y que esa voltereta a él hubiese tenido, quizá, otras consecuencias.

Una decisión que conmocionó el mundo taurino y que trancendió a otros ámbitos. Noticia no sólo de calado nacional, sino que cruzó fronteras. Curro Romero, el torero de Sevilla, el torero de Madrid -cinco veces por la Puerta del Príncipe maestrante y siete por la puerta grande de Las Ventas- decía adiós a 22 kilómetros de Sevilla, en una plaza mitad contruida con ruedas de carros y andamiajes de madera.

Quizá hubiese otros condicionantes a la hora de buscar una explicación al adiós. Y uno de ellos, el de las declaraciones de Eduardo Canorea , que acababa de coger los mandos de la empresa Pagés tras el fallecimiento de su padre, el recordado Diodoro Canorea , precisamente gran valedor del torero de Camas.

Una «caja de pescado»

Pero corrían ahora otros tiempos y otras formas en la empresa. Romero había toreado su último festejo esa Feria de Abril de 2000 el 2 de mayo. Y estaba anunciado en San Miguel pero no lo hizo al producirse un cambio de ganado. Aquella circunstancia encrespó al hijo de Canorea. Y no hubo acuerdo para celebrar el festival de Andex en la plaza de toros de Sevilla. Sobre todo porque la empresa Pagés se negó en rotundo tras no torear en San Miguel Curro Romero y Morante de la Puebla. Se lo llevaron a La Algaba. Por medio, unas desafortunadas declaraciones sobre « una caja de pescado », que dolieron mucho, muchísimo al Faraón.

«Se había dicho que yo tendría que arrastrarme para volver a torear en la Maestranza y yo, como dije aquel día, no soy una caja de pescao para que me arrastren. Y lo dije, pero jamás que se me pudiera entender como un desprecio a la Maestranza», señalaba Curro Romero en la entrevista que le hacía el recordado Manuel Ramírez.

E iba a más Romero. «Que yo no he tenido, en tantísimos años, ni en Sevilla ni en ninguna plaza de las que he toreado, guerra de ningún tipo. Yo no he hecho una guerra en mi vida . Y me preguntaba a mí mismo: ¿Tengo yo necesidad alguna de meterme en guerra con nadie? ¿A santo de qué voy a formar yo una guerra, una discusión o una polémica? Esto, qué duda cabe, ha influido en mis ánimos. Y, claro, los años».

Sea como fuere, aquel 22 de octubre de 2000, en la placita de toros de La Algaba, Curro Romero, una leyenda, un mito del toreo, dejaba de torear en público . Lo hacía como siempre ha sido su vida: sin alharacas ni aspavientos; en silencio, despacito como ese paseíllo en Sevilla donde los aficionados le contaban hasta los pasos que daba; despacito como su toreo, terso y suave, lento de parar los relojes. Hoy, después de 15 años de su retirada, Curro Romero sigue parando los relojes de la memoria y del toreo , tan eterno que sigue estando presente entre nosotros.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación