Cien años de Tablada, paraíso de libertad de los torerillos de Triana
En este 2020 se cumple el centenario del decreto que convirtió el aeródromo de Tablada en una base militar
La novela que Chaves Nogales escribió sobre las aventuras de Juan Belmonte idealizó aquel lugar
La construcción de la base aérea militar de Tablada convirtió a Sevilla en la referencia nacional de aviación . Inaugurándose en ella la primera línea comercial de España: Sevilla-Larache ; y partiendo de su pista los dos grandes hitos de la aeronáutica de la época: El « Jesús del Gran Poder » y el « Cuatrovientos ».
Poco tiene que ver la actual superficie con la que conoció el coronel Pedro Vives , cuando consiguió una cesión municipal para construir una base militar sobre del hipódromo de Tablada, utilizado como aeródromo desde 1910, y sus terrenos colindantes ( 240 hectáreas ).
Matorrales de jaras y cardos eran segmentados por cercados empalizados. El Guadalquivir, cuyo c auce permanecía por Los Gordales , era el paso fronterizo para los torerillos de Triana que soñaban con mantear cualquier animal que por allí encontrasen.
En la dehesa de Tablada pastaba ganado vacuno, en ocasiones bravos o de media casta, que pernoctaban camino del matadero . Allí se exponían y se reconocían por parte de los veterinarios, las corridas que se lidiaban en la Maestranza. Aún no existía la Venta de Antequera .
«Cuando llegábamos a Tablada, la luna clara bañaba en leche azul la dehesa », recordaba Juan Belmonte en la mítica novela de Chaves Nogales . Una pandilla de torerillos de Triana encontró al otro lado del río el salvoconducto para saciar su hambre torera.
Lo habitual en aquella época para los aficionados era ir a los tentaderos o capeas para poder dar algún pase suelto, pero la reunión de San Jacinto sentía que aquello era «poco digno», como dio cuenta de ello el Pasmo de Triana: «Se echaban al campo a torearle los toros al ganadero sin su venia, contra los guardas jurados, contra la Guardia Civil y contra el mismísimo Estado. Eran los enemigos del orden establecido , los clásicos anarquistas. Andado el tiempo, aquellos rebeldes de San Jacinto han conservado la misma postura anarquizante. A casi todos he tenido que mandarles dinero y tabaco a la cárcel ».
Desde Triana emprendían una marcha de dos o tres leguas por el camino bajo de San Juan de Aznalfarache . Por las noches, andaban sigilosos entre los espigones para « tomar prestada» una barca ; durante el día, cruzaban el río a nado, escondían la ropa en los matorrales de la orilla y se amarraban a la cabeza las alpargatas y una chaqueta que usaban como capote , para no quedar comprometidos en caso de ser descubiertos: « Completamente desnudos , insensible nuestra piel, como la de las salamanquesas, al fuego que bajaba del cielo, andábamos ligeros y ágiles entre los cardos y jarales de la dehesa hasta que conseguíamos apartar una res, y allí mismo, en un calvero cualquiera, la desafiábamos con el pecho desnudo y el breve engaño en las manos».
El ganado se mantuvo durante los primeros años de la actividad militar, cuando únicamente había unos barracones y hangares . Por aquel entonces, había que apartar el ganado cuando había despegues o aterrizajes . A partir de 1923, con el diseño de la primera base militar de la aviación española, las reses fueron desapareciendo progresivamente de los terrenos colindantes. Fin de la quimera de tantos que soñaron con la gloria y acabaron siendo sustentados por la beneficencia de Belmonte.