Hazte premium Hazte premium

FEria de Valladolid

Morante de la Puebla o el hondo misterio de lo inexplicable

Su sinfonía difumina la buena tarde de El Juli, que salió a hombros, y Rufo, que aguantó con una herida en la pierna

Morante de la Puebla, a la verónica rodilla en tierra en el saludo al cuarto Fernando Blanco
Rosario Pérez

Rosario Pérez

Valladolid

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Entre los límites y el infinito, el toreo de Morante. ¿Cómo se puede andar así delante del toro? Tal vez, ni el de La Puebla lo sepa. Lo suyo es un misterio sin explicación, un misterio para ser sencillamente admirado. Las arrugas de su vieja ... tauromaquia abrían el camino al edén en la era de la modernidad. Aquello era una liturgia a la torería, la sinfonía de un genio. Una alfombra rodilla en tierra tendió en el saludo al cuarto. ¡Una! ¡¡Dos!! ¡¡¡Tres!!! Verónicas de «¡ooole!» con todas las admiraciones que usted quiera poner. Y otro puñado ya en pie, engarzado a unas chicuelinas monumentales. De escena de alfarería de 'Ghost', fusionado con Cuarcito, con el capote en las yemas y elevándose sobre su propia figura. Si para enmarcar fue el recibo, la inspiración se agigantó en la muleta, otra vez con un arranque rodilla en la arena. Qué hondura la de los ayudados, con esa belleza única del toreo a dos manos. No había pupila que se alejara de lo que sucedía en el ruedo. Y el suceso irrepetible llegó en pie: sobre las anclas de las zapatillas se encajó en una redonda verticalidad en los derechazos. ¿Y el remate? A Tiziano no se le hubiese escapado la pasión del trincherazo en sus 'poesías'. Para enmarcar en el Prado. No todo fue a estribor, suavemente brotaron los zurdazos. Una cascada de naturalidad, con uno de pecho como esos en blanco y negro del archivo de ABC. Gozó el sevillano en su obra a este Cuarcito, que, sin ser nada del otro jueves, respondió bien a las telas morantistas. Hasta la tanda de molinetes tuvo sabor, sin olvidar un cambio de mano al ralentí. El aroma del misterio se impregnaba en cada pase, en cada ir y salir de la cara del toro de Domingo Hernández. Su pieza pucelana, una de las grandes armonías de la temporada, no merecía esa estocada infame. Aun así, tantos eran los quilates de lo imborrable que le pidieron con fuerza las dos orejas. Una concedió el presidente pese a la insistencia. Morante aplaudió la decisión del palco mientras hacía gestos al público de que había que matar en el sitio... Torera honradez.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación